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La falsa píldora rosa

Por Florencia Abelleira

Siempre estuvo latente el reclamo a la industria farmacéutica por la falta de interés en desarrollar un medicamento para aumentar la libido femenina. Luego de ser rechazado en 2010 y 2013, finalmente la FDA (Food and Drug Administration) aprobó en Estados Unidos el “viagra” para la mujer, un medicamento compuesto por Flibanerina, una droga que actúa sobre los neurotransmisores.

La píldora –de color rosa– fue diseñada por Sprout Pharmaceuticals, y su nombre comercial es Addyi. Es un fármaco no hormonal que se centra en aumentar el deseo sexual, propiedad que no existía en ningún medicamento, ni siquiera en el viagra masculino.

Lo que el pene es al hombre, el cerebro es a la mujer. Mientras que el mayor problema sexual que tiene el género masculino es la disfunción eréctil, en el caso de la mujer es la falta de ganas de tener relaciones carnales, que en el campo de la medicina se traduce como Trastorno del Deseo Sexual Hipoactivo (TDSH). Pero, ¿puede una pastilla generar deseo sexual en la mujer? Según la sexóloga Diana Resnicoff, esto es un gran marketing para los laboratorios. “Pfizer ganó millones de dólares cuando sacó el Viagra, pero llegó un momento en que la industria farmacéutica ya no era tan redituable, entonces los cañones empezaron a apuntar hacia la mujer, buscando alguna pastilla”, sostiene la médica.

¿puede una pastilla generar deseo sexual en la mujer? Según la sexóloga Diana Resnicoff, esto es un gran marketing para los laboratorios.

Según las indicaciones del laboratorio, el fármaco debe tomarse diariamente durante un tiempo prolongado. También se deben tener en cuenta los efectos secundarios, que no son menores: somnolencia, desmayos, náuseas, presión baja y hasta la anulación de un anticonceptivo.

Además, según los resultados de ensayos clínicos dados a conocer por la FDA, las mujeres que recibieron el fármaco reportaron 4,4 experiencias satisfactorias en un mes, contra 3,7 en el grupo que recibió el placebo.

“Siempre el cuerpo de las mujeres ha sido un campo elegido por los laboratorios para vender todo tipo de pastillas, desde la anticoncepción hasta la recuperación hormonal en la menopausia, y sobre todo los psicotrópicos, pues las mujeres en el mundo somos las mayores consumidoras”, expresa Adriana Litwin, la psicoanalista feminista que integra la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. Y agrega: “Ahora se suma el viagra femenino, para incentivar la libido en las mujeres, como si no la tuviéramos”.

“Siempre el cuerpo de las mujeres ha sido un campo elegido por los laboratorios para vender todo tipo de pastillas, desde la anticoncepción hasta la recuperación hormonal en la menopausia, y sobre todo los psicotrópicos, pues las mujeres en el mundo somos las mayores consumidoras”. Adriana Litwin, psicoanalista.

Por su parte, Resnicoff explica que el deseo sexual de las mujeres depende del contexto, de la intimidad, del nivel de erotismo y de la motivación que la mujer tenga. “Lamentablemente es otra manera más de querer manipular la sexualidad y no entender que el sexo en las mujeres es mucho más que una relación pene-vagina”, opina.

Los efectos de ambos viagras fueron descubiertos por casualidad. Originalmente, la droga de la píldora azul –el sildenafil– estaba siendo estudiada para tratar la hipertensión arterial y la angina de pecho, hasta que se percibió que el mayor efecto que causaba en los hombres era erecciones. En el caso de la flibanserina, se trata de una píldora que estaba destinada a combatir las depresiones. Pero las contraindicaciones son muy distintas. La sexóloga Resnicoff cuenta que Addyi “puede provocar líos químicos en nuestra cabeza, subiendo y bajando neurotransmisores como la dopamina y la serotonina. Puede provocar severos trastornos”.

La realidad es que a la flibanserina se la quiere vender como la droga que achica la brecha de desigualdades entre varones y mujeres. Si para los hombres está el Viagra, también debería haber algo para ellas. La pastilla sería revolucionaria: serviría para mejorar la vida sexual de las mujeres. Adriana Litwin se pregunta si este descubrimiento soluciona el problema: “No, lo que hace es dilatar el síntoma y el conflicto no queda resuelto”.