Por Ramiro García Morete
“Una gota trae la vida y más gotas hacen un río/ los peces se multiplican, los campos han florecido”. Algunas veces las cosas se dan así y una lleva a la otra. Por básico que suene, fluyen con la naturalidad de río o ineludible devenir de las estaciones. Como cuando diez años atrás aproximadamente (“no soy bueno con las fechas”) adquirió su Rómulo García de cuerdas de Nylon en la calle Talcahuano. Atrás quedaría la Ibanez azul metálico, al igual que Semidesnudos y la pasión por el rock que supieron encender Los Piojos, los discos de su hermano y la explosión del grunge. Y es que además de los vinilos de León Gieco, Silvio Rodríguez o Víctor Heredia, la criolla siempre había estado en la casa de Las Quintas. Su padre, quien de joven tocó con “Los Arcángeles”, no solo tocaría folklore en las sobremesas sino que los registraría junto a sus hermanes cantando un grabador de una sola cassettera.
“Esa sensación de que no sé qué me espera/ ni adónde voy”. Una cosa lleva a la otra y necesitan tiempo. Seguramente lo aprendió en sus años de cocinero, oficio que lo llevaría a trabajar y andar por distintos lugares, dentro y fuera del país, despertando su “bicho viajero” y bautizando su propio resto bar “Vagamundos”. A la par, álbumes como “Frontera” de Drexler despertarían ese regreso la canción más criolla. Y su estado más puro, como aquella guitarreada en la que su amigo y cumpleañero Juan Díaz lo sorprendería tocando el acordeón. Freddy – ex Semidesnudos y actual Los Viudos- se había comprado un Ukelele, el Tano Peri (¿uno de los mejores guitarristas de la ciudad? Sí, por supuesto) siempre está y estaría con la teclas. Otro más se sumarían y entre ellos el aporte técnico de Alfredo Forte. “Canciones para tomar unos mates” (2012) sería el más que descriptivo título para ese nuevo repertorio.
“Hay veces hay que largar todo y quedarse con poco, con algo que nos alcance”. Sin apuro y sin pausa, el repertorio maceraría y sumaría la voz de Luisina Rubinsky. Ambos generarían, de cierta manera, una sola voz. Aires folklóricos, sonido electroacústico, letras personales y un tono redentor confluirían en un bello disco donde los viajes, la naturaleza y la armonía son los ejes centrales. Suena casi paradójico que durante los ensayos originales en el monoambiente de Diag. 73 y 56 se llamaran “Los Desrpovistos de armonía». Pero a Nazareno Dhroso le gustan el espíritu colectivo, que una mano ayude a otra, que una cosa lleve a otra y así se dio “Pal´Alma”. Como nombre y como norte.
“Básicamente hacemos música popular o fusión -introduce Dhroso-. Folklore cancionero, podríamos decir”. Y en pos de definiciones, acepta con gusto lo de “tono redentor”: “Totalmente. Me encanta esa palabra. Redención. Porque por ahí está inspirado en vivencias personales y a veces momentos que uno ha pasado, siempre buscándole seguir adelante y disfrutar. Lo frágil que somos como seres humanos y a su vez lo inmenso de la vida. Está emparentado con la naturaleza. Como ese poder que tenemos. Y justo que salga en este momento es una casualidad pero a su vez está buenísimo… ojalá le llegue de esa manera. Acompañar en este momento que no es fácil pero que se va a pasar y nos hace valorar de manera”.
Desde esa misma perspectiva se construyó un sonido genuino sin casi sobreproducción: “La verdad que eso se dio natural. Creo que no hacía falta mucho más. Es un sonido acústico, pero de banda. Así que no hay tampoco hay muchos solos. Creo que también está bastante enfocado en las voces”. Y al respecto suma: “Eso también es natural. En definitiva entre las dos voces se construye una sola voz”.
Y en esa línea, sin falsa modestia, interpreta su poética que por clara no pierde valor ni profundidad: “Me gustaría, ojo, tener un vuelo más alto. Pero creo que me siento cómodo que el mensaje directo y simple. Hablo de las cosas que veo y que siento. Y las digo de esa manera. Tampoco me enrosco mucho en las letras. Salen”.