Por Ramiro García Morete
«Aquello que no es raro, encontralo extraño -dijo alguna vez un dramaturgo-. Lo que es habitual, hallalo inexplicable». El Select -sala ubicada en el primer piso del Pasaje Dardo Rocha y cuyo nombre remite al viejo cine de calle 7- «estaba ahí, medio abandonado, en una situación descuidada. Tenía poca programación… una peli cada tanto». Pero Juan Pablo Ferrer veía algo más. «Potencial», dirá. Corrían los primeros años de este milenio y venía de una «experiencia intensa en televisión» con Gastón Duprat y Mariano Cohn: el primer programa hecho por la gente. Pero tras el pionero Televisión Abierta se saturaría y este licenciado en Comunicación que había realizado trabajos de videoarte junto a Mario Chierico presentaría un proyecto para armar una videoteca en el Pasaje. Esencialmente cortos de videoarte.
Paulatinamente comenzaría a tener mayor contacto con el INCAA y casi sin pensarlo quedaría a cargo de la sala. Por entonces Joaquín Almeida ya estaba en el MACLA y se cruzaban diariamente, hasta que comenzarían a planear un festival con premiación de cortos. Y es que Ferrer ya había iniciado junto al músico Federico Mutinelli un ciclo ambulante con películas en VHS difíciles de conseguir. Ni siquiera existía el DVD y más de una vez acabarían tomando más de un tren o autobús para ir a alguna embajada o alguna productora a buscar una preciada copia.
Aquellas cintas, por supuesto, escapaban a una mirada estandarizada o masiva del cine así como a la hegemonía hollywoodense. Eran películas «raras», según un precepto arbitrario y no muy sustentable. En un mundo poblado de particularidades, ¿qué habría de llamativo en el cine que ofreciera mil formas de verlo? ¿Cuál sería la forma de ver y contar ese mundo y su realidad? «Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad -diría un escritor más citado que leído-. Si lo hiciera dejaría de ser artista». Podríamos entender entonces que algo de raro, algo de distinto, algo corrido de la mirada central que el mundo propone debe tener el arte para considerarse tal.
Por eso el ciclo y el festival llevarían ese nombre que -con algo de humor- Ferrer asume como una pesada etiqueta: FestiFreak. Pero que a lo largo de los años ha trascendido no solo rótulos y géneros sino también la dinámica y relativa idea de lo raro o lo alternativo, sin perder el espíritu desafiante pero priorizando ante todo el arte que representa: cine. Un grupo fijo de seis o siete personas que trabajan todo el año para preservar y potenciar un espacio que ha ganado reconocimiento dentro del ámbito cinematográfico y que el año pasado no solo resistió a través de la virtualidad sino que expandió su alcance. Así es que desde desde hoy y hasta el 17 de octubre de 2021 se realiza la 17° Edición del Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata, con más de cien obras que en su mayoría se verán por primera vez en Argentina. Distribuidas por secciones especiales, se verán en cinco sedes presenciales y en www.festifreak.com, donde #17FestiFreak mantendrá el formato virtual a través de Festhome TV y con pago voluntario.
«El año pasado fue totalmente virtual y este año ya va a ser una modalidad híbrida -explica Ferrer-. Va a ser virtual por un lado ya que creo que en eventos como el nuestro es un formato que llega para quedarse, por el alcance que logramos el año pasado. Ganamos público de otras provincias, gente interesada que se metió en la página y pudo ver la programación. Se gana un público cautivo que no tenía la forma de participar de forma directa». Y por otro lado «un festival solo desde plataforma nos dejaba dudas, porque se trata el encuentro en la sala con el público. Pero este año se pudo ver con más antelación que habría una apertura y que podíamos tomar la decisión de esta doble modalidad».
«A través de la página linkeamos a una plataforma que nos resultó muy bien -extiende-. El usuario entra y pueden seguir las ramificaciones y caminos de la programación. Quizá la decisión más compleja fue qué poner presencial y qué online. Y nos inclinamos -como una manera de apoyar- por poner presencial las competencias nacionales y que muchas películas puedan tener estrenos en salas…».
