Por Juan Alonso (para Nuestras Voces)
Domingo en un bar de Buenos Aires. El exgerente de PDVSA Argentina, Gonzalo Brusa Dovat, está inmerso en una pesadilla. Desde que conoció a Marcelo Sebastián D’Alessio perdió el trabajo, el auto, se separó, no tiene un peso y viaja en transporte público colgado de trenes, colectivos y subtes. Por momentos el miedo se apodera de su mente agitada. Son las consecuencias de haber tratado con una personalidad psicopática. Aquí, por primera vez, aceptó una entrevista formal y contó los detalles de una operación de inteligencia que lo tuvo como víctima, no como arrepentido. La verdad.
Hechos
Enero. Plaza de Mayo. Gonzalo Brusa Dovat recuerda que se encontró con el periodista de América TV, Rolando Graña, y le contó que estaba siendo amenazado por supuestos ejecutivos venezolanos de PDVSA y presuntos agentes bolivarianos. “Vas a aparecer muerto en Tucumán”, le soltó un desconocido en la calle. ¿El motivo? Un juicio laboral donde Brusa Dovat habría revelado algunos detalles de los negocios corporativos del petróleo. La siguiente reunión con Graña, según el relato de Brusa Dovat, sucedió en la productora del periodista, en el barrio de Las Cañitas. Ante el relato del exejecutivo de PDVSA, que habría incluido una presunta amenaza del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, Graña le habría sugerido una reunión con una persona que podría protegerlo: Marcelo D’Alessio. “Me dijo que tenía dos CD con información de PDVSA y que lo estaban amenazando. Habrían llamado hasta a su exmujer, por eso le sugerí a D’Alessio, a quien conocía por consultarlo sobre temas de narcotráfico”, explicó Graña a Nuestras Voces.
¿Dónde se encontraron por tercera vez? En un bar de Puerto Madero, el 23 de enero de 2019. ¿Quiénes participaron de esa reunión? Brusa Dovat, la víctima; Rolando Graña, el presentador; Marcelo Sebastián D’Alessio, presunto agente de inteligencia de Estados Unidos; y el comisario Aníbal Degastaldi, supuesto jefe de D’Alessio en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).
“Ahí nos juntamos D’Alessio, Graña y un comisario que después me doy cuenta que es Degastaldi. En esa primera reunión lo que hizo básicamente D’Alessio fue tratar de tranquilizarme diciéndome que estaba a partir de ese momento bajo la protección de la DEA y que siguiendo los protocolos de la DEA iba a darme custodia, y que para seguir toda la cuestión de protocolos necesitaba hacerme visible, mediante notas periodísticas, contando algunos hechos, de los cuales él tenía la columna vertebral que correspondía a PDVSA. Ahí me dice que él estaba investigando a una de las empresas y que por ende que apreciaría mucho que le dé información a cambio de protección. Y me dijo en esa reunión que era un tema para el periodista Daniel Santoro”, cuenta Brusa Dovat.
¿Eso lo dice D’Alessio?
Lo dice D’Alessio y lo afirma Graña, quien dice ‘sí, sí, es para Santoro’.
Sin embargo, Graña negó que haya realizado esa afirmación en esa charla en Puerto Madero. “No fue así”, explicó.
Lo cierto es que al finalizar la reunión, D’Alessio citó a Brusa Dovat en un bar del barrio de Caballito el viernes 25 de enero. Ya a solas, lo habría amenazado con una causa penal que se estaba “armando”. Le dijo que el juez era Marcelo Aguinsky, del Fuero Penal Económico. Le prometió que si declaraba “bajo los protocolos de la DEA” él podría “frenar la causa”, porque en ese presunto expediente, según D’Alessio, estarían involucrados excompañeros de trabajo de Brusa Dovat en PDVSA Argentina.
¿Qué quería que dijeras?
Básicamente, me dio titulares de los negocios que había en PDVSA, eran cuatro o cinco negocios que estaban por fuera de mi área, que estaban por arriba, y lo que él necesitaba eran hilos conductores, que yo podía saber por trabajar en una empresa corporativa.
