Por Gabriela Calotti
Fue al secundario en Bellas Artes, pero años más tarde estudió matemáticas. Cuarenta y cuatro años después de haber sido secuestrada en La Plata junto a otros nueve estudiantes secundarios, de los cuales seis siguen desaparecidos, y permanecer en cautiverio en tres centros clandestinos de detención del Circuito Camps, Emilce Moler, profesora de matemáticas y doctora en Bioingeniería, cambió los números por palabras. En la escritura encontró la herramienta para contar su historia.
Recuperar una identidad propia y no aquella que fue construida en los primeros años de la democracia fue uno de los motivos principales que la llevaron a querer contar su historia en primera persona. Abuela de dos nietas, sigue reivindicando la militancia, pero insiste en que hay que estar siempre alertas.
«Escribir el libro La larga noche de los lápices tuvo distintos momentos. Fue un proceso largo y con distintas interpretaciones. Por un lado, la pulsión de escribir la historia, mi historia desde mi propia voz, narrar los hechos, contar detalles, contar con todas las complejidades que tuvo, como toda situación histórica, el secuestro, la detención de jóvenes en La Plata. Lo tenía hace un tiempo, pero no sabía el cómo», explicó a Contexto.
«Lo que no tenía previsto y fue lo más nuevo en este proceso fue que lo iba a escribir yo. No lo tenía previsto porque nunca me dediqué a la escritura, nunca escribí ni nunca tuve el deseo o la fantasía de escribir. No hacía ni borradores (…) Sin embargo, la pulsión de contar en primera persona fue más fuerte, y por lo tanto abordé también los dos hechos conjuntos: empezar a escribir contando mi historia», aseguró Emilce, nacida en La Plata en 1959.
Y el libro dice: «En la madrugada del 17 de septiembre de 1976, hombres armados y encapuchados que se identificaron como del Ejército Argentino me secuestraron de la casa de mis padres; fue la llamada ‘Noche de los Lápices’. Yo tenía diecisiete años, era estudiante de quinto año del Bachillerato de Bellas Artes de la ciudad de La Plata y militante de la Unión de Estudiantes Secundario (UES). Esa noche y otras más de ese mes, diez estudiantes de colegios secundarios fuimos arrancados de nuestros hogares por las Fuerzas Armadas. Seis de ellos continúan desaparecidos: Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro. Otros fuimos liberados luego de años de detención en centros clandestinos y cárceles: Gustavo Calotti, Pablo Díaz, Patricia Miranda y yo, Emilce Moler».
Del centro clandestino de detención en Arana, el grupo de chicas y chicos fueron trasladados al Pozo de Quilmes y a una comisaría de Valentín Alsina, en Lanús, todos en manos de la Bonaerense comandada por Ramón Camps y su mano derecha Miguel Osvaldo Etchecolatz. Después, quienes sobrevivieron fueron a Villa Devoto, en el caso de las mujeres, y a la Unidad 9 de La Plata, en el caso de los varones.
«No me dejaron volver a mi ciudad natal porque me consideraban demasiado peligrosa e irrecuperable para la sociedad, así que quedé bajo el cuidado de mis padres en Mar del Plata, adonde ellos se habían trasladado para empezar una nueva vida», cuenta Emilce en el libro publicado por Marea Editorial. El mismo fue presentado el sábado pasado de forma virtual ante más de quinientas personas que la siguieron desde distintos puntos del país.
En septiembre de 1983 tuvo a su primera hija, Mariana; años más tarde a Pilar, y posteriormente a Joaquín. «Mi familia me ayudó, me impulsó a que esos primeros relatos, que se los escribía para ellos, los dé a conocer en forma de libro», explicó a Contexto.
Su nombre y el de otros jóvenes secuestrados «no aparecen mencionados en la película basada en el libro que dio origen a la llamada ‘Noche de los Lápices’», explica la editorial en la contratapa. «Para muchos militantes y sobrevivientes del terrorismo de Estado en La Plata no comenzó en aquel mes de septiembre de 1976 sino varios años antes», agrega este libro, uno de los pocos escritos por una sobreviviente del terrorismo de Estado en la Argentina.
«Soy parte de esos relatos, de esas memorias, de esos silencios, de esos olvidos, de esas presencias y voces que permiten año a año reconstruir ese pasado», afirma Emilce, quien se recuerda como una «militante abnegada».
Los cuatro años de macrismo, que calificó como un «tiempo aciago», la llevaron hacia ese camino de introspección que desembocó en la escritura, acompañada por su maestro Juan Carrá y por el periodista Martín Granovsky, para quien La larga noche de los lápices «es el libro de una gran compañera».
«Ahora los jóvenes pueden militar sin miedo, pueden disfrutar de la democracia y de la política. Nosotros éramos jóvenes alegres (…) La idea no es transmitir miedo, sino transmitir la memoria y siempre estar atentos a las condiciones estructurales», respondía el sábado Emilce Moler a una pregunta sobre qué le diría a la juventud militante de estos tiempos.
En febrero de 1999, brindó por primera vez su testimonio ante la Justicia como víctima de la represión. Desde entonces declaró en varios juicios por delitos de lesa humanidad. Defensora de la educación como un «terreno en disputa», considera la escuela «como un espacio de transformación», y, desde hace años, cada 16 de septiembre brinda charlas convocada por centros de estudiantes y participa en la marcha que se lleva adelante en La Plata, pero que este año no tendrá lugar por la pandemia.
«Las ausencias me duelen mucho. Este testimonio ayuda a mitigar y a dar un valor a las palabras y a la memoria. Una dictadura es una dictadura y por eso tenemos que defender esta democracia que nos costó mucho conseguir», sostuvo durante la presentación del libro, declarado de interés por Concejos Deliberantes de varias ciudades y por la Legislatura bonaerense.