Por Ramiro García Morete
“Suena tu canción/ y ya no es la de ayer /Días sin luz, volver a pensar/ en no retroceder”. De una manera u otra, Lisandro Castillo siempre entendió que nada es o debe ser estático. De por sí, Güacho -bastante más dócil que el stoner y más experimental que mucho blues- nunca encajaría con las etiquetas atribuidas. Pero a la vez, desde su concepción ya tenía un plazo: al completar la trilogía, se cerraría una etapa. Sin importar ser una de las bandas más convocantes y elogiadas del under.
Con mismos integrantes pero distinto enfoque nacería LDMG, más digital y distópico. Paralelamente sumaría sus guitarras al proyecto gestado en torno a las canciones de Shaman Herrera: Otro Lugar. En esa experiencia de conexión a distancia participaría no solo Julián Rossini (otro viejo conocido e invitado de Güacho) sino el que podría decirse cuarto integrante del poderoso trío: Eduardo Morote. Músico versátil, baterista y multiinstrumentista cuyo sello está plasmado en los discos de Sr. Tomate o los vivos de Sara Hebe.
Lo cierto es que no solo las canciones ya no son las de ayer, y en días sin mucha luz lxs artistas se reinventan movilizados principalmente por su propia inquietud pero también condicionados por las circunstancias. De esta manera nace “Intersecciones”, el formato que Castillo y Morote pergeñaron para hacer confluir en una noche años de caminos paralelos y cruzados. Este viernes se presentarán en Pura Vida (Diag. 78 y 61), con protocolo y entradas limitadas que pueden obtenerse en alpogo.com.
“En principio volver de alguna manera a ejecutar música delante de algo de gente -introduce Castillo-. Para eso medio que se me ocurrió, en vez de encarar solo con una acústica, que no me atrae mucho, armar alguito con alguien más al menos. Ahí apareció deguananonly Eduardo Morote, con el que vengo compartiendo mucho y con el que además siempre es un placer hacer cosas… Aceptó encarar la aventura y ahí fuimos. El eje para eso fueron nuestros cruces de antes y de ahora, elegir algunos temas en los que él tocaba en Güacho, lo que nosotros tocamos de Tomate y a partir de ahí todo lo nuevo, algunas cosas de las de ahora (OL y LMDG) y algunos experimentos”. Para unir ese repertorio fueron “armando secuencias con algo de estética unificada. Eso, sobre todo las secuencias que fue armando Edu que le dan una base de unidad a las versiones y nos permitieron ir armando un pequeño mundo, que es algo que siempre me entusiasma”.
Entre la dinámica de Otro Lugar y el universo distópico de LMDG ¿se puede hablar hoy de un proyecto sin pensar en la pandemia? Castillo responde: “Y… los proyectos hoy son eso, más allá de ir de a poco saliendo al mundo, es ir creando o construyendo en la forma que se puede algo. Sentir que hay algo vivo en esta realidad en apariencia estanca”. Pero aclara: “Yo puntualmente ya estaba medio en la búsqueda de otras formas e idiomas antes que la pandemia llegue. Pero creo que sí, ha favorecido a amigarse más aún (o en otra dirección) con la tecnología, que en sí no es más que un medio para acercarnos a algo”.
En la apertura de esta noche especial, todo queda en familia junto a otro amigo y también socio del proyecto Tolosa: Lucas Finocchi, de Mostruo: “¿Quién mejor para compartir una noche así? Si bien Lucas ya tocó alguna vez su nuevo disco, casi no lo hizo. Lo invité un poco para compartir… y un poco para verlo yo que no lo vi (risas). Él seguramente va con Tito acompañando en piano también, así que son dos seteos que intentan eso… no ser ‘el solista’ y sus canciones, sino alguito más”.
Respecto a los planes futuros, “hay alguna que otra fecha en el horizonte por confirmar (si es que la pandemia nos deja, ¿no?); estamos trabajando en un audiovisual con Otro Lugar que comenzamos a fin de 2020; y bueno, ahora medio parado por la falta del insumo básico como lo es el computador, pero siempre intentando tirar basura sónica al éter… que creo que es mi función en esta tierra”.
Sobre el final, la única pregunta por la que aceptó esta entrevista y algo que llevó la distopía reinante a un nivel que ni Orwell ni Bradbury imaginarían: la muerte del Diego.
– ¿Lo extrañás?-
-Mal… Extraño la cantidad de postas que hubiese tirado en todos estos meses.