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VECINOCRACIA | El mundo desde mi vereda

Por Ramiro García Morete

«Es el destino divino, tan fino, tan occidental y cristiano/ cosmopolita y parisino/ tan típico Matute pero no el de don Gato/ El vigilante argento además es barato/ además es barato/ es el estilo tan fino del vigilante medio argentino» (Calamaro/Scornik). Cuando sale a barrer la vereda o limpiar el auto, el vecino controla. No sólo relojea su casa sino todo lo que pueda constituir una amenaza ya no a la puerta de su casa, sagrada propiedad privada, sino a los cerrojos de su cosmovisión. El vecino es vecino antes que ciudadano. Los asuntos de la ciudad son el barrido, el alumbrado, la limpieza, salir a la calle y que no te roben. El vecino no discute sobre derechos, pero tiene todos los derechos porque el vecino paga sus impuestos. El vecino vive al lado, pero sólo está de su lado. El vecino sólo vive al lado de lo que está a su lado. El vecino ve a través de la ventana y lo sabe todo. El vecino es sólo vecino, pero es tan importante que le hablan todo el tiempo a él. El vecino no existe, pero nos gobierna. Porque el vecino no es un señor o una señora, sino «una subjetivación». El abogado, investigador y docente de la UNQUI y la UNLP Esteban Rodríguez Alzueta lo define e indaga mejor en Vecinocracia. Olfato social y linchamientos, editado por EME como parte de la colección Plan de Operaciones – ensayos sobre políticas latinoamericanas. Autor de La máquina de la inseguridad, entre otros libros, profundiza y diagnostica una forma de participación (a)política y herramienta del poder que atraviesa nuestra historia llegando a un presente donde la «vecinocracia» parece estar en su punto álgido. El jueves 27 de junio a las 18 hs se presentará en el aula 109 del Edificio Karakachoff (48 e/ 6 y 7), con la participación de Ezequiel Konstenwein y Nahuel Roldán.

«Cuando digo vecinocracia no estoy pensando en una clase particular», advierte de entrada Rodríguez Alzueta. «No hay que asociarla con la clase media. Está hecha con la participación de todas las clases. No es un sujeto sino una subjetivación. Hecha, sí, en gran medida con los valores de la clase media aspiracional. No hay que acotarla: uno puede encontrar a los sectores populares y a las élites pensando y sintiendo a través el alarmismo, la queja, la indignación».

«EL MACRISMO SE RECUESTA SOBRE EL VECINALISMO, PORQUE ENCUENTRA UNA FUERZA DESPOLITIZADA. ES UN GOBIERNO QUE NO SóLO AMPARA EL GATILLO POLICIAL SINO LA BRUTALIDAD VECINAL»

Rodríguez Alzueta se remonta al siglo XIX y cómo la gestión de los asuntos de la ciudad se cargaba a la cuenta del vecino contribuyente. «Esa era su participación política». Y continúa la trayectoria: «El del siglo XX fue reforzado con el mutualismo de los inmigrantes cuando se juntaban para sus problemas de vivienda. Después de la Libertadora las dictaduras van a recostarse sobre el fomentismo». El autor se refiere a «depender de las sociedades de fomento, las reuniones en torno a delegaciones que fomentaban la vida en el barrio. Eso sirvió para apoyarse y componer un consenso social. Las fuerzas de la sociedad civil le aportaba los insumos morales, con un vecinalismo hecho a la medida de los militares. Bien antipolítica, porque eran vecinos que se unían para resolver problemas relacionados a la red cloacal, el asfalto… una organización política retraída a su unidad mínima». A partir de la década del noventa reconoce un giro a lo que llamó el vigilantismo. «Es cuando los vecinos empiezan a reunirse no para la infraestructura sino para la seguridad. Son vecinos alertas, atrincherados en su casa, solamente están dispuestos a salir al encuentro cuando cunde el pánico».

Partiendo no sólo desde un potencial votante sino de los ejes de campaña (la gestión en CABA y en CABJ), Mauricio Macri podría suponer un exponente elevado de la vecinocracia. Rodríguez Alzueta confirma: «El Macrismo se recuesta sobre el vecinalismo, porque encuentra una fuerza despolitizada. La muerte de una mujer embarazada en una salidera bancaria tiene la capacidad de ganarse la atención de todos, más allá de ser macrista, troskista o kirchnerista… todos nos vamos a sorprender. Encuentran en el dolor del otro la posibilidad de recomponer confianzas, de construir consensos difusos o afectivos, que no están pudiendo construir con otras políticas. Por eso el macrismo se recuesta en eso, por eso los funcionarios protegen a los policías cuando tiran por la espalda o a los vecinos alerta cuando hacen justicia por mano propia. Es un gobierno que no sólo ampara el gatillo policial sino la brutalidad vecinal». Y define: «La inseguridad no es de derecha ni de izquierda. No tiene clase, no tiene sexo, no tiene etnia. A través de la inseguridad se busca vaciar la política de política. Cuando rodean al movilero los vecinos, el mantra que repiten es seguridad. Es una consigna hueca deshistorizada, desclasada, sin género».

«LA INSEGURIDAD NO ES DE DERECHA NI DE IZQUIERDA. NO TIENE CLASE, NO TIENE SEXO, NO TIENE ETNIA. A TRAVÉS DE LA INSEGURIDAD SE BUSCA VACIAR LA POLÍTICA DE POLÍTICA»

Como figura simbólica, Rodríguez Alzueta es lapidario: «Creo que los vecinos son idiotas morales. Son gente inteligente, pero que tienen un problemita: no saben pensar. No pueden ponerse en el lugar de otro. No pueden entender que haya otros actores que tengan otras formas de vida y otras dificultades. Ellos se sienten el centro del mundo. Al no poder pensar al otro, tampoco pueden sentirlo. Entonces estigmatizan al otro, matarlo simbólicamente, inclusive físicamente. Son actores indiferentes e indolentes». Y describe: «Un idiota moral es una persona que habla a través de clichés, frases hechas, que están para suplir un vacío social. Cuando yo no sé nada de vos y no me interesa ver nada de vos, lleno ese vacío con frases hechas y prejuicios. Y esos prejuicios están hechos de resentimiento, de odio que no pudo ser procesado o transformado políticamente».

Lo que vuelve a dejar en claro es que no se trata del vecino en sí, sino de deconstruir esa vecinocracia. «Hay que politizar al vecino, acercarlo a espacios donde puedan tramitarse los problemas que legítimamente pueda tener, desengancharlo de las tramas mediáticas que manipulan su miedo… que por un rato deje de ver TN o leer Clarín».

En su libro –que ya está a la venta en La Plata– también habla del «honestismo y el buenismo»: «Es el buen padre de familia, es el vecino que se cree el centro del universo, que sus valores y sus concepciones del mundo son los valores de la sociedad, la concepción de mundo de la sociedad».