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Lara Abram: Me dejo mover

Por Ramiro García Morete

“Fuimos aprendiendo al tiempo que transcurría el momento cómo necesita el cuerpo hacerse cargo del sentimiento». Aquel domingo de otoño llovía y ella ama los días nublados. En la casa de Parque Saavedra había un patiecito, una puerta ventana y aquel año había cosechado. Ese era su primer espacio propio en La Plata, tras los intensos años porteños donde la danza la había llevado al Alvear o El Globo o momentos impensados como compartir escenario con profesionales del Colón o el San Martín. O a decir verdad, no tan impensados si pensamos en la niña de seis años que a partir de una escoliosis comenzaría a pasar gran parte de su vida en el Instituto de Arte de Junín. A una cuadra de su casa, la niña veía tanto a la Nené Gralatto como a sus padres.

Al terminar la secundaria y ya con el profesorado de danzas, el Centro Coreográfico Sibila sería su destino y Capital, esa “ciudad monstruo”, le abriría un mundo. Con internet y mil ofertas tangibles al alcance, se acercaría al rock o músicas más populares esta muchacha que si bien amó “Pies descalzos” de Shakira, había pasado gran parte de su vida con música clásica de fondo. A la par de su crecimiento en la danza -oficio que hoy le da de comer docente en el colegio Cristo Rey- estudiaría Artes Dramáticas y en medio de una relación sentimental se animaría al trombón.

El mismo instrumento que tocaría en Puertas, la “familia platense” que la adoptaría al estudiar música popular cuando necesitó un cambio de aire. Fascinada por las plazas, los mates y un hábitat no tan inmenso, tendría también la oportunidad de finalmente resolver su frustración con las seis cuerdas. Por alguna extraña razón nunca se había sentido capaz, a pesar de su hermano Federico y esa Del Prado que es de ambos y ninguno.

La misma guitarra que tomaría esa mañana, junto a esa ventana y posiblemente con Fiona ronroneando por ahí, para cerrar un vínculo que la tenía a maltraer. “Tu olvido” sería el resultado y tendría forma de bolero. Seguramente, de tanto escuchar “Musas” de la brillante Natalia Lafourcade. También sería el primer tema de varios y la confirmación de que efectivamente podía componer. Y cantar. Y escribir. Y todo, siempre, desde el cuerpo. Así es que decidiría ponerle el cuerpo a un proyecto que incluyera todos sus lenguajes artísticos y a la vez representara la naturaleza del tiempo y de los procesos.

Tras un par de pruebas con covers, cruzaría camino con Cristian Puschel (cantante de Los Cheremeques) para acercarse al mundo de la producción y pergeñar este plan de cuatro canciones cuya primera entrega representa un clima veraniego y concilia sonidos urbanos con aires de bolero. “A volar”, como toda una declamación y el comienzo de “Cícilica”. O de quien habita y asume los sentimientos de ese cuerpo inquieto: Lara Abram.

“Ciclica es o quiere ser una demostración de todos los ciclos que hacen que se generen las cosas -introduce Abram-. ‘A volar’ es el verano de Cíclica. Ahí empezó un mundo nuevo. Me junté con Cristo y empezamos a buscar el sentido musical al proyecto”. Y agrega: “Es mi primer corte musical como compositora, se podría decir. Por suerte estoy acompañada de un montón de artistas de LP que cubren las disintas áreas: audiovisual, arte, producción”. Y agrega: “Soy una afortunada de haber entrado al arte por la danza y desde el cuerpo. Es una herramienta de canalización. De este encuentro desde la corporalidad con la música y de hacer teatro, de juntar herramientas de todos los lenguajes artísticos, surgió la necesidad de generar una obra. Un proyecto que pueda reunir todos los conocimientos que desde chica vengo juntando en una mochila”.

En su autodescubrimiento como compositora, fue importante la influencia de Natalia Lafourcade: «Me atrae su manera de hablar. Y lo variado de su musicalidad”. Si bien el álbum basado en Agustín Lara fue el gran disparador  (“¿viste cuando escuchás un disco y millones y siempre descubrís algo nuevo?”) destaca que la mexicana “genera muchas sensaciones que no importa el género”.

Su amiga Agatha (la artista Gata Fuego) y sus hermanos serían consultores en el “proceso de aceptación. Antes imaginaba que nunca iba a ser capaz. Empecé a tomar confianza y mostrarle a otras personas. El 2018 fue un año 2018 que estuve componiendo mucho”. Y la par, descubriéndose como cantante: “Fue todo junto. Cuando me mude decidí tomar clases con Gaby, que tiene una manera de dar clases desde lo corporal y entendí un montón de cosas. Cuando integré la voz, desde el cuerpo hacia afuera y de afuera al cuerpo. Y también el proceso de avance y crecimiento. Hoy no canto de la misma manera. Hoy me siento más orgánica y hasta con una cuestión de personalidad al cantar. Me dan ganas de indagar desde personaje, de incrementar la actuación”.

Por supuesto que esa evolución interna estuvo influenciada por el contexto ya sea de una ciudad activa así como el creciente movimiento por parte de mujeres y disidencias. “Totalmente -suscribe Abram-. Cuando era adolescente no visibilizaba tanto esa falta de espacio porque en la danza justamente hay lugar. Pero en Puertas éramos trece varones y dos mujeres. Creo que fue justo en que toda esta ola se empezaba a hacer más grande. Ese movimiento de asimilarnos y hacernos valer. Fui afortunada de caer al grupo de Puertas, porque los pibes están empapados en respetar y aprender. Fue aprender a ver esta falta de espacio, siendo que yo venía de otro lugar donde la mujer era central. Sin dudas lo mío va de la mano”.

El 17 de junio, Lara Abram lanzará el track “Me dejo mover” e imagina un futuro más allá de la pandemia para presentarse en vivo. “Hoy día incorporo mucho la tecnología por las posibilidades que te da. Pero no me puedo imaginar sin un bajo humano, sin un groove humano… ¡Toco en Puertas donde somos 14! Pero imagino algo más pequeño. Bastante de la mano con la tecnología, el beat y la pista”.

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