Durante la última década del siglo XX las expresiones culturales entraron en una nueva era. Lejos quedaban los sombríos años del gobierno defacto y en La Plata el devenir artístico empezaba a tomar diversos rumbos. Se decía que había una banda de rock por manzana y la escena musical local iba germinando rápidamente. En este marco la figura de Oscar Jalil toma una relevancia trascendental. En 1996 comienza a dirigir el suplemento Joven del diario El Día, centrando el foco en las bandas vernáculas. Resultaba llamativo ver en la tapa del suplemento a figuras como la de Gustavo Astarita o Sergio Pángaro, marcando un hito en el periodismo musical más tradicional, que solo contemplaba fenómenos como el de los Redondos o Virus (quienes ya no representaban lo que sucedía en la ciudad). También fue uno de los fundadores de la revista Bongó y el principal ideólogo del proyecto actual de FM Universidad (basado en el modelo de radios college norteamericanas).
«Cualquier banda con un poco de ingenio e imaginación llega al disco. Eso hace 20 años era imposible»
Esta semana se editó Libertad divino tesoro, la biografía que escribió sobre Luca Prodan. El proceso de investigación duró casi cuatro años y lo llevó por diversas provincias del país y el viejo continente, compilando más de 80 entrevistas con amigos, familiares, músicos y novias de aquel italiano que dejó una marca indeleble en nuestro rock nacional.
¿Cómo surge la idea de hacer un libro sobre la vida de Luca?
En el 2002 el primer trabajo que hago para la Rolling Stone fue un especial sobre Luca, y lo interesante de aquella propuesta fue que pude elegir las notas que me gustaría hacer. Una consistía en trazar una analogía entre la tumba de Jim Morrison (en el Cementerio del Père-Lachaise) y la tumba de Luca (en el Cementerio de Avellaneda), donde cada 22 de diciembre se juntaban motoqueros y fanáticos de todo tipo. La otra nota que me interesó fue sobre los discos que trajo Luca al país. Entonces contacté a Andrea Prodan y tuvimos una charla preciosa sobre música, new wave, rock sinfónico y los solistas italianos que le gustaban tanto a Luca. Ahí le propuse hacer radio en FM Universidad. Se venía todos los sábados a la tarde noche a su programa «Metiendo púa», donde se pasaban todos esos vinilos de Luca. Esa cercanía con Andrea llevó a que Mariano Valerio, un editor de Planeta que conozco desde hace muchos años, me propusiera hacer la biografía. Cuando recopilé todas las entrevistas me puse a escribir fuerte, pero no venia escribiendo porque para hacerlo tenía que dejar de laburar. Fue por eso que me tome una licencia.
Contame algo sobre Luca en la ciudad de La Plata.
El 21 de septiembre del 82 se hizo un festival en el Polideportivo de Gimnasia, donde tocaban los Redondos y Riff, entre otros. El Indio Solari, siguiendo el dogma «solos y de noche» decidió no cantar, así que la negra Poli y Skay -que habían compartido muchas noches con Luca en el Café Einstein- lo invitaron a cantar en esa fecha. Fueron solo tres los temas en los que puso su voz: «Criminal Mambo», «Mejor no hablar de ciertas cosas» y «Nene nena». Mucha gente recuerda que fue impactante, más allá de que el tano balbuceaba y no se le entendía mucho. Esa especie de performer acá no existía, no había cantantes así que pareciera que estuviesen luchando contra una fuerza extraña sobre el escenario. Y eso es lo que tenía Luca, no hacia ni bailecitos ni intentaba ser simpático con el público. Fue en la época donde Pettinato estaba recién entrando en la banda y Luca lo trajo. Durante aquella estadía en la ciudad ensayaron en la casa de Rocambole (que quedaba en diagonal 74 casi 48). Esa noche primero tocaron acá y después se fueron a tocar con Sumo a un boliche cerca de Paseo Colón y Avenida Belgrano. Fue el día que Pettinato debutó oficialmente en Sumo.
En los últimos años se ve un auge en el rubro editorial musical, y sobre todo en biografías. ¿Por qué te parece que se da este fenómeno?
No me parece raro, hace un tiempo que hay un furor con lo musical y se encuentran libros de todo tipo. Igual es algo que en otras partes del mundo existe desde hace mucho. En Europa hay librerías especializadas como «La casa del Libro» en Madrid donde son todos libros de música y rock. También es un ámbito superador a Wikipedia, para el lector más curioso y estricto. Pero acá en Argentina todavía no hay tanto de eso. Para mi falta una buena biografía de Mercedes Sosa, Charly García, de Litto Nebbia, algo sobre Manal o Moris. También pasa que el rock cumplió 50 años recién, entonces creo que este es el periodo propicio para hacer una mirada retrospectiva hacia eso. Es buenísimo que estén saliendo biografías como la de Oscar Alemán que hizo Sergio Pujol.
Justamente Sergio Pujol hace poco volvió a decir -en tono de broma- que sos el inventor del rock platense.
