La socióloga y autora de Los silencios y las voces en América Latina, Alcira Argumedo, dio una charla en el primer día del I Congreso de Comunicación Popular y el II Congreso de Comunicación/Ciencias Sociales organizado por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata, y conversó en exclusiva con Contexto.
La ex diputada nacional de Proyecto Sur hizo un balance sobre la situación del continente y, fiel al concepto que introdujo en los noventa sobre la “matriz de pensamiento”, sostuvo que hay que dejar de pensar que América Latina tiene quinientos años de historia y retomar las claves culturales de los pueblos originarios que vivieron en este suelo por más de diez milenios.
-¿Cuáles cree que son las claves para entender la situación actual de América Latina?
-Latinoamérica es sincrónica. Me da la sensación de que, después del avance neoliberal, hay un cambio en las relaciones del poder mundial muy fuerte. Los años noventa fueron de una agresividad brutal en la Argentina, pero también para los más diversos países, y creo que ha habido ciertas dificultades de revertir esta situación. No se logró consolidar una estructura que pudiera sostener una reversión de lo que fue esa destrucción, y esto está generando problemas en la mayoría de los países que intentaron hacer modelos alternativos. Al cambiar los ejes de poder mundial, hay un intento tanto de Estados Unidos como de China de redefinir a estos países como áreas de provisión de materias primas, impidiendo su reindustrialización. Lamentablemente, estas mismas presiones llevaron a debilitar las alternativas que parecían poder consolidarse, como la Unasur, el Mercosur, etcétera.
En América Latina y África se está generando una tendencia de gestación de población sobrante joven, en la medida que tenés una reconversión tecnológica en determinadas áreas, y, por otro lado, una expulsión de población del campo a las ciudades, que es lo que está pasando en México, que importa maíz transgénico cuando tiene tres mil años de cultura del maíz y afecta la producción de 12 millones de campesinos.
-¿Un bloque como el BRICS resulta perjudicial para Latinoamérica?
-China tiene autonomía sobre el bloque, entonces somete a Brasil a su propia lógica. El 90% de las exportaciones brasileñas a China son materias primas sin valor agregado; y, a la inversa, el 90% son productos industrializados, lo que está impidiendo la posibilidad de industrialización de Brasil, lo mismo que pasa en la Argentina, donde China no la deja siquiera exportar aceite de soja.
-¿Qué considera como comunicación popular en América Latina?
-En América Latina, técnicamente están los medios alternativos. Pero lo que me parece que es más valioso en este continente es el potencial cultural autónomo, que viene de una larga tradición latinoamericana indígena. Porque se piensa América Latina como si tuviera una historia de quinientos años, pero tiene una historia de diez mil quinientos años. En ese tiempo tiene una acumulación de cultura que en muchos casos era mucho más avanzada que la de Occidente. Por ejemplo, los mayas, en el siglo 5 a.C., tenían una concepción de universo en la que el centro era el Sol y la Tierra un planeta que giraba a su alrededor. O sea, habían hecho la revolución copernicana 2.200 años antes que Occidente.
La comunicación popular tiene que ir acompañada de un proceso de reconstrucción de los lazos sociales. La cultura oficial descalifica, humilla, quiebra la dignidad, entonces el problema es que la educación, así como la comunicación, tiene que basarse en una estrategia de fortalecer la dignidad.
-¿Se considera progresista?
-Yo vengo de la tradición peronista y soy nacional, popular, latinoamericana. A pesar de las modas intelectuales, cuando estaba publicando en el 93 Los silencios y las voces de América Latina, no te puedo decir con la cara de lástima que me miraban, porque la moda intelectual era la deconstrucción del sujeto, el fin de los grandes relatos y demás, y había que pelearla en eso. Yo vengo de esa tradición.
-Uno de los debates más actuales que se instaló en los medios tiene que ver con las fallas en la medición de la pobreza. Más allá de las estadísticas, muchos ponen en tela de juicio cómo debe definirse quién es pobre. ¿Cuáles cree que deben ser los parámetros para medir la pobreza?
-Yo trabajé en el Indec y lo que teníamos era un índice socioeconómico con el que medíamos las características del jefe de familia, el nivel educativo, el tipo de actividad laboral, el carácter de la vivienda, las características de los miembros de la familia y, por último, el nivel de ingreso. Después vino esta cosa totalmente ficticia y tramposa del Banco Mundial que decía que la medición se hacía sólo por el nivel de ingresos. Entonces, por ejemplo, si alguien ganaba 2.500 pesos era pobre, pero si ganaba 2.550 ya no. Es absolutamente distorsionante como medición de la situación de pobreza y sobre todo de la posibilidad de salida de la pobreza.
-¿Cómo percibe el discurso y el posicionamiento en pos de la transformación social que tomó el Papa en el último tiempo?
-Yo me he vuelto más papista que el Papa. En los años setenta nosotros estábamos haciendo las cátedras nacionales y recuperando el pensamiento latinoamericano como una matriz autónoma, y en los curas del tercer mundo, donde estaba Francisco, había dos vertientes: una decía que había que utilizar el marxismo, y otra –que después se volvió la Teología del Pueblo– que se basaba en que América Latina tenía una matriz propia de pensamiento. Él ha recuperado esto, la Teología del Pueblo, un pensamiento muy latinoamericano, y dice que para la crisis del neoliberalismo y para la crisis del marxismo, en América Latina lo único que podía potenciar una alternativa era este pensamiento. Me pareció maravilloso que en Bolivia pidiera perdón por los crímenes que la Iglesia cometió en la Conquista. Repito: me siento más papista que el Papa.