Por Ramiro García Morete
Barcelona no es Mar del Plata. Aunque antes y durante, no paró de encontrar músicos coterráneos. “No sé qué hay… será el mar”, se preguntará. Aunque, a decir verdad, difícilmente haya un lugar en el mundo para él que no tenga música. Sí desde su casa, ubicada arriba de lo de sus abuelos, allí donde estaba el piano de pared de su madre, ese fue el lenguaje principal. Ya fuera por su padre, saxofonista e integrante de la orquesta del Teatro Colón de Mar del Plata, o por los discos de los Beatles y tango que resonaban constantemente. Tendría seis años cuando tomó sus primeras clases de piano sin dejar -como también dirá- “de dedicarme a ser niño”. Es que el licenciado en Composición con Medios Electroacústicos de la UNQUI e integrante de proyectos reconocidos como Shaman y los Pilares de la Creación, Poli Tano o Güacho, jamás perdió eso de vista. Ni como director, docente y arreglador de la Orquesta Latinoamericana de La Casita de los Pibes (con niñes y jóvenes del barrio Villa Alba de La Plata) ni en sus discos solista.
En Reunión (2014), por ejemplo, donde (quizá inspirado en Brad Meldauh tocando a Radiohead o artistas así) se permitió versionar a artistas contemporáneos y emergentes. Sin perder la formación y cierto aire jazzístico, dialogar con su tiempo. Y jugar. Con las herramientas a favor y no como limitación. Así es que puede pasar horas en el piano estudiando armonías hasta que un motivo muy simple lo lleva de aquí a allá. Y siente que le dice algo. Y lo sigue.
Fue la música la que lo llevó de aquí para allá en mayo del año pasado. En Barcelona lo esperaban varios proyectos y mucho trabajo. Pero después de dos meses intensos llegó el verano europeo y Barcelona (que no es Mar del Plata) frenó. La bellísima ciudad quedó casi vacía y él no entendió. La marea bajó un poco y empezó a extrañar lo que había quedado de este lado del océano. También lo golpeó la partida de alguien querido. Lo que nos junta (álbum de Los Reyes del Falsete) comenzó a sonar seguido en su playlist. Y lo que siempre lo ha juntado con el resto y con el mundo ha sido la bendita música. Con alguna composición previa, otras in situ, elementos de jazz y también de canción formal (con letra y voz), comenzó a ensayar junto a sus compañeros “barplatenses” Benjamín Groisman (contrabajo) y Franco Niella (batería).
El 15 de agosto de 2018, en una sesión en Sol de Sants Studios, ciudad de Barcelona, quedó registrado Diálogo en Iberia. Se trata del nuevo e inminente material del notable Julián Rossini. Pero no el último para este joven de modos amables, generosidad musical y perfil bajo. Es que en su interminable diálogo con el piano y resto siempre surge un nuevo motivo para seguir.
“Es como un canal que tengo siempre -introduce Rossini-. Hacer música para piano de esa manera, si se quiere “jazzística”, en simultáneo con otros proyectos. Es el mismo tratamiento que en Abril (2017): un estudio, músicos y composiciones propias para un formato”.
“Cala de verano”, preciosa composición en clave jazz que no esconde su raíz criolla, fue el único que llevó desde Argentina. De su armonía y desarrollo surge en cierto modo la introspectiva e inicial “Vi la luna y desperté” (donde el pianista canta como lo hace en Nogal, su banda tradicional que prepara un cuarto disco). El resto se fue armando a la par de ensayos y un par de fechas que hizo con sus dos compañeros. Con uno de ellos (Franco Riella) compartió escenario con El antiguo astronauta y también acompañó a solistas como Gaspar David, Nina Polverino o Alan Da Silva.
Respecto a la experiencia europea, entiende que es una especie de darle vuelco. “Es una prueba. Todo este tiempo estamos tocando y somos parte de una movida que crece lentamente, pero crece. Ahí estamos lejos. Y las relaciones con el público son otras. Y por suerte la respuesta fue tremenda.”
¿Qué es lo que hace que una improvisación devenga en canción?
Es lo pregnante. O, en mi caso, siempre estoy buscando cerrar canciones o ideas. Lo que llama la atención. Acá hay algo que estás diciendo. O que se concretó en algo después de tanto buscar.
Si bien ama y cultiva la música instrumental, algunas veces siente que hay cosas que hay que decirlas desde las letras. “La música instrumental me encanta, escuché muchos pianistas… No sé: Keith Jarret, Bill Evans, tratando de pensar lo que me gusta. Pero pienso en Fattoruso o Charly que es otro exponente del piano en la canción”. El músico deriva sobre la composición desde ese instrumento: “Yo soy pianista y estoy condicionado por eso. Al tocar y haber desarrollado e investigado. Eso puede ser una traba que hay que pasar. No quedarse con eso. A veces pasa en todos los ámbitos. Si pasás mucho tiempo estudiando acordes, armonías, eso te va dando herramientas. Pero ante todo hay una necesidad básica de comunicar. Puede ser instantáneo o tener complejidad, tener 50 mil o tres acordes”. Por eso dice: “Todo ese costado de la canción es el que me puede y me terminó relacionando con distintos artistas a lo largo del tiempo”.
Actualmente se prepara para acompañar en un disco a Santiago Moraes (Los Espíritus) y arreglando las composiciones de Shaman Herrera para una película. También hay un proyecto ya grabado con Francisco Cadierno (cello) y Hernán Giorcelli (clarinete) e incluye participaciones de Alejandro Bértora y Poli Tano.
Diálogo en Iberia se completa con el registro fílmico en manos de Bruno Hachero y Lucas Teruggi, y arte gráfico general a cargo de Imaginería del Mar Muerto. Esta semana estará disponible en todas las plataformas digitales y tendrá presentaciones en Mar del Plata en marzo y en La Plata en abril. Aunque “la” presentación formal aún no tiene fecha ni lugar, según cuenta Rossini.
También lo espera en julio un viaje a Medellín para participar con la Orquesta del Festival Colombia Canta y Encanta. En ella, niños y adolescentes aprenden y ejecutan música grupalmente desde la confección de arreglos didácticos y la práctica orquestal, con un repertorio compuesto por música original y arreglos de música de raíces folclóricas y andinas.
Y seguramente haya algún que otro plan más para Julián Rossini. Como siempre, la música dirá.