¿Había funcionarios kirchneristas en esa empresa que hayan cometido movimientos de dinero irregulares?
No, no que yo sepa, no. PDVSA siempre se manejó con funcionarios venezolanos, presidencia, vicepresidencia y directorio. Después éramos todos equipos técnicos argentinos.
¿Qué sucedió después de esa entrevista?
Me tiró todo el peso, me exigió la información e incluso me dijo que podía sacarme del país a Estados Unidos y a México, cosa que me negué, y me dijo que él iba a organizar una reunión con Santoro. En ese momento a Santoro no lo ubicaba, pero me dijo que era jefe de Judiciales de Clarín. Entonces me citó para el 30 de enero al mediodía en un restaurante de Palermo. Se suponía que D’Alessio y Santoro iban a planificar la mejor manera de protegerme y hacerme visible. Luego de eso, llego al restaurante Sarkis y me doy cuenta quién era Santoro… D’Alessio lo presentó como su amigo y colaborador. Me contó que fue partícipe de un libro con Santoro y otras cuestiones. Santoro me dijo que la idea era hacer una nota escrita y grabada en on the record, a lo cual en un primer momento me negué. Porque no era lo acordado. Le dije que no. Y ahí D’Alessio me presionó con lo que hablamos el viernes 25, y me dijo que además estábamos siguiendo los protocolos de la DEA para hacerme visible y era necesario que yo hablara en ese momento. Ante esa presión dije que sí sin más remedio.
En el título, Santoro y sus jefes de Clarín escribieron: “Denuncian maniobras de lavado de dinero en PDVSA de Argentina”. La volanta fue “En complicidad con funcionarios K”, y en el copete se dijo: “Un ex directivo de la empresa venezolano afirmó que varios de sus ex presidentes robaban combustible para sacar plata al exterior”.
No había ningún funcionario K involucrado, según los dichos de Brusa Dovat a este cronista, y las presuntas maniobras de lavado de dinero que mencionan tienen mucho más que ver con la apertura de una nueva oficina del FBI en Miami (dedicada al lavado de dinero en América Latina) que a la realidad argentina.
De excursión con la DEA
Luego de la entrevista con Clarín y Daniel Santoro que duró dos horas interminables, Brusa Dovat le pidió a un amigo suyo que lo pasase a buscar por Sarkis, porque estaba totalmente desorientado por el estrés. Al salir con su amigo en auto, a escasas dos cuadras del lugar, se produjo una escena extraña. D’Alessio le cruzó un Toyota y descendió del auto gritando: “¿Todo bien, todo bien?”. “En ese momento no estaba armado”, sostiene Brusa Dovat.
Brusa Dovat, aún perturbado, dice que aquello también fue un acto armado para provocar pánico. “Después él me explicó que pensó que me habían ‘chupado’. Pero ahora entiendo que quiso marcarme la cancha y mostrarme su poder de fuego”.
¿Cómo prosigue?
El vienes 1º de febrero estaba en el centro y me llamó D’Alessio para decirme que había programado una entrevista en Canal 13, y me pasó a buscar por Avenida San Juan y Salta, no me acuerdo la intersección. Me llevó al canal y en los estudios nos esperó Rodrigo Alegre, que me hizo una nota de unos quince minutos. Después no tengo comunicación hasta el domingo 3 de febrero, que salió la nota en Clarín. Ese domingo a la tardecita me dijo que el lunes 4 me iba a pasar a buscar para ir a Comodoro Py hasta el despacho del fiscal Carlos Stornelli. Bueno, me pasó a buscar en una camioneta Land Rover con dos personas muy altas y corpulentas, vestidas de remeras, jeans y zapatillas, a quienes presentó como su equipo de la DEA. Ingresamos por el frente por una puerta lateral, no sé si eso es habitual, y subimos al quinto piso. Ahí tuvimos una espera de dos horas. Hasta que llegó Stornelli y nos saludamos. Me hicieron sentar, se sentó D’Alessio y le comentó al fiscal Stornelli que lo mío se podía cruzar con la causa de gas licuado. Stornelli llamó a una secretaria y delegó mi testimonio, que habrán sido unos veinte minutos. Cuando terminé me di cuenta de que D’Alessio estaba cerca de mí (lo había filmado y grabado sin que se diese cuenta y luego le envió ese material como ejemplo a Pedro Etchebest) y Stornelli me dijo que se iban a comunicar conmigo.
