Todo parece indicar que Joseph Robinette Biden, conocido como Joe Biden, será el próximo presidente de los Estados Unidos, aunque es probable que haya que esperar aún varios días para que ello se confirme oficialmente.
Graduado de las carreras de Abogacía, Historia y Ciencias Políticas, dedicó casi toda su vida al ejercicio profesional de la política. Fue uno de los senadores más jóvenes, al asumir ese cargo con solo treinta años, y sería el presidente de mayor edad, al llegar a la Casa Blanca con 78 años.
Fue senador desde 1973 hasta 2009, y desde 2009 hasta 2017 fue vicepresidente del gobierno de Barack Obama. Aunque el contraste con el republicano Donald Trump lo hace ver como moderado, Biden representa el ala conservadora del Partido Demócrata.
Tras las crisis de 2008, jugó un papel clave en el rescate financiero de Wall Street. Como senador, dio un apoyo fundamental a las invasiones a Irak y Afganistán, y como vicepresidente tuvo una clara participación en las intervenciones militares en Libia y Siria.
Sus vínculos con el complejo militar-industrial norteamericano y con los sectores financieros de Wall Street son más que estrechos, pero la necesidad de conseguir el apoyo del sector más progresista del Partido Demócrata lo llevó a modificar su discurso para atraer a los votantes que se identificaban con Bernie Sanders.
Biden impulsó la aplicación de la Ley de violencia contra las mujeres, pero ha sido acusado por violencia de género y acoso, y una colaboradora que trabajó con él en 1993 (Tara Reade) lo denunció por abuso sexual. El candidato demócrata aseguró que todas esas acusaciones son falsas y que tenían como fin desprestigiarlo políticamente.
El actual líder de los demócratas promete recuperar parte del programa de salud impulsado por Barack Obama (conocido como «Obamacare», que luego fue dado de baja por Trump), que le permitió a millones de norteamericanos de escasos recursos acceder al sistema de salud.
También propone un cambio rotundo en la política respecto de los migrantes. Cabe remarcar que durante la Administración de Donald Trump se vieron imágenes terroríficas de niños separados de sus padres y puestos en jaulas, a lo que se sumaron las denuncias de que varias mujeres migrantes que estaban detenidas fueron sometidas a esterilización forzada.
Todos los analistas remarcan que Biden tuvo un rol fundamental en la política exterior del gobierno de Barack Obama. Esto no parece un dato muy positivo. Durante esa Administración (2009-2016), además de las guerras contra Libia y Siria, a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado, Estados Unidos estuvo vinculado a los golpes de Estado contra Manuel Zelaya en Honduras (2009), Fernando Lugo en Paraguay (2012), Dilma Rousseff en Brasil (2016) y el intento de golpe contra Rafael Correa (2010).
Las mayores expectativas están dadas en la posibilidad de retomar la política exterior que, en los últimos meses de su gobierno, Obama tuvo respecto a Cuba. Durante el gobierno de Trump no solo se destruyeron esos avances, sino que se aumentó la agresión contra la isla.
Respecto de Venezuela, no se esperan cambios en la política de hostigamiento hacia la Revolución Bolivariana, ni tampoco que cese el injerencismo hacia el resto de América Latina.
Tanto Biden como Trump representan la estructura del poder que se ha impuesto a Estados Unidos: gobiernos de hombres blancos, de más de setenta años, millonarios, ultrarreligiosos y convencidos de un destino manifiesto que llevará a Estados Unidos a regir por la razón o por la fuerza los destinos de la humanidad.