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Cómo se las ingenian las universidades para continuar las clases en plena cuarentena

Imagen: UNSAM

Tras cerrar sus puertas en sintonía con el aislamiento social decretado por el gobierno a raíz del avance de la pandemia, las universidades adoptaron la aplicación del sistemas de educación virtual para no perder clases durante el primer cuatrimestre. Esta experiencia conlleva dificultades por el brusco cambio para docentes y estudiantes. Sin embargo, los especialistas consideran que «es posible» el proceso a distancia y que dejará su huella en los modos de enseñar y aprender.

En la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) venían trabajando desde hace veinte años con la modalidad a distancia, pero no directamente en las carreras de grado, más allá de pequeñas excepciones. Sí en posgrados y cursos de ingreso, de modo que trasladaron a las cátedras las lógicas allí utilizadas.

«Con todas las dificultades de por medio, la educación a distancia es viable. Esto va a funcionar. Lo estamos atendiendo, sobre todo en los primeros años, que es la masividad. No estamos pensando que todo el año va a ser así, sino que necesitamos arrancar, acompañando las decisiones que vienen del gobierno y planificando para adelante», dijo a Contexto Alejandro González, director general de Educación a Distancia y Tecnología de la UNLP.

La decisión de avanzar con clases desde los hogares había sido sugerida a las universidades por el ministro de Educación, Nicolás Trotta, quien en una reunión entre distintos actores del sistema educativo antes del inicio de las cursadas, instó a las casas de estudio a que implementaran modalidades de enseñanza a través de campus virtuales o cualquier otro entorno digital.

Antes del COVID-19, el uso de los canales virtuales por parte de los docentes abarcaba los grupos en redes sociales o sitios web de las cátedras como los más utilizados para el envío de materiales, trabajos prácticos y evaluaciones. En algunos casos, también las aulas web. La actualidad ubica a los docentes en el desafío de, más allá de preparar la clase, mediarla con las herramientas tecnológicas. González adelantó que, cuando todo vuelva a la normalidad, estas lógicas virtuales podrían continuarse como parte de la enseñanza.

«Esta opción pedagógica a distancia va a dejar un rastro, un sesgo para muchos docentes y estudiantes que quieran darle continuidad porque le encontraron la vuelta. Esta experiencia va a atravesar los modos y costumbres de alumnos y estudiantes, y bienvenido sea», afirmó. «Quienes se apropien de las herramientas se van a incorporar a la extensión del aula, es decir, la sensación de que el aula se puede continuar en las casas es algo que probablemente quede instalado y acompañe el aprendizaje», añadió.

Desde la Universidad de San Martín acercaron una serie de propuestas a sus docentes, donde definieron dos tipos de estrategias pedagógicas. Indicaron que la sincrónica permite que docentes y estudiantes interactúen al mismo tiempo. Por ejemplo, una clase clásica a distancia. «Su mayor aporte es ofrecer un espacio de diálogo fluido, asegurando el acompañamiento emocional y la fidelización con la materia. Es necesaria para generar acuerdos y, sobre todo, para sostener la experiencia de comunidad entre docentes y estudiantes», afirmaron. Pero alertaron que esta estrategia trae aparejado el riesgo de que queden excluidos de la clase aquellos estudiantes que no dispongan de dispositivos personales y de buena conexión en el momento coordinado con el o la docente.

En la asincrónica, más usual, las y los estudiantes pueden abordar la experiencia de formación en diferentes momentos, de acuerdo con sus tiempos. «Diversifica las propuestas» y permite «reducir el impacto de las condiciones socioeconómicas de los/as estudiantes en su participación, aunque no del todo», señalaron desde la UNSAM.

Desde esta casa de estudios recomendaron a los docentes que elaboren experiencias posibilitadas por las ventajas de la tecnología, más allá de prácticas habituales como subir documentos en PDF o privilegiar las clases virtuales sincrónicas.

«Reducir el tiempo consagrado a la exposición de las nociones y favorecer su apropiación creativa y colaborativa, a través de espacios de discusión y producción del saber, nos parece una estrategia pedagógica más ajustada a la situación», detallaron.

La situación no está exenta de marcados obstáculos, sobre todo porque la gran mayoría de las y los docentes no estaban habituados a la modalidad totalmente virtual, propia de este contexto de excepcionalidad.

«Si bien los estudiantes la mayoría recibió muy bien esta modalidad de trabajo, otros manifiestan algunas inquietudes y les cuesta más adaptarse a estas nuevas herramientas. Por ese motivo se creó especialmente una casilla de mail institucional a través de la cual se les brinda información y se responde a sus dudas para llevarles tranquilidad», explicó Mariana Vera Rossi, coordinadora académica de la Universidad de Tres de Febrero. Y añadió que docentes y estudiantes recibieron capacitación en aulas virtuales sobre el uso de la plataforma virtual. Además, se los capacitó en distintas herramientas, como Zoom o YouTube, para realizar videoconferencias, wikis y foros; también se entrenó en la carga de archivos y en el uso del correo electrónico.

Este tipo de educación no se realiza de modo unánime. Ayer se hizo público un reclamo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU), quienes enviaron una carta a las autoridades para pedirles que pongan en práctica un programa de clases a distancia para no perder el primer cuatrimestre. Las autoridades adujeron varias complicaciones técnicas y pedagógicas. En otras facultades de la UBA, como la de Derecho, sí se implementan las clases virtuales.


 

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