Desde que se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio, las y los docentes junto con el personal auxiliar se organizaron para repartir los bolsones de comida para las y los alumnos que no pueden acceder a los comedores del Servicio Alimentario Escolar (SAE). La tarea es ardua y, a pesar de que los alimentos llegan masivamente a las manos de las familias, son múltiples las dificultades que se afrontan por la compleja situación que provoca la fuerte merma de la actividad por la pandemia, sobre todo en los sectores vulnerables, donde abunda el trabajo informal.
Los bolsones llegan a las escuelas que cuentan con comedores o merenderos, uno para cada alumno por un valor de 750 pesos. Se entregan cada quince días, por lo que la inversión es de 1.500 pesos mensuales por parte del gobierno de Axel Kicillof, que casi triplicó los fondos destinados al SAE durante abril. Las familias los retiran en los establecimientos, y abarca los niveles de inicial, primaria y secundaria.
En La Plata, según estimaciones de los sindicatos docentes, el 80% de las escuelas que poseen comedor se encuentran repartiendo la mercadería, que consiste en productos secos como arroz, fideos, legumbres, harina, polenta, y también puré de tomate, leche y aceite.
Sin embargo, quienes están en contacto con los padres y madres advirtieron que existen «múltiples irregularidades y faltantes» de parte de la gestión municipal de Julio Garro, que se encarga de la planificación de la distribución. «Notamos muchas irregularidades y faltantes. En los bolsones faltan leche y aceite. Y también hay demoras en la llegada de los bolsones, que en algunos casos viene sin envasar», afirmó a Contexto Paula Tardón, secretaria gremial adjunta de Suteba La Plata, quien también apuntó al Consejo Escolar -dependiente de la Comuna- por las insuficientes provisiones de insumos de higiene y de prevención ante el COVID-19.
Los sindicatos y las organizaciones sociales son los sectores presentes en la primera línea. Sus miembros, junto con representantes del municipio y la provincia, se desempeñan en las escuelas platenses. Según datos de Suteba, entre los tres niveles educativos se reparten alimentos en 271 escuelas. En la última entrega fueron 63.000 bolsones.
Uno de los principales obstáculos para acceder a los bolsones son los mecanismos de distribución. En el casco urbano de La Plata, asisten en buena medida alumnos y alumnas de la periferia platense a los que les resulta complejo atravesar largas distancias para hacerse de la comida. Por esto, las escuelas piden una redistribución que les permita hacer trayectos más cortos.
«Existen muchas complejidades en la logística y entrega. El distrito es muy grande y esto implica mucha planificación y organización, pero vemos fallas en la articulación en la entrega de los bolsones. Muchas familias no son de la zona de la escuela, porque la eligen de acuerdo con la cercanía a los trabajos», indicó a este diario Fabiana Berardi, secretaria general de Udocba La Plata.
La gremialista añadió que es recurrente recibir bolsones con incorrectas distribuciones de los productos, por menores cantidades o por faltantes. «Recibimos reclamos porque llegan menos productos y porque se demora la provisión de insumos de higiene», detalló.
Cómo siguen las clases virtuales
El objetivo de continuidad pedagógica a través de los programas virtuales que aplicaron los gobiernos nacional y provincial choca con la falta de conectividad o dispositivos en las casas, más aún en aquellas de bajos recursos. Un problema agravado por los recortes en la entrega de netbooks por parte del gobierno de Mauricio Macri.
Como contrapartida, recientemente el Ministerio de Educación informó que entregará 135.000 computadoras a municipios y provincias para reducir la brecha digital. Son las que el gobierno de Macri no entregó y abandonó en un depósito del Correo Argentino en la localidad de Tortuguitas.
Este problema impacta en los niños y niñas, que deben recurrir a los cuadernillos de papel que se distribuyen junto con los bolsones y recibir la asistencia de padres o madres. Pero la metodología virtual en el marco de fuertes desigualdades también afecta a las y los docentes, que deben hacer malabares para darle forma y continuidad a las clases. «No hay una continuidad pedagógica, sino una discontinuidad. Esta situación es anómala. Claramente la provincia e incluso La Plata tiene una heterogeneidad muy grande en cuanto a las familias que asisten a la escuela pública», dijo a Contexto un docente consultado de nivel primario.
«La planificación de las tareas cambia en función de si tienen o no conectividad. Y si tienen conectividad, qué dispositivo y qué cantidades. Las niñas y niños no son autodidactas ni sus padres son maestros», agregó. Y refirió también a otra problemática de este contexto: la sobrecarga de estudio. «La cantidad que se debe enviar de tareas a realizar tiene que contemplar esta heterogeneidad, que además es social y económica. Y las evaluaciones, plantear la contención y los procesos de aprendizaje por sobre la evolución punitiva».
El gremio nacional Sadop (privados) difundió datos de una encuesta realizada a 8.000 docentes de todo el país que refleja el nivel de sobrecarga que atraviesa la docencia. Un 45% de los encuestados manifestó «agobio» por combinar todo el tiempo tareas domésticas y laborales, mientras que un 35% afirmó tener más tareas de lo habitual en el ámbito de trabajo. También señala que altas proporciones de encuestados manifestaron dolores persistentes en músculos y cabeza y problemas para dormir.