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Pablo Siciliano: «Siempre quise hacer discos adultos»

En seis años, y a través de tres discos, Indiana trazó un camino en zigzag que fue del hermetismo noise de su álbum debut (Seguro contra terceros, de 2009) a la canción melancólica de rock y distorsión del segundo (Las Horas, de 2011), para arribar en su tercer LP (3, de 2014) a una posta sonora hecha de amor y sordidez. «Recién en el último disco nos sentimos plenamente convencidos de nuestra música», confiesa Pablo Siciliano, cantante y compositor, para dar cuenta de la reserva con la que se manejó la banda durante la primera etapa. «La autopromoción nos daba un poco de vergüenza», dice.

Coherente con su ritmo de publicación -un disco cada dos años-, Indiana ya tiene seleccionadas las diez canciones que formarán parte del próximo LP, Arte Holandés, para el que la banda -que hasta hace poco completaban Bruno Poggi (bajo), Nicolás Poggi (batería) y Simón Madueño (guitarra)-, sumó al guitarrista Pedro «Pebedas» Bedascarrasbure (La Teoría del Caos, Primer Hombre Internacional, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete). «Yo no quería tocar más la guitarra, me siento muy limitado con el instrumento», señala Siciliano.

«A todos nos gusta Pappo, es un capo, pero no podés construir una escena musical a partir de un chabón que siempre hizo el mismo disco, desde el 72 hasta el 99»

El próximo movimiento de Indiana, con registro programado para febrero de 2016, pretende fatigar la vibra pop que lucieron en su disco anterior, acudiendo una vez más a la identidad visual tramada por la artista plástica Gabriela Caregnato, la puntillosa producción de Julián Perla (también voz de Mi Pequeña Muerte) y la pulida mezcla de Manza Esaín (cerebro de Valle de Muñecas): «Queremos hacer bases dance, ver cómo nos va con ese subgénero», cuenta Siciliano y ofrece como referencia un conjunto que abarca ambas costas de los EEUU e incluye a Kanye West, ASAP Rocky, Kendrick Lamar y 50 Cent. «Las bases rítmicas del hip-hop nos están marcando una forma de componer», dice.

¿Cómo se llega del Hip-Hop al Arte Holandés?

Originalmente al disco le quería poner Vermeer [por el pintor neerlandés], pero me sonaba súper esnob, así que elegí este otro que me parece más evocativo: te digo Arte Holandés y podés imaginarte tanto a Johan Cruyff como una pintura. La idea surgió porque vi una muestra de Vermeer en un viaje y me gustó que en sus cuadros siempre había chicas solas en habitaciones, y a partir de un impresionante manejo de luces y sombras conseguía representar el drama íntimo de cada chica. Pero había una en particular que me llamó mucho la atención, el cuadro se llama Muchacha leyendo una carta, y es una chica leyendo una cartita frente a una ventana, con mucha agitación interna, y parece que llegó apurada y tiró una canasta de manzanas arriba de la cama y están todas desparramadas. Y se me ocurrió que el disco podía ser el contenido de esa carta. Además, nuestras letras se inclinan siempre por el drama de la vida cotidiana que, al fin y al cabo, son todos tus dramas. A partir de esas ideas hice una primera canción, «Arte Holandés», y el resto siguió la misma dirección, así que todas las canciones son cartas de un hombre una chica.

¿En qué detalles se enfoca la fabricación de un nuevo sonido?

Lo que estamos haciendo es tratar de evolucionar en sentido rítmico. La idea es entender cómo esos tipos tan creativos trabajan lo simple para conseguir, con tres líneas de bajo y un aplauso, un nivel de groove impresionante. Pharrel Williams capaz hace un disco soplando los ritmos, se caga en todo, y es un hit universal, lo escuchan cien millones de tipos. Son artistas populares y de vanguardia a la vez. También me gustan los Ramones y bocha de bandas siniestras, pero en este momento queremos hacer ese tipo de música porque sentimos que nos comunicaríamos mejor con el mundo.

¿Cómo se logra eso?

Tratando de hacer música que sea entretenida de escuchar, que tenga riqueza sonora. Hoy por hoy todo el mundo escucha música de un modo simple, le da treinta segundos a un tema y si no le interesa pasa a otro, y para mí eso no es malo. Cada época tiene su formato. Vos como músico tenés que entender que es así y tratar de hacerlo así. Si te bancás ser el artista de culto y que te escuchen dentro de treinta años, genial, pero a mí me interesa comunicarme con mis contemporáneos. Creo que era Beck el que en una entrevista contaba que Shakespeare trabajaba en una época en la que la gente iba al teatro medio borracha, comiendo mandarinas, apestando, y el tipo hacía obras dramáticas y geniales para ese público, en ese contexto. La época siempre te pide algo. Yo mismo me doy cuenta de que no escucho tantos discos enteros porque si el tema me aburre paso al siguiente. También veo que salen muchos discos y que nadie los escucha, entonces hay que tratar de hacerse escuchar en un contexto donde aparecen cien mil millones de bandas por segundo. El objetivo de toda obra de arte es que sea escuchada, vista, lo que fuera. El arte es un proceso de comunicación, una obra maestra que nadie leyó no es nada.

¿Hay un destino industrial en tus palabras?

Más bien todo lo contrario. Mirá, un tema bueno lo hace cualquiera, hasta las canciones de los Backstreetboys se te pegan. Creo que esa es la menor de las dificultades, lo difícil es hacer algo que sensibilice desde otro lugar. Ahí está la magia. La idea es que no te pase lo que le pasa a bandas como, no sé, Ella Es Tan Cargosa, que sacan un disco pero la escena musical no cambia en nada. O Guasones, que podrían hacer la misma canción durante 50 años y la gente estaría esperando que hagan la misma canción durante 50 años. A mí me gustan los artistas que no son conservadores, que están en perpetuo estado de modernidad, que siempre están viendo qué está pasando. Y en el rock nacional abundan los casos de conservadores, bajo fórmulas como el «aguante Pappo». A todos nos gusta Pappo, es un capo, pero no podés construir una escena musical a partir de un chabón que siempre hizo el mismo disco, desde el 72 hasta el 99. Para mí el artista tiene que estar con la antena siempre encendida, tiene que emitir pero también recibir. Y si vos estás viendo que la música está yendo para un lugar, capaz podés hacer una interpretación personal de todo eso para que logre comunicar.

Es interesante porque en esa idea también aparece otra: que el indie -y su valoración por el pasado y la mala factura-, parece estar perdiendo el prestigio que tuvo años atrás

Quizás sí, es posible que el mensaje aniñado y derrotista del indie esté llegando a un punto de agotamiento. Nosotros nunca entramos en esa, yo siempre quise hacer discos adultos. Tengo treinta años y quiero hacer un disco para gente de mi edad, me gusta hacerme cargo del presente, no tengo nostalgia, no quiero volver a ser chico, quiero ver películas nuevas, quiero ir a lugares nuevos, quiero conocer gente nueva, no quiero volver a mi barrio, no quiero volver a nada. A mí me cansó un poco eso. Poca gente quiere escuchar un disco para amargarse, como antes. Las música hoy por hoy es un campo de entretenimiento.