La muestra internacional incluye 52 películas distribuidas en 9 secciones breves. La muestra de cortometrajes internacionales alcanza los 14 filmes. FestiFreak Expandido tendrá 25 títulos. Y las competencias de largometrajes y cortometrajes argentinos estarán integradas por 7 y 15 películas respectivamente.
En cuanto a la curaduría, Ferrer se refiere a la intención de «continuar esa línea de pasar películas que usualmente no se pueden ver en una pantalla grande y que escapen un poco. Es tirar distintas líneas de los caminos y áreas dentro de la programación. Por ahí agrupar pelis por una temática, ahondar en algún tipo de filmografía por países. Por ejemplo, una recorrida por el cine indio contemporánea, con pelis y cortos paralelos a Bollywood. O cine australiano». Y a pesar del prestigio que tiene el festival, aclara: «Es compleja una curaduría en la programación por el tamaño o el presupuesto. Porque todas las películas salen dinero y nuestro presupuesto es escaso para abajo».
La función de apertura en sala será el 4 de octubre con la première latinoamericana de Lamb, de Valdimar Jóhannsson, estrenada recientemente en el Festival de Cannes. Y como Clausura, el 17 de octubre, a la versión restaurada y en 4k de Crash (1996), de David Cronenberg, a veinticinco años de su estreno, y con el auspicio de la Embajada de Canadá. Por su parte Las Musicalizadas presenta El incidente Max Headroom, una performance en torno a la película de 1985 y el hackeo televisivo de 1987, que se podrá ver en vivo en cuatro noches en la fábrica cultural En eso estamos, y que apuesta a recuperar la experiencia espectatorial del cine a través de la creación sonora y la revitalización del soporte fílmico en 35 mm. Y El ruido del fuego, jornada de noise y video experimental.
Como es sabido, la pandemia llegó para potenciar situaciones preexistentes. En el caso del cine, la tendencia a consumir las producciones de manera doméstica. Ferrer se expresa al respecto y cómo el Festifreak atraviesa esos procesos: «Por mi edad, cincuenta años, crecí yendo al cine. A todos nos gusta la situación de seguir yendo porque es el formato para lo que fue creada esa experiencia, para lo que ese director trabajó y en la que gente dejó parte de su vida. Después hay una especie de lucha por las subsistencia de ver cuál es tu público, cuál es de la ciudad, cómo reforzarlo, ampliarlo y cómo hacer que la gente se meta en una sala. La pandemia es un quiebre porque hay temor de volver a una sala y qué pasa con el cine». En todos estos años se multiplicó la cantidad de realizadorxs y productorxs audiovisuales en La Plata. Sin embargo, «curiosamente no siempre es la gente que más va al cine. De todas maneras la ciudad tiene una cultura viva, tiene como una tradición que abarca lo musical y cinematográfico que no solo tienen los más jóvenes sino el público adulto. Hace cinco o seis ediciones que venimos trabajando con Cinema, incluso en el Paradiso. Esa sala tiene un público que se mete a ver cualquier cosa, que va al cine por costumbre y quizá después va a La París a comer masitas (risas). Hay un piso y siempre nos interesó ampliar eventos y traer otro público ligado a las bandas o la radio. Es un desafío mantener esa llama».
Sobre el final y en vísperas de la 17a edición responde a una de las preguntas más simples y complejas: ¿para qué? «Es casi una pregunta existencial. En mi caso me sigue gustando, entusiasmando. Encuentro un motivo desde ese lugar. También me gusta la gestión y esa cosa medio imposible que es hacer el festival, un capricho artístico donde vuelco arte de mi tiempo y mi personalidad. Yo tengo mi parte artística, pero canalizo mucho más públicamente desde la gestión. Y creo que vale la pena todavía hacerlo».