Por Ramiro García Morete
Terminado 2014, tuvo una sensación: «Mi activismo con el candombe en La Plata se terminó». Atrás quedarían años de comparsas, de proyectos como Kilombo 14 o Tambores tintos, actuaciones en Uruguay o los «Relatos de carnaval». Es cierto que el Río de la Plata corre por las venas y que en el pecho habita un tambor, ese que «canta por mi boca seca». Es verdad que a principios de los noventa su padre hizo un gran esfuerzo por comprar la batería de la cual se enamoró y es el instrumento que aún toca cuando se relaja con los Monos en la Luna. Pero no sólo de ritmo está hecha la música. Porque «música» fue su elección, cuando desafió a su madre: «Si no vivo de la música, no vivo». Y aunque tuvo que trabajar de otras cosas, y también estudió otras cosas como artes plásticas, la música es su lenguaje. «Como no sé escribir poemas, hago música», confesará mientras explica el trasfondo narrativo de las obras que surgieron entonces, cuando decidió volcar su formación académica para componer desde otra perspectiva. El mundo de los sueños, un relato sobre los sueños infantiles que luego son condicionados por el tiempo y las vivencias, constituyó un interesante y extenso disco donde dio paso a orquestaciones diversas y movimientos ricos. Tanto que el año pasado surgió la oportunidad de que fuera ejecutado por la Orquesta Sinfónica de Estrasburgo en Francia, junto a otras obras. De allí se desprenden la óperas primas que serán presentadas el sábado 8 de junio a las 18 hs en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata (12 e/ 51 y 53). El estreno, abierto a todo público y con entrada gratuita, es promovido por la nueva editorial de música de la ciudad de La Plata, Dr. Parnassus, destinada a visibilizar la labor de los compositores musicales. La dirección de las obras estará a cargo de Mariana Inés Larrubia, directora de la Orquesta de Vientos del Conservatorio Gilardi Gilardi, y el evento contará con la destacada pianista Lorena Torales Lisowsky, el cuarteto de vientos de Mar del Plata Contra viento y Madera, formado por Julieta Blanco (flauta), Julia Beatríz Más (oboe), Luciana Belén Savoy (clarinete) y Sabrina Noemí Pugliese (fagot), y con Diego Caniggia en el contrabajo, Lisandro Giménez en el violonchelo y Carlos Ulises Lescano en la percusión.
Las obras en cuestión son Donde termina el Arco Iris, Visión en Partes y La batalla de las ranas. En busca de definiciones, Gianibelli considera que es música académica basada en música popular. «Por supuesto las influencias están re cruzadas. Es mi ADN y siempre voy a componer siendo de acá. No reniego de eso, sino que quiero que sea de esa manera. Podría haber hecho algo que estilísticamente respetara el movimiento académico: una sinfonía, una sonata».
Gianibelli cuenta que compone desde el piano. «La paradoja es que la mayoría de mis composiciones académicas no tienen percusión. Me gusta armar estructuras armónicas y de ahí mismo chiflo melodía. De ahí derivan y ahí el tratamiento». Y con modestia dice: «Uso todos los recursos que tengo a mi alcance. Hay que pensar que soy nuevo, que hace poquito empecé a componer de este modo. Y no porque sea difícil va a ser mejor. Pero al conocer más, se puede expresar mejor».
Sin embargo, la mayor inspiración viene desde otro lugar: «Generalmente compongo desde historias mías». Gianibelli traduce a música historias que se le ocurren, como La batalla de las ranas. «Es una especie de metáfora: las ranas salen de su estanque sabiendo que los depredadores se las van a comer. Entonces se organizan para salir todas al mismo tiempo mientras las fieras esperan agazapadas. Esa batalla se da como un festín orgiástico donde las fieras se las devoran y ya llenas, se duermen. Lo que no saben es que ese estanque está lleno de huevos de ranas que crecerán y saldrán caminando a otros estanques a poner otros huevos y generar nuevas batallas».
Básicamente se trata de una alegoría sobre plantar una semilla, una identidad y preservarla a pesar de todo. Por eso no queda afuera su opinión sobre la subsistencia en tiempos de crisis. «Es muy difícil. Si lo hablamos desde el punto de vista político, más allá de que el trabajador en sí está ninguneado, imaginate el músico. Pero soy un convencido de que no puedo bajar los brazos. Son las batallas que tenemos que dar nosotros. Yo creo que en La Plata somos muchos los que no vamos a bajar los brazos. Queremos hacer música, arte, cultura, que es la identidad de nuestros hijos. No puedo negar la identidad que le voy a dejar a mi hija y mis nietas. La cultura es quiénes somos».