Por Ramiro García Morete
“Escapé por una ciudad dormida otra vez/intentando algo, algo que me volara en mil pedazos también, que no duela tanto”. Por un momento pensó: “O me voy de vacaciones o me compro una placa”. Hacía algunos años que se había abocado a la militancia, siempre en organizaciones peronistas o gestionando el centro cultural El Conventillo. A un lado habían quedado la SX y esa criolla Gracia, la misma que hoy lo acompaña por la casa y de la que nacen todas sus canciones. La misma que había pedido poco después de arribar a La Plata, cuando la familia se trasladó por el empleo de su padre en YPF.
Ya en Luján de Cuyo, Mendoza, había cultivado junto a sus hermanos el amor por el punk y grupos como Flema, 2 Minutos o Cadena Perpetua. Todas bandas y conciertos que ahora se volverían cercanos, razón por la cual decidirían no volver a Mendoza con su padres. Rampa, uno de sus cuatro hermanes, ya se daba maña con una batería prestada. “Profesor punk” mediante para aprender las quintas, la guitarra pasaría a ser no solo el instrumento que al día de hoy prioriza sino la base para comenzar a componer. Desde The Hosinpat hasta Jefferson Troy pasando por Nona Marta, desde el punk hasta el alternativo pasando por el reggae, la música siempre había sido parte de su mundo.
Pero no todo su mundo. Al igual que sus canciones, atravesadas siempre por un diálogo entre un narrador introspectivo y una conciencia del alrededor: una ciudad dormida, un mundo que es un lugar ajeno para algunes, las risas de un espectador y una mirada universal que se exhibe en el mostrador del triste hombre occidental. Más o menos a la par del gobierno amarillo y “la revolución de la alegría” que lo golpearía como a tantas personas, las vacaciones serían reemplazadas por una Focus Right y el manejo de Ableton, de la mano de quien luego sería su productor: Pedro Cerván (Las Trampas). Y “desde ahí no paré”, dirá.
“El éxodo en el exilio” no solo estaría atravesado por el macrismo sino que constituiría una primera experiencia solista y el rico contraste entre su voz grave y oscura con bases más electro pop. “Todos los huéspedes” tendría un tratamiento más orgánico, pero mantendría ciertos elementos constantes. Por un lado, las guitarras en un lugar protagónico y a la vez de brillo que contraste con su apego por los graves. Por otro, un tono melancólico y oscuro pero no exento de melodía en sus composiciones. Rasgos que abreva “Para mí”, su último simple, pero sumando algún fraseo distinto y si se quiere hasta cierto optimismo: “Para mí tu canto es una ola intensa a punto de romper/para mí tu cara está en la noche larga inundando este mar”. Casi como un anticipo del inminente rumbo de Federico Ramponi o El Feder, que será volver a armar banda y mezclarse con otres. Algo así como una ola cuando rompe y vuelve a ser parte de ese todo que es el mar.
“Un poco la idea de la canción es pensar dónde está lo genial -desgrana Ramponi-. Si es hacerse el gracioso en Instagram o estar en una movilización llenando la plaza. La sensación que tenía que era esa, con una melodía un poco triste o melancólica. Pero me parecía que la pregunta iba por ahí. Hay una idea de romper con esos rostros de mirada única, mirada universal, rostros de confort. Romper con status”. Y lo reconoce como una constante: “En casi todos los temas está la pregunta en el qué hacer y cómo hacer. Cómo ser uno con otres. Un movimiento pendular entre la soledad y la aparición de otres que está presente en todas las canciones”-
“La idea es buscar el formato canción. La voz es bastante grave y creo que le da dramatismo a la cuestión. En cuanto a lo musical siempre busco que la guitarra esté en una zona privilegiada. Soy guitarrista y compongo con la criolla. Eso creo que es predominante. Y me gusta que los graves tengan fuerzas. Y en esta última canción se nota. También tiene que ver con un proceso o crecimiento y años de producción, de pensar a dónde quiero ir”.
Respecto a su “sociedad” con Pedro Cerván, sintetiza: “Yo tiendo a componer como introspectivamente. Trato de generar un ambiente más denso, más profundo. Y Pedro es el que le pone el punchi más popero”.
El músico se encuentra en pleno proceso de redescubrimiento: “Yo canto bastante bajo y es algo que tengo que ver. Hay opiniones diversas al respecto, de mis amigos que son los que me ayudan a pensar. Me siento como con una voz grave, que la canción en sí es un indie pop y la voz tiene ese dramatismo. Es mi forma de cantar. Pero estoy haciendo melodía con el controlador y viendo en qué zona sí puedo ir a unos medios. Está todo por verse”. Y explicita: “Con la cuarentena decidí volver a estudiar mucho lo que es la guitarra y canto. Mi deseo hoy es crecer en lo individual pero con el objetivo de armar una banda. Hay gente que se ha copado y estoy trabajando sobre las maquetas. No quiero ser solo, quiero conectar con otros, componer en grupo. Sentir el vértigo y la adrenalina de los ensayos y de tocar en vivo. Que se escuche ese sonido más orgánico. No me molesta la súper producción, me gusta de hecho. Pero quiero empezar otra etapa”. Para rematar, Ramponi completa: “Lo más importante a la hora de hacer música es salir de uno mismo y en ese proceso estoy ahora. No está bueno meterse hacia adentro sino que lo enriquecedor siempre está conectado con otres. Por eso es que me puse a estudiar y no tanto a componer. Tengo 60 maquetas sin terminar. Pero no las voy a volver a escuchar hasta no definir algunas cosas”.