Suele suceder que, cada veinte años, aparece una nueva generación que cree haber inventado la pólvora. Se observa en la cultura, la política, en la ciencia y, desde ya, en las comunicaciones. Esa exaltación de las innovaciones del presente, en general, suele tropezar cuando los vicios del pasado aparecen para estropearlo todo.
Desde hace algunos años, el podcast se posicionó como una de las grandes disrupciones en materia de medios de comunicación, con un formato de audio cuyas posibilidades de experimentación técnica podría desplazar a la radio tradicional. Tal como sucedió con el pasaje del cine al VHS y de la televisión por cable a internet –o el discurso político a la charla TED–, la multiplicación de estos productos auditivos-estéticos-comunicacionales pretende disputar el formato radio tradicional. ¿Es posible?
«Uno ve esta moda y parece que han inventado el mundo de cero», fue el puntapié de una serie de observaciones que el analista de medios de comunicación Omar Rincón deslizó en una charla de la que participó Contexto sobre el universo del formato podcast que, aunque construido a fuerza de recursos técnicos por demás innovadores, peca de vicios para nada nuevos.
Rincón ha sido un ácido crítico de lo que él ha denominado la «coolture» (la cultura de «lo cool»), un fenómeno del siglo XXI nacido del avance tecnológico y el rechazo a los hábitos culturales del siglo XX. En él, la inmediatez reemplaza a la profundidad, el goce al esfuerzo y el «multitasking» a la especialización. En ese escenario, las plataformas de contenidos vienen a ser el soporte «evangelizador» de esas manifestaciones.
«Van al podcast porque ven que la radio es vieja, para jurásicos, y el podcast es cool. Lo mismo pasa con Netflix. Ven La casa de las flores en Netflix y dicen ‘qué maravilla’, pero la mamá que ve una telenovela les parece una mierda. ¡Y son iguales!», manifestó Rincón. «La mayoría de los podcast que escuché son tan aburridos. Todos se creen genios los que hablan ahí. Todos creen que tienen buen humor, que el mundo se va a reír de todo lo que dicen». Las madres escuchan radio y los hijos escuchan podcast, las plataformas se presentan casi como un espacio de rechazo al siglo XX. Incluso aunque reproduzcan sus mismos defectos.
No obstante, según el ensayista colombiano, los podcast cuentan con la ventaja de presentar una gran abundancia de contenidos que han diversificado la agenda, como contrapunto de la precarización y el estancamiento de la radio, todavía atada a los viejos esquemas de tiempos y formas. «La agenda de la radio ya no cuenta al mundo. En su momento, todos queríamos hablar en la radio, pero nos lo impedían. Liberó la enunciación. También las temporalidades, ya no es necesario dividir en bandas horarias por tema».
A pesar del positivismo depositado en el avance teconológico, Rincón afirma que «la exploración sonora no ha comenzado» y que, en la actualidad, «los podcast son apenas gente hablando». El especialista en medios continúa: «¿Cómo decirle a la gente que hay una enorme cantidad de formas sonoras para contar? Hay una enorme cantidad de cosas para eso. Hay que volver a pensarlo narrativamente. Eso habla tanto del podcast como de YouTube y otras plataformas».
Autorreferencialidad del discurso, arbitrariedades sobre el uso de los tiempos y los sonidos, son algunos de los «ruidos» que Rincón percibe en un mundo que, aun en nacimiento, ya se ha inventado su manual de reglas propio de un gueto. En ese sentido, Rincón apuesta a una ruptura en profundidad de las posibilidades creativas para vitalizar el soporte teconológico, como modo de erradicar vicios de la radiofonía que aun habitan en los podcast.
Quizás sea una buena oportunidad para animarse a reformular la vieja máxima de Bertolt Brecht: un podcast que tiene algo que decir y no encuentra oyentes está en una mala situación, pero todavía están peor los oyentes que no encuentran un podcast con algo que decirles.