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Gata Fuego: nuevas vidas

Por Ramiro García Morete

“No te prometo ser lo que esperas porque eso está en tu cabeza”. Estaba en Río do Janeiro y por primera vez vio una roda de calle. Había decidido comenzar el año allí, sin compañía y sin mayor expectativa. “Las expectativas… el gran miedo humano”, dirá. Lo cierto es que aquellos “obreros que salen de laburar y se ponen a tocar” y descubrir “la corchea con swing” la interpelaron al punto de decir: “La samba me cambió la vida”. Una vida que en diversas formas y búsquedas siempre estuvo signada por la música. No solo por aquellos cd´s de Supetramp o The Police que su padre hacía sonar en la casa de Los Hornos. Tampoco por su paso casi una década atrás por un programa de talentos en televisión abierta, donde demostraría asombrosa capacidad para imitar y que le abriría varias puertas que le interesarían.

Quizá tuviera que ver con algo más profundo, permanente y a la vez cambiante: su voz. La que usaba a los gritos para imitar a la Sole subida al pupitre del Normal 1 revoleando el guardapolvos junto a su amigo Fran. La voz que a través del teatro y de los estudios de comedia musical le revelaron alrededor de los diecisiete. “Mucha liberación -sentiría-. Con el canto puedo expresar como pasa con el teatro, pero la paso mejor”. Esta autoproclamada “licenciada en abandonar carreras” nunca dejaría sin embargo el aprendizaje musical, ya fuera en Bellas Artes o en la EMU. Puede que en el medio de todo ello -algunas precisiones temporales se disipan- hubiere cantado en alguna banda de cumbia pop. Puede que antes de aprender diversos instrumentos se las arreglara para hacer alguna canción que sin embargo solo registraría en su cabeza.

Lo que no se borraría es una idea clara: su prioridad sería la música. Por eso aquella noche en la casa de Julieta Sáenz Cohelo lindante al barrio de La Terminal le pidió que la ayudara a destrabarse. Junto a Ariel Giordano y desde el Sindicato de Manijas serían su “F5” para actualizar aquel gusto por Nina Simone, el jazz, el soul y eso que desde adolescente definía con el eufemismo “música para coger”. Ahora encontraría ese sonido en Hiatus Kaiyote, Childish Gambino o Jacob Collier. Y más que nada, entender la composición más allá de melodía y armonía. Partir del ritmo, como los brasileños de la roda. En su mundo, todo ello tiene cohesión y sentido. Como las clases de Marian, cuando a través del tango y la bossa comenzaría a hallar finalmente su voz.

Todo ello puede caber en una sola canción, aunque fuera escrita ocho años de su publicación y ahora remita J. Dilla o al chill hop. Sin importar lo que espera el resto.  “Yo no” se llama su primer simple a pesar de un largo camino. Y es que es necesario probar y moverse, saber lo que no se es o no se quiere para entender lo que sí. Y ella, Agata Medina, es Gata Fuego.

“Creo que es una posición más para mí que para el resto -dice la artista sobre su sencillo-. Tiene que ver con esto de cumplir o no expectativas. Las expectativas… el gran miedo humano. No se puede vivir sin ellas. Porque dan cuenta de que a uno le pasa algo con lo que está viviendo. Está bueno, si no pasa falta el alma. El tema es que no te dominen”. La canción en sí llevaba muchos años guardada y “paradójicamente fue una traba”. Por eso reconoce el resultado de un proceso: “Pasé por un montón de crisis, pero también utilicé ese tiempo para aprender y estudiar con grandes profesionales. No frenas nunca de estudiar. Gente que admiro. A través de los años, y de llevarme cierto chasco”. Y añade: “Por eso la auto referencia del ´yo no´. Siempre puse por delante la música con quienes me he relacionado. La prioridad es resolverme yo como profesional y sentirme realizada. No necesito una pareja. Me gusta porque soy súper compañera. Pero no es una prioridad para mí y nunca la fue. La relación más difícil es conmigo”.

La producción de Sáenz y Giordano fue esencia. “Necesito ayuda, porque estoy reacia a la tecnología -dice que sí está acostumbrada a grabaciones más “analógicas”-. No se puede laburar solx. Esto se hace en equipo. Está muy delegar. Para que se dé el lenguaje sea común. Los tres escuchamos música variada, pero creo que tiene un hilo. Quizá ellos están más en los sonidos”. Y define sin rodeos: “Yo particularmente desde adolescente dije quiero hacer “música para coger”, introduciendo en clima, que podés escuchar en un viaje largo. Es re difícil y dale con las etiquetas… es una mezcla. La música nace como una mezcla y la catalogamos para entender más o menos cómo va”.

Versátil y activa, Agata también forma parte de la productora audiovisual Ojo Emergente y Mina Producciones. Mientras tanto espera un nuevo corte: “Está por salir. Mi idea es hacer más canciones con participaciones de mujeres. Ya que no se cumple el cupo en los escenarios. Y respecto al sonido, confío también en los sonidos que proponen Juli y Ari. Yo quiero que haya diferencias, pero que se note que es parte de un mismo concepto. Una persona que ha pasado por distintas etapas”.

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