A las cinco de la tarde del mismo lunes 4 de febrero me llamó D’Alessio para ir al programa de Eduardo Feinmann en A24. Nos encontramos cerca del canal en Palermo. A diferencia de las otras notas, D’Alessio se sentó al lado mío en el estudio. Me fui a mi casa y pasé mi cumpleaños el 5 de febrero como el culo. Luego me enteré por los medios de comunicación de que hubo un allanamiento en la casa de D’Alessio y le pregunté qué era todo aquello. Y me contestó: ‘no es con vos, es conmigo’.
¿Cómo definirías a D’Alessio?
No sé, es muy difícil. Después del 25 de febrero yo tenía mucho miedo. Es un personaje nefasto, siniestro, que me hizo decir un montón de cosas que no quería decir, porque son cuestiones de la vida corporativa. Me enteré de que tenía carpetas con datos míos por el juez Ramos Padilla en el Congreso. Aunque ya ese 25 de febrero D’Alessio me hizo saber que conocía toda mi vida.
En la entrevista con Eduardo Feinmann, que curiosamente no está en Internet, el periodista le preguntó a Brusa Dovat si era “el Centeno de la causa de gas licuado”. El exejecutivo de PDVSA alcanzó a balbucear que no, pero D’Alessio que estaba a su lado remarco: “Sí, él tiene muchos datos”.
Gonzalo Brusa Dovat se presentará como querellante en la causa que instruye el juez Ramos Padilla y declarará en el expediente. No es un arrepentido, no es un corrupto, es una víctima de una banda mafiosa con espías, comisarios, periodistas, jueces y fiscales. Y así consta en la causa judicial del magistrado.
En la causa que instruye el juez federal de Dolores, Alejo Ramos Padilla, hay curiosas comunicaciones entre D’Alessio y el fiscal federal Carlos Stornelli que contextualizan lo que narró Brusa Dovat. ¿De qué hablaban estos dos amigos que pasaron casi cinco horas en la camioneta de D’Alessio en Pinamar?
Junto al presunto agente de la AFI, Ricardo Bogoliuk (según D’Alessio, su jefe), de “un interés muy marcado del imputado D’Alessio sobre el asunto que excede lo que puede llegar a ser el ámbito local y nacional, mientras en toda la región se estaba analizando congelar fondos de la petrolera estatal PDVSA”, determinó el juez.
En este aspecto central del proceso penal, las charlas entre D’Alessio y Stornelli incluyeron estos textuales: “Mañana voy a hacer que se arrepienta un actual director de una residual de PDVSA, que sigue operando en el país –le escribió D’Alessio a Stornelli–, si es lo que imagino, además del informe que tengo que armar para Maine –presunta base de la CIA en la frontera de Estados Unidos con Canadá– y enviarlo por valija diplomática, está el factor argentino, que seguro le vas a sacar mucho provecho”.
El mecanismo de acoso y persecución contra Brusa Dovat por parte del grupo paraestatal de D’Alessio incluyó un informe de inteligencia completo sobre él y su familia. A saber: historia laboral, las entradas y salidas del país, viajes a Estados Unidos. Tan es así, que para D’Alessio era “prioritario” quebrar la voluntad de Brusa Dovat. Habría ido tan lejos, que en la maniobra hizo participar a periodistas y funcionarios judiciales, quienes, según escribió Ramos Padilla, “pueden haber actuado con o sin conocimiento”, pero que habrían formado parte del mecanismo de espionaje que supuestamente completó D’Alessio y que ahora lo dejó como acusado en una pesquisa que investiga los delitos de asociación ilícita y extorsión.
