Las protestas en Colombia y la brutal represión desatada por el gobierno de Iván Duque han convocado las miradas del mundo. Al igual que sucedió en Chile, el neoliberalismo convirtió a la sociedad en una olla a presión que tarde o temprano estallaría. Y estalló.
Para entender la actual situación del país, el origen de las protestas populares, la respuesta del gobierno de Iván Duque, y saber hacia dónde se encamina el conflicto, Contexto entrevistó a Ángela María Robledo, ex candidata a vicepresidenta y actual integrante de la Cámara de representantes.
Colombia ha vivido muchos años de neoliberalismo, ajustes y profundización de la desigualdad, sin embargo, ¿por qué la reforma tributaria provocó el estallido social?
Colombia ha sido un país que aplicó la doctrina del neoliberalismo al pie de la letra: disminuyó el tamaño del Estado, transformó en mercancías a la salud, la cultura y la educación, y, por supuesto, nos hundió en este momento tan difícil que estamos viviendo.
La reforma tributaria «rebosó la copa», así decimos en Colombia cuando uno se cansa de una situación que no cambia, y, por supuesto, la gente salió a la calle y hundió la reforma tributaria, pero el gobierno de Duque subvaloró el poder de la resistencia y la fuerza de un pueblo que dice «¡Basta ya!».
¿Cuál ha sido la respuesta del gobierno a las protestas sociales?
Frente al hambre, la incertidumbre, un plan rezagado de vacunas, un desempleo galopante, una pobreza que nos devolvió a la situación de hace doce años -en Colombia, de cada dos personas, una es pobre-, la respuesta del gobierno ha sido la barbarie policial, el asesinato de más de treinta jóvenes, más de 1.400 violaciones a los derechos humanos. La respuesta del gobierno ha sido represión y más represión. Mientras tanto, los órganos de control que deberían proteger la vida de los colombianos y las colombianas que salen a protestar, órganos como la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría General de la Nación, como así también el órgano al que le corresponde investigar toda esta barbarie, que es la Fiscalía General de la Nación, han guardado un silencio cómplice. Los tres funcionarios que encabezan estas entidades son amigos íntimos de Iván Duque. La tarea de seguimiento de la barbarie ha sido de las organizaciones defensoras de los derechos humanos en Colombia.
El retiro del proyecto de la reforma tributaria, la renuncia del ministro de Hacienda y la brutal represión que ha cobrado decenas de vidas no ha logrado frenar el clamor popular. ¿Hacia dónde se encamina la lucha actual de este pueblo que parece haber despertado y no querer abandonar las calles?
Duque ha llamado a un diálogo nacional, pero lo va a hacer a cuentagotas. Recién se reunirá con los promotores del paro el lunes de la próxima semana, yo no sé este señor en qué país vive y de quiénes está rodeado. El mayor riesgo es la total debilidad que tiene Duque, y cuando hay tanta debilidad siempre se afincan en las armas.
El partido de gobierno ha llamado a que se decrete la «Conmoción nacional», que es prácticamente un estado de dictadura, cuando nosotros desde las calles lo que estamos exigiendo es más democracia y respeto a la vida.
Vivimos momentos muy difíciles, pero con enormes paradojas. Salí a caminar acompañando las movilizaciones que, sobre todo, han sido de mujeres y hombres jóvenes. Movilizaciones pacíficas, movilizaciones que exigen un Estado social que enfrente con mayor gasto social este neoliberalismo y esta inequidad en la que vivimos. Las noches son horribles. El martes por la noche en Cali se suspendió internet al estilo típico de las dictaduras. Es un SOS sobre lo que está pasando en Colombia, una democracia de por sí frágil, precaria, que hoy está totalmente amenazada.
¿Qué cambios urgen hoy en Colombia?
Este país ha sido gobernado por décadas por dos partidos políticos que se despliegan hoy en otros logos, pero que son lo mismo. Ha sido gobernado por familias que se han aprovechado del Estado, que han utilizado todas las normativas para apoderarse de billones y billones de pesos robándose los recursos públicos y echándoselos en sus bolsillos. Necesitamos una profunda transformación. Necesitamos que fuerzas progresistas lleguen a gobernar en Colombia. Necesitamos un gran cambio, sereno, aupado y desarrollado en clave colectiva, con mucha solidaridad. Necesitamos lo que yo he venido señalando hace mucho tiempo, un Estado que proteja la vida humana y todas las expresiones de la vida, un Estado que proponga un estatuto tributario -que es una de las fuentes de funcionamiento del Estado para la redistribución y las políticas públicas- que sea progresivo y transparente. Necesitamos fortalecer las economías diversas. Necesitamos una profunda reforma del campo. Necesitamos un Estado cuidador que proteja la vida en tiempos de pandemia, de violencia e incertidumbre.