Por Ramiro García Morete
“No es tan bueno estarse quieto, no es tan simple el movimiento”. Para quien vive en cierto modo del ritmo, difícil es hallar la armonía si se detiene. Múltiple y activo, su marcha siempre fue constante. Inclusive durante en los duros años del macrismo, remarcará como un hecho importante. Pero de pronto, esta situación inédita que vive el mundo lo obligaría a quedarse a solas con el suyo.
Mundo-como dijimos- marcado por ritmo, armonía y música desde su casa natal en el Mondongo. Si viene escaparía al mandato tripero del barrio, no lo haría de un destino casi ineludible en el clima hogareño “medio hippies de los ´70” donde convivían vinilos de Spinetta y Zeppelin con Carnota y Farías Gomez. Podría haber sido basquetbolista y de hecho llegaría a ser escolta y muy tirador de triples en la primera de Unión Vecinal. Pero con una madre cantora de folklore (Silvia Gomez), un tío guitarrista (Néstor Gómez) y el otro bajista (Omar Gómez) fue tan simple conseguir profesores para el niño que gustaba cantar como decir que quería aprender. “No tengo problema con el esfuerzo o el aprendizaje”, dirá a pesar de no haber concluido el secundario. “Si me interesa algo lo hago. Ya sea estudiar música o jugar en cuatro categorías o quedarme tres horas perfeccionando el tiro al aro”. “Quiero tocar el bajo”, diría atraído por la notable técnica de su tío y en tres días no solo lo tendría como profesor sino que le sería legado un Squier Precision. Fascinado por la posibilidad de solos o acordes, entendería con el tiempo otras posibilidades menos virtuosas pero igualmente expresivas de tocar el instrumento. Formado también por Vadalá y sus bajos en los discos de Fito, se movería constante y libremente en distintos proyectos y géneros ya fuera folklore o armando Umbra, su banda de rock.
Sin embargo, tres meses atrás estaban ahí todos sus yo-como en cierto modo figurará- atravesando el encierro. Recurriendo a la botella para afrontar el desconcierto, preferiría vaciarla o-mejor dicho- llenarla de música. Después de tantos años de ensambles orgánicos y estructuras horizontales, tendría la posibilidad de experimentar con el midi, los samples y ese “videojuego” maravilloso que es el Fruity Loops. “Si agarro el bajo me duelen los dedos”, bromeará sobre cierta compulsión del nuevo método grabando ya fueran temas propios o versiones de artistas locales o nacionales. Aplicando su interés por los patrones que escapen al hegemónico 4X4, sumaría a bellas armonías distintas capas y procesamientos para editar dos albumes (“Diletante”, “Rai Nau”) y un sencillo (“Cero”). Todo en lo que va de cuarentena. Todo urgente pero logrado, todo lúdico pero sentido. Todo a la manera de Nico Marini, talentoso artista que solo o acompañado sabe que la música – y la vida- se trata de movimiento.
Músico de La Sánchez Viamonte y uno de los encargados de Casa Palta, Marini introduce sobre este abordaje más digital de la música: “Siempre me interesó mucho la computadora dentro de la música. Manejar todo lo que tiene que ver con grabar y mezclar. Soy sonidista, así que me gusta mucho el audio. Me puse a grabar mis cosas y estudiar un poco el midi desde la total ignorancia para acercarme a ese. Tenía un material un poco resuelto a principio de año y partir de la cuarentena tuve tiempo para darle su desarrollo. Cerré un material y quedé más manija…y casi sin querer terminé gestando este producto haciendo la música que quiero hacer y siendo el único que discuto los arreglos”. Marini compara y aclara: “Creo que a los que tocamos en banda, la característica que nos gusta es generar horizontalidad . Tratando de jugar a eso conmigo mismo se volvió una experiencia donde esas discusiones que te las das con vos. Te podes ir al carajo y es un lindo ejercicio, una linda foto. Muestra cosas que quizá de otra manera te cuesta más ver. Decir. eso soy yo. Y está bueno”.
El traspaso del lenguaje orgánico a la producción y el mundo de los beats se facilita si se es un bajista virtuoso: “Siempre tuve un pensamiento completamente rítmico. Me gusta haber estudiado para tener herramientas armónicas. Pero la rítmica siempre la usé desde un lugar intuitiva”. Por lo tanto a la hora de componer “primero armo la batería, claramente y después el bajo. Me gusta experimentar con la rítmica. Que no todo sea 4/4. Al haber tocado folklore y ritmos latinoamericanos, conozco muchas datas que te hace fácilmente salir del ´tutu tu pa´. Aparte de que me divierte me resulta necesario. Cuatro cuartos es solo una de las forma y que no necesitas estudiar música para tocar otras cosas”.
En este experimento, Marini abordó canciones de Umbra, variaciones de temas populares (“Evadiéndome”, inspirada en “Conociéndote” de César “Banana” Pueyrredón), versiones de talentos locales (Leticia Carelli, Franco Coccia) o referentes (Spinetta): “Simplemente traté ponerlas en mis dedos en y en mi voz. Cuando veo que son músicas de amigos o amigas, las hago con amor y respeto, jugando a eso. El otro día vi un artista en una entrevista. Se habla del respeto respecto las versiones. No estoy de acuerdo con eso. ¿Por qué respetar la melodía si a vos te sonó a otra. No debería ser un problema…” Y el asunto dispara sobre una oscilación constante en él: la formación y la intuición. Pero con una premisa: “Lo que más se tiene que notar es la diversión. Dentro de tirar un mensaje o algo que sientas es necesario mostrar que estás divirtiéndote, con placer. Me toco empezar y estudiar porque en mi familia son todos músicos y profes. ´Pero hubiera hecho el camino al revés y hubiera sido lo mismo. La clave está en ser el que quieras ser del manera que te salga. Y cada vez creo más que la formación desde el teoría y desde el lenguaje musical es tan importante… como no. Está buenísima, pero si solamente jugás a ese juego no pasa nada. Está bueno tenerla pero es una cuestión re compleja romperla y salir de ese lugar. También por la forma en que somos educados. Es importantísimo que alguna vez la docencia cambie”.
Sobrellevando la cuarentena y expectante de retomar sus proyectos colectivos, cuenta: “Ahora estoy tratando de estar en los que demanden más tiempo y eso implica tener menos proyectos (risas). Eso es algo que habla un poco de mí. No me perdería de seguir tocando folklore, por ejemplo. Mi veja es cantante de folklore. Así que toco chacarera y la paso bomba. Y también las músicas que voy armando responden a ese bagaje. Trato de hacer que Nico sea muchos Nicos posibles. El artista, el bajista, el cantante, el que hace sonido o el que produce con alguna flashada”.