Aquí, en exclusiva, se puede ver un escrito hecho presumiblemente por D’Alessio con anotaciones meticulosas sobre PDVSA y sus lazos empresariales en la Argentina. Ahora bien, si D’Alessio dijo que fue espía de la NSA estadounidense, infiltrado en ENARSA, y el periodista Daniel Santoro más el propio fiscal Stornelli lo conocieron como presunto agente de la DEA –él mismo lo admite en un audio con el denunciante exiliado Pedro Etchebest–, ¿es posible preguntarse si D’Alessio formaba parte de un dispositivo de espionaje de Estados Unidos en la Argentina? Con misiones tales como proteger sus intereses comerciales y perjudicar a Venezuela, desde el propio Estado argentino, con el nexo descripto por D’Alessio con la AFI? La respuesta la debe dar el Congreso de la Nación con la Comisión que “fiscaliza” los organismos de inteligencia. El 23 de marzo está citado el juez Ramos Padilla y días después el jefe de la AFI e íntimo amigo del presidente, Gustavo Arribas.
La compañía
Hay un edificio de una base de la AFI, que no daré la dirección para no violar la ley de inteligencia, donde se sospecha que habría funcionado por años una delegación de la CIA. Allí trabajó una expareja de Antonio Horacio “Jaime” Stiuso como subdirectora y toda la cúpula fue despedida. Tenía las paredes descascaradas, oficinas derruidas con escritorios de la década del noventa, computadoras antiguas, sillas maltrechas y la oscuridad del olvido. El exjefe de la base atendía en ojotas y decía que tenía al personal en “La Triple Frontera”. Pero el lugar, sugestivamente, tenía un depósito repleto de autos donados por la CIA. Y es más: en una pared completa aún estaba un enorme servidor que el jefe de la base no sabía operar, porque evidentemente no era de la AFI. La presencia de una de las principales agencias de inteligencia del planeta no es nueva en la Argentina. Se asentó aquí luego de la Segunda Guerra Mundial cuando el exdirector del FBI, John Edgar Hoover, perdió el análisis y la contrainteligencia fuera de Estados Unidos a manos de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), antecesora de la CIA. La mención que realizó D’Alessio sobre Maine en Estados Unidos podría sugerir un presunto centro de reunión regional de inteligencia de la principal agencia estadounidense junto a la NSA.
El jefe de la AFI, Gustavo Arribas, “el señor 5”, tendrá que dar detalles ante los diputados y senadores de la Bicameral de Seguimiento y Fiscalización de los Organismos de Inteligencia sobre el rol inorgánico de D’Alessio con los comisarios Degastaldi y Bogoliuk y cómo fue que un grupo paraestatal logró espiar a una delegación comercial iraní y rusa en Uruguay. En el caso de Bogoliuk, habría visitado al jefe de Gabinete de “La Casa”, Darío Biorci, en el piso 9.
¿Quién es el jefe de D’Alessio?
La primera persona a la que llamó D’Alessio por la “Operación PDVSA Brusa Dovat” fue el presidente de la Cámara de Comercio Argentina Israelí, Mario Montoto. “Es mi hermano”, dijo Stornelli a D’Alessio sobre el hombre que se asoma por este complejo caso como una larga sombra.
La Alianza Libertadora encarnada por Elisa Carrió y la diputada Paula Oliveto también está complicada en la causa de Ramos Padilla. A diferencia de los informes de inteligencia de D’Alessio sobre Gustavo Vera y los periodistas “Animales”, el sector de Carrió aparece como benefector de D’Alessio. No explica por qué lo recibió tantas veces, y menos aún el motivo de las extensas conversaciones de Oliveto con D’Alessio, que están en el expediente.
El juez Ramos Padilla hizo más por la democracia en cuatro semanas que la diputada Carrió en toda su carrera en la banca. Además, el sector sushi de la AFI, con Darío Richarte, Javier Fernández, Juan José Gallea y Sergio Bartolomé Szpolski, intenta surfear la ola del stiusismo articulante. Como buenos radicales, ven el helicóptero más cerca que la Revolución del Parque
Hay lobbistas de élite que visitaron billonarios con la banderita de Estados Unidos doblada en un pañuelo del saco. Por eso D’Alessio llegó tan lejos sin inmutarse. Los sastres de la ruindad no reparan en la fórmula del olvido.