El cierre de 2020, como suele suceder cuando se atraviesan los últimos días de cada año, llama al análisis, el balance y la necesidad de proyectar los posibles escenarios para el futuro.
La pandemia y la intensidad de los procesos políticos marcaron a todo el mundo, especialmente a los países del continente americano. Con millones de contagios y cientos de miles de muertes, levantamientos populares, elecciones, intentos de proscripción, procesos de desestabilización, amenazas de invasión y plebiscitos, los pueblos de la región vivieron con intensidad el acontecer de 2020.
Para analizar lo que pasó este año en la región y conocer cómo avizora el 2021, Contexto dialogó con Carlos Raimundi, embajador de Argentina en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Raimundi señaló que «en el balance del año 2020 en política internacional se cruzan dos vectores, uno que ya venía de arrastre en los últimos años, que es la emergencia de un nuevo eje geopolítico euroasiático, que no solamente arroja indicadores potentes en términos de comercio exterior y de acuerdos de inversión, sino también en la construcción de una nueva institucionalidad, que por primera vez desafía a las instituciones del capitalismo anglosajón».
Esta tensión, «podría definirse en términos de Estados, donde uno de los bloques tienen el centro en China y el otro tiene centro en Estados Unidos, pero creo que es más elocuente platearlo en términos de grandes sistemas de gobernanza».
«El capitalismo financiero trasciende las fronteras de un país e implica un sistema trasnacional que le da cada vez más poder a los grandes conglomerados, ya sean de petróleo, de armas, de medicamentos, y a la luz de los últimos sucesos, a los grandes servidores de la tecnología digital, cuyos niveles de ganancia fueron los que evitaron el desplome de las bolsas financieras compensando la caída de los sectores industriales. Estos grupos de poder no solamente han acumulado riqueza, sino el control de los algoritmos a nivel mundial, y por lo tanto son un factor de riesgo para la soberanía política de los Estados, que deberían intervenir frente a esto. Del otro lado, se encuentra un grupo de países que sostienen la estatalidad», afirmó.
El diplomático sostuvo que «frente a este vector que ya venía transitando el mundo se le cruza la covid-19, con la implicancia de una caída fuerte del consumo, enfrentándonos de manera mucho más directa con la insustentabilidad del modelo de explotación de la tierra, el incremento de la incidencia de los grandes servidores digitales y el valor de lo público, nadie le pidió a un emprendimiento privado, personal o grupal, que se encargue de la estructura en el sistema de salud, sino que se le ha reclamado al Estado, es decir, el Estado como responsable de administrar lo público es quien ha tomado un rol preponderante y debe seguir teniéndolo en la relación con los mercados, en la relación de imponer reglas a los mercados para que las sociedades se desarrollen a partir de valores universales y no de intereses privados».
«La incidencia de las redes sociales sumadas a la aparición de algunos liderazgos que han tenido mucha prepotencia en su retórica, en sus actitudes, en sus gestos, ha creado un clima de odio, de resentimiento muy fuerte en una cantidad enorme de sociedades, no solamente en América Latina, sino que esta polarización está presente en muchas áreas del planeta. Eso ha dado lugar a la aparición de organizaciones de ultraderecha que cuestionan la democracia, que cuestionan la multiculturalidad, la diversidad, y se aferran a valores extremadamente sectarios, racistas, discriminatorios», agregó.
Raimundi sostuvo que «entre esas dos grandes corrientes, la que prioriza lo individual y las corrientes que priorizamos la cooperación, la solidaridad, es que se debate el mundo. En una mirada exclusivamente fundada en el eficientismo económico o en una mirada humanista, social y solidaria de cómo organizar la sociedad».
Respecto de las perspectivas de la región hacia el 2021, el embajador argentino en la OEA sostuvo que «la situación de América Latina es esperanzadora por el proceso democrático que se viene atravesando y que combina las movilizaciones populares en rebeldía frente a la aplicación de políticas de ajustes severos, con la organización social y política que permita competir democráticamente por la conducción del Estado. Eso reafirma la estatalidad, reafirma la soberanía popular y, por lo tanto, es un dique de contención al avance del capital financiero globalizado y sus distintas formas de actuar».
Raimundi aseguró que «el nivel de participación popular en el plebiscito de Chile y en la elección presidencial de Bolivia, la perspectiva de una elección presidencial en Perú que permita la participación de un polo progresista competitivo frente a las fuerzas más tradicionales, al igual que en Colombia, y las próximas elecciones de febrero en Ecuador, a pesar de todas la artimañas utilizadas para impedir la participación de las fuerzas populares, justifican esa esperanza».
«Además, creo que hay un proceso muy maduro que ha priorizado la unidad de sectores frente a las recetas de ajuste y ha puesto en un segundo plano las diferencias que pudieran existir priorizando la contradicción central que es la posibilidad de desarrollar proyectos de democratización política y también económica y social frente al proceso de concentración de riqueza y de control de los recursos naturales que es el que quieren desarrollar esos grandes conglomerados trasnacionales», concluyó el embajador.