Por José Manuel Welschinger Lascano
Con “Kiosco de Retratos”, la galería de la Escuela de Artes y Oficios del Teatro Argentino de La Plata inaugura su primera muestra fotográfica, una muestra-performance que puntualiza sobre la relación entre el mercado y el arte, ese espacio de profundas disputas conocido como la industria cultural.
La galería se encuentra dividida en dos mitades simétricas: de un lado, el público recorre la semi habitación en círculos, observando la exposición fotográfica sobre los muros; del otro, Nazareno Borrach (Zanarenco), cubierto con el arquetípico overol azul de obrero industrial, atiende a las personas que se acercan para ser retratadas.
El precio lo pone cada uno, cuando recibe su foto. El haz de luz del proyector, detrás del “Kiosco”, conduce las miradas hacia una pared, donde más de cien retratos van sucediéndose cíclicamente, mientras la música es eclipsada por las voces de los visitantes, que ríen cuando el proyector dispara su imagen.
Las fotografías muestran a personas jóvenes, de noche; algunos sonríen, otros están serios, y hay algunos con una actitud ambigua o enigmática. Es una muestra radiográfica, donde quedará registrada la cotidianidad del año que estamos transitando. “La muestra se llama Kiosco –explica Zanarenco– porque propone una reflexión entre el arte y la industria, y el rol que cumple el artista dentro de esa relación”. Nazareno cuenta: “Surgió con la idea de fusionar dos actividades: el retrato social al que me dedico y la producción artística que busco”. El resultado es lo que se expone en la muestra-performance, durante la cual el artista continuó trabajando sin recreos.
Se trata de la primera muestra fotográfica en la galería de la TAE, y la tercera exposición artística desde la inauguración del espacio. Primero fue la instalación lumínica “Un bosque enredado”, de los diseñadores Ivana Crivos y Cristian Izurieta; luego llegó el Colectivo Eterno Bisiesto con una muestra heterogénea de artistas emergentes. Y ahora Zanarenco, con los retratos urbanos y cotidianos que realiza todas las semanas en los espacios culturales.
El autor comenta: “Básicamente, en Kiosco yo tengo un puesto armado, y durante mi exposición sigo trabajando, en lugar de estar relajado con una copita en la mano. Quise juntar los dos universos: el de mi trabajo de todos los días, con la composición de mi obra. Principalmente porque en algún momento sentí que hacer uno me quitaba las horas que necesitaba para el otro. Entonces intenté que convergieran en la muestra”.
Aunque, partiendo de esa base autorreferencial, Zanarenco observa en ese punto una problemática global en la que se encuentra la mayor parte de los artistas. “Hay una reflexión sobre esa figura anti heroica del artista que tiene que perseguir la obra y ganarse la vida al mismo tiempo”.
La búsqueda del equilibrio entre las dos cosas tenía el objetivo de llegar a la gente; ser contratado para los retratos, a la vez que desarrollaba su obra. “También lo utilicé como una manera de conseguir cierta disciplina y constancia en el ejercicio del arte”, comenta Nazareno Borrach. A su vez, los retratos le ofrecen al artista cierta facilidad para entrar en circulación, ya que las fotos se mueven principalmente por Internet, cuando las personas que son retratadas las comparten por medio de las redes sociales.
“Hay cierta captura del ámbito nocturno, de gente vinculada al mundo del arte –comentó Zanarenco–, pero con un enfoque que de alguna manera se aparta de la mirada industrial y comercial del arte, donde se refleja la construcción identitaria de las personas en la contemporaneidad”. Durante la muestra, el público puede verse, encontrarse y generar el reconocimiento intersubjetivo, que es el centro de la propuesta de la muestra-performance. “Entiendo que yo trabajo con la construcción del Otro –concluyó Zanarenco–, la construcción de identidad. Es algo cuyo circuito termina en las redes sociales, con la interacción que se da entre esas personas”.