Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Olguita Elguera y Edu Morote: desde el alma

Por Ramiro García Morete

 

“¿Para qué recordar dulces horas del ayer/ Si yo sé que tú ya no quieres volver’”. Al volver de aquel viaje al norte -que caprichosamente ubicaremos en el 2009-  Ale había traído un charango  y Eduardo se había quedado con muchas ganas de conseguir una mandolina. “Mamá tocaba una”, le revelaría  su padre Moro. La abuela Olga. U Olguita, perdón: “Siempre Olguita, como yo soy siempre el Edu”, confirmará con gracia.

Veinte años atrás-en pleno auge de “La Lambada” – la había conocido tras cuatro largos día de ómnibus que lo llevaron un inolvidable verano  en Piura. Ubicada el noroeste de Perú, la ciudad cobijaba una parte de su familia que con trece años descubriría  lleno de afecto. Y también costumbres que llamarían su atención, como aquella de bailar tras las cenas o reuniones. El Tío Enrique –hermano de Olguita – no solo tocaba el piano sino también la percusión con cucharas. La Tía Betty, la guitarra. Su abuelo era tan fanático de Gardel que de joven se vestía y peinaba como él y  cuando Moro vino a la Argentina a estudiar Arquitectura, lo acompañó para quedarse unos días.  “Siempre estuvo presente ese escenario musical”, evocará Moro, melómano y guitarrista aficionado.  Pero para “el Edu”, todo aquello de Chabuca Granda y demás- si bien le atraía-  le sonaba a “música romántica”. La percusión y los ritmos folklóricos llegarían en la primera juventud, básicamente como un complemento de sus estudios de batería. A decir verdad, solo había conectado poderosamente cuando vio que su primo tenía el cassete de “Ruido blanco” de sus amados Soda Stéreo.

Pero Olguita no tocaba. Al menos en aquellas sobremesas de 1990. La mandolina había quedado a guardada por ahí, como esos folletos de un tiempo dorado que un día desempolvaría la tía Matilde. “Canta Piura Canta” se llamaba el ciclo que en los ´40 aglutinaba desde Radio Piura a toda la comunidad artística de la ciudad.  Entre otros números que iban del radioteatro a músicos replicando el repertorio de Agustín Lara o Jorge Negrete, se podía leer el exultante auspicio: “Olguita Elguera, gran cantante de voz tropical que cosecha triunfos en Radio Piura”. Con dieciocho años resplandeciendo en la foto y poco tiempo antes de dedicarse a la vida familiar, el programa anunciaba  “algunas composiciones de letra y música propia que ejecuta con toda habilitad y verdadera maestría artística; sus actuaciones son muy sintonizadas en las que pone su emoción pura y sublime de su arte”. Y entre todo ello, algunas letras pertenecientes a Olguita. O como la anunciaban también “El alma que canta”. Pero ningún registro sonoro. Al  igual que ciertos amores intensos  que bien narran los boleros, su carrera musical quedaría postergada a la distante y disipada geografía del recuerdo.

“Tenés que hacer una canción con esto”, bromearía Moro por Whatsapp a mediados  del año pasado. Con más de cuarenta años, el Edu ya estaría constituido como uno de los bateristas más respetados del under con un estilo versátil, preciso y profundamente musical cuya nobleza  se percibe en su toque. “Puedo asegurar sin dudas que es uno de los grandes bateristas de mi generación”, dirá con justicia Shaman Herrera, compañero de Sr. Tomate y Los Pilares de la Creación. “Edu es el tipo con el cual querés compartir un proyecto. Tiene que ver con su temple y empatía para trabajar”, acotará Julian Rossini, secuaz de varios proyectos como La Orquesta Latinoamericana de La Casita de los Pibes. “Un baterista con una sensibilidad única. Medio que la clasificación batero le queda muy chica”, aportará el ex Güacho y actual LMDG, Lisandro Castillo. Con pericia para otros instrumentos, el baterista estable de Sara Hebe había aportado arreglos o melodías para sus bandas pero jamás había encarado  la labor  como cabeza.

En el 2009-seguiremos utilizando esa fecha- Edu compró una mandolina y con Ale no pararían de armar cosas junto al charango para Sr. Tomate. “Elesplit” (magnífico disco y  registro de época que adelantó la explosión de lo que la prensa llamó Indie) daría testimonio. Al fallecer Olguita, Moro traería en otro viaje esa mandolina que en vida le había ofrecido a su nieto. Con ambas y estudiando el repertorio de los programas de Radio Piura buscando versiones de Youtube, el fin del año 2019- esto podemos afirmarlo- encontraría al músico platense e hincha del Lobo encarando algo más que una canción: una historia.

Con una pequeña ayudita de sus amigxs, musicalizaría versos olvidados por casi 80 años. Primero maquetearía con MIDI, pero luego grabaría como a él le gusta: tomas completas, sin cortes, al natural. Teclados, percusiones. Y la mandolina, claro. Y luego el elegante piano de Rossini. Y luego la voz de Poli, carente de floreos y exageraciones, pero con la emoción inherente y  esa autoridad que otorga la verdad misma.  Con la boca pintada, peinado de época y ojos profundos y negros, Edu diseñaría junto a su compañera Ire la portada  para la primera edición oficial de la obra de Olguita Elguera: “Para ti”. ¿Para qué recordar las duces horas del ayer? Para ti, Olguita. Y por y para la música, esa viva forma de memoria.

“Grabé todo en la compu, medio con cosas midi-introduce Morote-. Muy tecnológico, al principio. Como  no me gustaba mi voz y nunca canté, pensé en  Poli. Además calzaba justo.  Hicimos dos tomas y le dio un poco de su onda  y fraseo”. De entonces regrabó todo de modo orgánico. “Me gusta la toma entera. No me gusta hacer un ´frankestein´ porque no lo s é hacer más que nada. Prefiero tocarlo una vez y que quede. Además  me parecía que era la onda del tema”. Respecto a desafío de musicalizar una letra,  “creo que es la primera vez. Generalmente es al revés. En Sr. Tomate  yo le pasaba ideas a Poli y ella le ponía la letra”.

Con muchos años participando de proyectos compartidos o comandados por otras personas, esta experiencia puede ser el principio algo.  “Por ahí arranco. Por ser baterista o porque estoy acostumbrado a trabajar en grupo, no puedo hacer algo solo. De hecho cuando practico con la bata enseguida me pongo auriculares para tocar arriba de algo. Lo que me di cuenta es que lo puedo hacer. Siempre algo con invitados, claro. Lo veo más cerca que antes. Antes  ni lo pensaba…parecía imposible. También tiene que ver cómo se dan los tiempos. Van pasando cosas…De repente puedo usar una compu. Y que tengo un montón de amigos o  de gente cercana con la cual me resulta sencillo pedirle cosas. Una red, porque hago lo mismo con los proyectos de los demás. Muy de La Plata ¿no? O de mi gente…”