Por Ramiro García Morete
“¿Vas a tocar con un celular?” Cuenta la historia que entre la montaña y el tren, en el barrio Malvinas de Esquel, Sebastián Lino ni siquiera tenía computadora. Los discos o bandas llegaban a través de la paciente búsqueda de alguna cadena de videoclip o de la complicidad de alguna compañera como Yeri. Fue ella la primera con la que tocó canciones conjuntamente. “La contraseña, ¿no?: ese tiene pelo largo, juntate con ese”, dirá. Con ella compartían ciertas inquietudes que la pequeña ciudad resistía, desde la meteorología hasta las ideologías. Hasta entonces, Lino apenas si susurraba canciones en su cuarto. Asegura que ni siquiera se podía salir a tocar a la vereda, “porque el viento te llevaba de la guitarra al costado”.
La primera década del 2000 se partía al medio y el adolescente Lino pudo empezar a salir. No más de dos o tres recitales le dieron a entender que no debía esperar la radio o la tele. Sin embargo, fue estudiar periodismo, lo que lo llevó a mudarse a La Plata en 2009. Allí conoció a su amigo Nico Restbergs, el mismo que muchos años después de grabar discos, en banda o como solista, promover un novedoso sello de libre descarga, le daría un taller sobre confección de osciladores y “maquinitas que hacen ruido”. Como su Motorola 4, cuando Saucillator mediante cruza la estruendosa ciudad en colectivo componiendo su propio trazado sonoro. Con Nico sabían que no tenían una gran y exclusiva misión en la vida.
“Pude haber tomado muchas decisiones: ser rapero, ser grafitero, ser poeta y estar en los círculos de poetas de La Plata – contará-. Porque era todo lo que hacía en el sur. O ponerme terco con La Papa Universal (publicación de historietas que tuvo a su cargo hace unos años). Y dedicarme a eso”. Sin embargo, tomó la decisión que asegura que es la más rara: las canciones junto a un colectivo (Uf Caruf) que estaba en la misma.
Antes de Los Pi o del reciente Feminoise en conjunto con Vicky Arazachuk llamado LXXXPRT, Lino se dedicó a la canción más libre de artificios. Entendía que era “una historia que no se estaba contando”. Hábil e intuitivo guitarrista zurdo, de firme voz barítono y armonías entre lúdicas y oscuras, repartió su tiempo entre las canciones y la radio, como conductor u operador. Por eso alguno no puede entender que ahora llegue a los conciertos con su móvil o que este año haya editado dos discos compuestos íntegramente con él.
Lino sonríe. Sabe que nadie es sólo una cosa. Como cuando llegó a la ciudad y se encargó de ver todo lo que había cada noche. Que pueden ser las rimas en las plazas, las trasnoches electrónicas. Que la historia por contar va por ese lado. Quizá aprendió de chico que si uno se queda quieto en la vereda el viento se lleva las cosas para otro lado. Y que algunas veces es mejor dejarse llevar por él que, cándido como una guitarra o ruidoso como un oscilador, siempre trae una historia para contar.
“LXXXPRT y los discos instrumentales que subí hace un mes están hechos con el celular -introduce el músico-. Tienen mucho que ver con Nico Restbergs. Él empezó a hacer los aparatos. Fui al taller, hice unos aparatos y me di cuenta que eso era música. Y es una historia que no está siendo contada. Que con la otra escuela ‘un celular no sirve para hacer música’. Pero ahora saqué dos discos y estoy terminando otro compuesto ahí».
“De hecho, hasta fue una discusión al consumo -extiende el concepto-. Estoy haciendo canciones hasta con letra y todo, hechas con la base del celu. Con un sintetizador. Me había aburrido de escuchar música todo el tiempo viajando en colectivo, yendo a la radio y a todos lados, ahora que nos mudamos un poco más lejos. Siempre media hora de viaje. Y esa la empecé a usar para componer con el teclado. Se graba lo que tocás simultáneamente. Y en un momento pensé que estaba loco, autista. No pensé jamás que lo iba a poder transformar en música. Lo que están haciendo los chicos con La Fábrica Marciana, los colectivos Feminoise, haciendo un montón de encuentros. Gente que está programando con computadoras en vivo. Pensé que estaba loco y es lo que está a la moda. Ya nadie va a discutir el dispositivo. Que nos pasaba con Uf Cauf. Subíamos música en Internet y teníamos que explicar”.
Lino reflexiona: “Es loco cómo al gente se toma el arte y la música. Sigue súper endiosada. Yo decía: ‘estoy haciendo ruido’. Pero te sacás los auriculares y el ruido es peor: eran esos bocinazos que pasaron, esa gente, uno que choca. Un día el colectivero pisó una pelota de fútbol de unos pibitos que jugaban en la 32 y me deprimió. Esa era la alternativa a hacer música en el celular”.
Y cuenta la anécdota inicial: “La última vez hice un set sólo con el celu, los del lugar se asustaron por el celular. Le fueron a decir al que armó la fecha como si fuera un gran problema. Era una textura. Si hubiera llevado a un tecladista con un moño a tocar las misma notas no hubieran dicho nada. Ahí dije: ‘qué necesario es hacerlo, porque sino estoy callando la historia’. Mi historia es ese momento y es formato”.
Melómano empedernido, el sureño recuerda que llegar a La Plata fue genial. «No había tanto viento, no hacía tanto frío, no llovía tan seguido. Cada día era la excusa perfecta para salir. Este año no he salido tanto, pero sí hemos salido más a lugares que no me esperan. Y donde tampoco espero yo. Lugares de disidencia, batallas de rap, fiestas electrónicas. No porque soy cantautor voy a tener que ver un tipo con una guitarra”. Y concluye: “Y es un abanico que nos da esta época. Y está bueno estar atento a lo próximo. Como DJ y como consumidor. Los aparatos de Nico o mismo el rap. En el rap hay pibitos de quince años que no grabaron y cuando llegan a hacerlo hacen algo distinto a lo que los viste hacer en las plazas. Decís: no estaba loco al estar tocando la guitarra en mi casa, el celu en otro lado. Está bueno promover que todos los artistas no tengan prejuicios con su propia obra”.