Por Ramiro García Morete
«No existe dibujar bien o mal», dirá. «Existe dibujar de una manera o de otra». Con muy pocos años, aquella pequeña habitación construida en el quincho oficiaba como una suerte de refugio en San Martín de los Andes. Allí pasaría largas horas dibujando, inspirándose tanto en el animé y Sailor Moon como en la nutrida colección de Condorito del abuelo Raúl. Quizá de allí surgieron esos cuerpos voluptuosos, pensará. «Muchos me dicen: las chicas que dibujás están re buenas. Y yo nunca dije que dibujaba chicas». Más allá de soñar con ser caricaturista, la idea de pensar en la ilustración como salida laboral -y mucho menos en un lugar como San Martín de los Andes- no superaría el juego de cobrarle 50 centavos por dibujo a sus compañerites de la primaria.
El 2020 nos encerraría a todes, y en su caso personal, en cierta instancia crítica. Agotada de ese trabajo en la hamburguesería que no solo incomodaba su veganismo sino principalmente su orientación, pasaría los primeros días de la pandemia decidida a dejarlo. Al menos, el empleo le había servido -tras largos años de agobio- no solo para pagar aquel viaje a España sino el Ipad que usa como tableta gráfica. Aunque durante mucho tiempo el dibujo había quedado postergado.
Y es que ya a los trece, en tiempos de Fotolog y MSN, había descubierto una pocket Sony de sus padres que lo acercarían a la fotografía. Desde entonces tomaría cierto apego por métodos analógicos, algo que atravesaría su expresión más allá de las disciplinas: tomar algo viejo, pero proyectarlo hacia el futuro.
Sin embargo, ahora el tiempo parecía detenido para quien había llegado a La Plata a estudiar cine. No en su interior, donde el deseo por expresarse brotaba intensamente. Con una historia personal pero sobre todo colectiva, ese autorregalo lleno de fechas y consignas reivindicatorias que fue «Tu agenda es política» sería un disparador para revelar el secreto. «Al closet no volvemos nunca más» publicaría el 17 de mayo, día internacional de la lucha contra la discriminación por orientación sexual e identidad de género. Aunque es verdad que nunca se había dragueado y ahora lo estaba haciendo en forma de comic, del closet había salido hacía un buen tiempo. El secreto o lo que básicamente expondría abiertamente sería su talento y capacidad expresiva. La misma persona que antes apenas si había compartido algún material en su Instagram privado configuraría una cuenta potente en imagen y contenido.
Tomando la estética de la historieta, la cultura pop, algo del pin-up y mucho de la Edad de Plata del comic, subvertiría el conjunto de valores de época y les añadiría una conciencia liberadora e inclusiva. Con un trazo preciso pero fresco y un dominio sutil de las herramientas contemporáneas para añadirle textura y calidez anacrónica. «Es sabido que La Tini nació para salvarme, y nació de mí», publicaría un tiempo después. Y es que más que un personaje o un alter ego, se trataría de una proyección de sí misma: alguien que ya nunca se ocultaría en ningún cuartito. Desde entonces Tini pasaría a ser el nombre detrás de Cartoon Marica (@cartoonmarica), algo más que un perfil de Instagram. «Lo que no se dibuja no existe», reza en su descripción. Porque si se dibuja -o se escribe o se grita o sencillamente se expresa- se visibiliza. Y ya no importa si se ve bien o mal: lo que importa es no correr la mirada.
«Para mí es como un espejo, es lo que yo reflejo -introduce Tini-. Ahí es donde plasmo mis ideales. Hay mucho activismo de mi parte y mucho de la cultura pop. Es un poco donde yo vomito todas las cosas, mis vivencias. En síntesis, nació por mis ganas de expresarme. Nació en la pandemia, en un momento donde muches estábamos muy oprimides, en tu casa, sin poder manifestarte. Fue un Big Bang de mis ganas de expresarme. Nunca le había mostrado mis dibujos al público. Fue como un gran paso».
Tini se refiere a la singularidad de tomar una estética tradicional y darle un sentido, en cierto modo, disruptivo. «Soy una persona nostálgica. Generalmente la nostalgia se toma como algo negativo, desde el lado de la tristeza. Pero usarla como una herramienta para traer ese recuerdo lindo de ver un cómic o esas historietas… Esa manera de contar siempre me pareció atractiva». Y añade, en relación con ese universo gobernado por superhombres o adorables y perfectas esposas cocinando en casas pulcras: «Entre las personas que dibujamos esa estética decimos: nos gusta hacer vintage pero no recurrir a los valores vintages. Los valores eran otros y por suerte hoy no son los mismos. O los míos. Hay muchas artistas que en la descripción de su Instagram aclaran: amantes del estilo retro, pero no de los valores retro. Está bueno aclararlo, porque la estructura familiar y los estereotipos estaban muy marcados. Y no está bueno reproducirlos».
Ya sea a partir de expresiones más espontáneas como siguiendo la coyuntura o el recordatorio de fechas simbólicas, Cartoon Marica toma postura desde el arte con una dinámica casi de bitácora. «La verdad es que a veces toco temas delicados y trato de ser cautelosa. A la hora de dibujar hay un tema de comunicación y es que al menor pifie te puede perjudicar. Yo siempre consulto mucho con amigues y con la almohada los posteos que pueden tocar fibras sensibles. Y siempre pregunto por las dudas, sobre todo a las personas que les interpela. Siempre puede prestarse al pifie pero somos seres humanos. No se puede controlar. Ahora que siento que estoy llegando a más personas, trato de relajarme. Si le pifio, entender que no es el fin del mundo. La finalidad del mensaje siempre va a ser buena, nunca habrá odio por mis redes».
Respecto a lo técnico, «el Ipad me trae más facilidad de plasmar ideas. Es mucho más versátil. Pocas veces he recurrido al papel». Aunque con los métodos de fusión, pareciera que sí: «La verdad es que no soy muy fan de lo digital, o que se note que sea digital. Trato de emular algo de lo antiquísimo y también de lo tangible. Que parezca que es una hoja».
Si bien se mantiene con un empleo formal y más burocrático, de a poco comenzaron a surgir propuestas y trabajos gracias a Cartoon Marica. La Tini concluye: «En su momento dibujar fue como un escape. Ahora es poner las cartas sobre la mesa. Más que escape, es entrar sin pedir permiso. No siento que tenga que escapar, porque siento que llegué a cierto clímax de mi vida. Que no tengo ganas de ir hacia atrás sino siempre para adelante».