Lo tomo como un halago de Sergio, pero era como un chiste interno que teníamos. Sobre todo porque yo entré al suplemento cultural de El Día y él hacia las criticas musicales en aquel momento, pero más dedicado a lo internacional o la música popular. Fue a principios de la década del 90 y el diario era el único que manejaba una mínima información cultural local. Y también fue el auge de los suplementos «jóvenes» y de rock. Yo trabajaba en espectáculos y estaba más cercano a escribir de música que sobre Mirtha Legrand o Susana Giménez, así que propuse hacer un suplemento de 8 páginas, con un formato específico. Le dedicaba mucho tiempo y me parecía que lo más importante era poner en contexto al rock platense con respecto a lo que pasaba en Capital o en el extranjero. Y estaba bueno desmenuzar a artistas y bandas como Rudie Martinez, Francisco Bochatón, Vernápoles, Mister América, Los Increíbles Ciudadanos Vivientes, Elefante violeta, y que los músicos contaran su experiencia. Para mí era fundamental eso de la entrevista cara a cara. Incluso bandas como los Babasónicos que tocaban seguido acá, o Martes Menta y un montón de grupos que no aparecían en otros medios de tirada nacional salían en el Joven. Hoy por suerte se consume bastante rock local.
¿Y con Radio Universidad?
La radio tuvo esa misma filosofía. Son espacios que fuimos tomando porque no le interesaban a nadie en cuestiones diligenciales. Y tanto en la radio como en el diario estaba esa posibilidad de hacer cosas, y en aquel momento no afectaba los intereses de nadie. Es llamativo que con el espesor que ha adquirido actualmente el rock en la ciudad no haya una revista o un diario que se dedique a tratarlo. Estuvo el caso de De Garage, que para mí es el gran merito de todos estos años, pero no existe otro caso igual en el país (de un diario gratuito que cubra la escena local). Es terrible que eso no se pueda solventar. Pienso que el Instituto Cultural o la Secretaria de Cultura tendrían que bancar esos emprendimientos que en definitiva les hacen mas fáciles las cosas a ellos.
Hace tiempo no te especializas en rock local. ¿Como ves la escena de estos últimos años?
Yo sigo laburando y metido con el rock de la ciudad, más allá de que mi programa de radio no es de rock platense, porque por suerte hay varios y están muy buenos. Además ya no tengo 20 o 30 años, cuando iba a ver muchas bandas, me cuesta mucho más. Incluso el libro me mantuvo alejado del consumo cultural por bastante tiempo. Pero desde la radio siempre sigo ligado a la música platense. En 2004 sacamos el disco de versiones de Virus y en el 2007 el disco de Oktubre, y eso fue una nueva estrategia para mostrar hacia afuera un montón de bandas nuevas de La Plata, sumadas a otro montón de nombres conocidos como los de Estelares o Bochatón. Yo creo que en los últimos 6 o 7 años, con la aparición de bandas importantes como El Mató a un Policía Motorizado y el sello Laptra –que tienen esa manera tan diferente de ver el rock y hacer las cosas-, hubo un cambio de época para rock de la ciudad. En ese momento se rompe un poco el prejuicio y muchos periodistas de Capital empiezan a ver la música platense de otro modo. Igual creo que al haber tantas miradas sobre la ciudad de La Plata, y con ese precepto de que «todo lo que viene de La Plata es bueno», se perjudica un poco a la escena. Ya se ganó ese valor agregado y no todo lo que sale de acá es buenísimo. Me gustó mucho el año pasado el segundo de Un Planeta, que me parece una banda moderna en el sentido Virus (por sus letras, por su edad, por la manera que tienen de encarar las cosas). Vos escuchás a Un Planeta y hay un estilo, las reconocés a las canciones. Después me gustan el nuevo disco de Pérez, el de The Hojas Secas, el de Mato Ruiz que creo que es un discazo. También 3 de Indiana es de los discos que mas disfruté el año pasado. Lo bueno es que bandas del rock más callejero -como Don Lunfardo o La Cumparsita- siguen muy vivas. Hay un circuito de reggae o de bandas más cercanas a ese sonido latino, y eso habla muy bien de la ciudad.
¿Pensas que esa pluralidad es merito de los difusores como vos?
No, jamás pensaría eso. No me parece. Creo que la radio, los diarios y las redes sociales ayudan, pero nadie puede definir la escena. La escena la define El Mató tocando más de 150 veces por año a lo largo y ancho del país y no fijándose tanto en las condiciones ni mirándose el ombligo. Hay una necesidad de identificación de un montón de gente por una cuestión generacional. Pensemos que un montón de bandas que son importantes son de gente de 40 años. Nosotros ahora no nos damos cuenta, pero cuando yo tenía 20 años miraba a uno de 40 y pensaba que era un abuelo. Y creo que los pibes de 16, 17 años eso ahora lo ven, más allá de que ahora se convive y esa franja se ha extendido. Los medios agitan y ayudan, pero no determinan. El tema de la pluralidad se da también porque cualquier banda con un poco de ingenio e imaginación llega al disco. Eso hace 20 años era imposible, no había manera.