Por Ramiro García Morete
“Yo solo escribo, rimo pensando, ando buscando, yo solo vivo arte innato”. Aquella noche de ranchada por el barrio algo se desbloqueó y las barras comenzaron a explotar en su cabeza. Las nuevas amistades no eran como las del colegio Amuyén, allí donde estaba todo muy delimitado: las chicas escuchaban reggaetón o melódico, los chicos hip hop. Por ellos conocería a Canserbero y por primera vez sentiría que podría escuchar algo así todo el día. Pero entonces ni cruzaba en su mente la idea de rapear. Ni de escribir su propias barras, a pesar de no solo haber leído mucho desde pequeña sino de escribir poemas, cuentos… y hasta canciones.
Y es que en la casa de La Perla la música era, literalmente, el pan de cada día. Apenas nacida y tras vivir en Capital Federal el año en el que la mierda del sistema realmente estalló (2001), su familia volvería a Mardel y el padre baterista armaría un instituto de música y centro cultural. Con el verdadero hogar al fondo –con un patio intermedio- la pequeña saltaba de aula en aula y de instrumento a instrumento con la misma naturalidad que luego tomaría desde el tango al folklore para fusionar con el hip hop. Pero entonces desconocía ese término y en la Ford blanca sonaba más folklore o Divididos. A eso de los diez llegarían los cd´s de Jonas Brothers, Demi Lobato y la fascinación pop.
“Gracias al hip hop tantas cosas yo aprendí”. Pero la adolescencia, la calle y la inquietud la atraerían cada vez más a ese sonido que en su casa solo había sonado por Orishas. Libros como “Generación Hip Hop” le harían entender que el conocimiento también era uno de los elementos de la cultura, aunque no grafitteara o bailara o hiciera beatbox. ¿Rapear? Si apenas veía a La Joaqui o Rose escupir rimas…
“Los veo confundidos y es que no la cachan: ahora el hip hop también es de las wachas”. Sin embargo su afán de investigación sobre el género (musical) expondría la problemática de género. De la mano de Queen Latifah y temas como “U.N.I.T.Y.” indagaría cada vez más en las voces femeninas del rap. Y en su propia voz. Ya no solo probaría con letras de otrxs a solas en su cuarto. Todas esas libretas anilladas que hoy llena (y cuando no hay a mano, papeles sueltos que guarda y van a parar a una caja) encontrarían quién las enunciara. Y aquella noche, mientras veía a sus amigxs caminar, bocetó unas palabras. Si bien no se animó a rapearlas, la recepción fue tan positiva que tardaría poco en proponerle a Matías (Vullk) probar algo de lo que él había ido a aprender a Buenos Aires: producción musical.
“Tengo voz fina/vocabulario grotesco/vocablo de poeta/un estilo no modesto”. Desde aquella primera vez frente al mic en una habitación pasarían solo cinco días para rapear junto su padre en el centro cultural/hogar frente a setenta personas. Y desde entonces, convertirse en poco más de un año en una MC incisiva, de barras críticas y poderosas, de clara conciencia social y generacional sobre una versátil fusión de estilos utilizando sonidos de tango o sampleando a Mercedes Sosa. Activa y activista, en poco tiempo actuaría en la Marcha del Orgullo, el Pre Ella Cultura y el lunes pasado nada menos que en el homenaje a María Elena Walsh que tuvo lugar en el CCK. Shitsistem es el a.k.a. que Juana Passeri tiene cuando le responde con cabeza alta al sistema que dice que no sirve, que es débil para esto. O como agitaban las Actitud María Marta: “A mí me rebota y a vos te explota”.
“HWGA” es su último single de tono confesional y se desmarca de otras producciones. “No solo por la musicalidad, que es más un beat y no tiene ningún instrumento real u orgánico -cuenta la artista-. Es mucho más lento, digamos… tiene otro mood. Y está la letra… Esta fue más personal, más bajón… fue duro, pero salió”. Y asiente sobre la dificultad: “Como que en otros temas hablo sobre mí, pero también hablo sobre otros temas que también no requieren de tanta introspección. Esto era ponerme en bolas, desnudarme frente a un montón de gente que no conozco”.
Shitsistem comenta que “primero voy por la letra y después por la música” y que trabaja mano a mano en las producciones con Don Barreto. Si bien “HWGA” posee un sonido digital, se destaca en temas como “Huyan” o “Arte innato” el sonido orgánico. “Es que hay algunos temas que los pienso para banda. Porque detrás de cada instrumento hay una persona que suele ser alguien que conozco, quiero y disfrutamos. No solo elijo tocar por banda por la musicalidad sino por el hecho de compartir el hecho de que quiero”.
La cantante cree que “rap conciencia” es un término que “puede llegar a describir bastante bien lo que hago. Me pasan dos cosas. A veces lo hago naturalmente y otras a propósito. A veces me sale solo… y otras quiero tirar una data. Cuando empecé sentía que tal vez todos los temas tenían que hablar sobre eso. Sentía que tenía una responsabilidad. Hay gente que me escucha, tengo una voz y quiero aprovecharla para poder transmitir ciertas cosas. Ahora estoy más tranquila: si no sale, no pasa nada”.
Esa conciencia la alejaba al principio del trap, usualmente dominado por tópicos más “frívolos”: “Me di cuenta que ser hater del trap es como un viejo rockero que cree la música de ahora es una mierda. Pará… sigue siendo música, y está perfecto que esté. No quería irme de ese lado. Lo que sí me generaba eran las temáticas de las canciones, el siempre estar yo, la tengo más larga, la cosificación, una cantidad de cosas que no podía escuchar… después me empecé a dar cuenta que el beat del trap está re piola. Y empecé a escuchar artistas que hacían trap y que no hablaban de eso. Me re gusta, pero todavía no me identifico, no lo hago ni ahí”.
Respecto a variedad rítmica, “me gusta fusionar, me parece divertido…y posta que me siento más cómoda y más yo. Fusionar lo que hoy a mí me gusta con géneros que me marcaron mucho de chica. Porque no estoy todo el tiempo escuchando hip hop. Yo a veces digo que no me gusta definirme como rapera porque si se lo digo a alguien que no sabe de la movida piensa en el típico estereotipo de las películas. Gángster, cadenas de oro… y no me siento eso”.
(Foto: Domo Estudio)