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Carlos del Valle: “Para el presidente Piñera la educación es un bien de consumo”

Entrevista a Carlos del Valle, director del Doctorado en Comunicación de la Universidad de La Frontera de Chile y profesor titular, quien explicó la situación actual desfavorable para la política universitaria del país vecino y los cambios políticos en esa casa de estudios que llevaron a que hoy esté “debilitada” ante el avance de lo privado bajo el gobierno de Sebastián Piñera.

En diálogo con Contexto, trazó un panorama sobre la política universitaria de Chile, a la que definió como de “gratuidad inconclusa” en el marco de las políticas económicas de Piñera, aliado de Mauricio Macri, de “pretendida orientación pública que finalmente han terminado fortaleciendo a las universidades privadas”.

En ese escenario, señaló que la Universidad de La Frontera se encuentra bajo la órbita de una política educativa que la posiciona “extremadamente debilitada” para afrontar el actual contexto político adverso a nivel nacional para el sistema público de la educación. En particular, remarcó los retrocesos con los convenios con otras casas de estudio –entre ellas, la UNLP– y con los programas de posgrado, mientras avanzan las “exigencias en el acceso a las carreras de formación inicial docente que impactarán severamente en los próximos años”.

¿Cómo describe la situación política de Chile?
En general es una situación estabilizada por el efecto adormecedor de una estructura de medios de comunicación altamente concentrada y controlada; fascinada con los conflictos internacionales, mientras en el país se mantienen políticas de exclusión como la militarización de la región habitada por las comunidades mapuches, la persecución y expulsión de grupos inmigrantes, el fortalecimiento de una economía neoliberal que sigue incrementando la brecha entre los más ricos y los más pobres, en medio de estrategias de encubrimiento de la tasa de desempleo; así como también logra dosificar la información sobre la debacle moral y criminalidad de la Iglesia católica.

¿Cuáles son los principales paralelismos políticos que existen actualmente entre Chile y Argentina, cuyos presidentes han decidido salir de la Unasur y encuadrarse en el bloque conservador del Prosur?
Los actuales gobiernos de ambos países comparten una matriz neoliberal empeñada en la empresarización de la sociedad, donde el emprendimiento individual sustituya a las demandas colectivas, los indicadores reemplacen el sentido social y la estandarización imponga su voluntad sobre la diversidad. Nuestros países son cada vez más socialmente insensibles, económicamente inestables, culturalmente homogeneizados y políticamente autocráticos. En este contexto, Prosur emerge como un espacio trascendido de privatización de lo social y empresarización generalizada de las políticas públicas. Prosur es a Unasur como la privatización lo ha sido para las funciones sociales del Estado.

¿Cómo se relaciona el contexto político de Chile con el estado de situación de su sistema educativo universitario?
El sistema educativo universitario en Chile ha sido privatizado desde los noventa, con un fuerte desequilibrio entre el interés social y público y el lucro y predominio de la demanda; con una reciente política de gratuidad inconclusa que el actual gobierno ha intentado aun revertir. Las políticas económicas de pretendida orientación pública finalmente han terminado fortaleciendo a las universidades privadas.

¿Qué concepción tiene Piñera de la Universidad pública y qué diferencias y similitudes hay con el caso del gobierno argentino, donde el sector universitario está siendo afectado por las políticas de ajuste del gasto público después de un periodo de crecimiento hasta 2015?
Para el presidente Piñera la educación es un bien de consumo, por lo tanto, subsumida a las caprichosas reglas del mercado, donde la regulación no es más que un espejismo porque el sistema de financiamiento que pretendía poner fin al lucro sólo logró encubrirlo en medio de discursos donde todo es convenientemente público.

En su caso particular, y tras su decanato en la Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de La Frontera, ¿cómo es la situación en esa casa de estudios y cómo se relaciona con el contexto más amplio de la política educativa chilena?
En estos momentos, nuestra Facultad está extremadamente debilitada para enfrentar el actual contexto político y los escenarios que se acercan. En primer lugar –y producto de la falta de estrategia política interna– deberá enfrentar los profundos cambios políticos derivados de las reformas nacionales –como el cambio de estatutos– sin un representante en el principal órgano político de la Universidad, como lo es la Junta Directiva. Nuestra Facultad históricamente había contado con esta importante representación, que hoy es más relevante que nunca. Se perdió esta posición por falta de diálogo y exceso de soberbia. Este debilitamiento político se ha expresado en continuos errores en la toma de decisiones, que sólo exponen a la Facultad a extenuantes iniciativas sin sentido –como la propuesta de división de un Departamento, que no merecía ser sepultada por una presentación no preparada al rector por respeto al arduo trabajo de los colegas, o la presentación de un proyecto de dudosa consistencia–, que sólo distraen la atención de los grandes temas, como las exigencias en el acceso a las carreras de formación inicial docente que impactarán severamente en las matrículas en los próximos años, o el compromiso decidido con los programas de posgrado, especialmente doctorados.

¿Este escenario podría agravarse?
Mientras la Facultad siga sin rumbo, debatiéndose entre los intereses individuales de quienes la dirigen, quedará sin la fuerza ni la unidad necesarias para enfrentar los desafíos nacionales que tienen las universidades en Chile. Es impresionante cómo en tan poco tiempo la Facultad ha logrado invisibilizarse hasta el punto de caer prácticamente en la irrelevancia frente a las discusiones políticas profundas que debe abordar la Universidad de La Frontera. Espero que logre enmendar su camino o perderá lo que le ha costado tantos años construir. La mirada de nuestra Facultad ha de estar puesta en los contextos nacionales e internacionales y no en las apetencias internas de poder; en proyectos de colaboración académica como el que iniciamos hace años con la Universidad Nacional de La Plata y que hemos tenido que seguir a pulso por falta de visión de la actual Administración, entre otras colaboraciones internacionales que beneficiarían a nuestros estudiantes, si se trabajara con espíritu de unidad y no según los propios intereses. Saber distinguir lo anterior marca la diferencia en el devenir de una Universidad pública, estatal y regional chilena, en medio del contexto económico y político que vive el país.