«Hoy vemos, auspiciosamente, surgir revoluciones salvadoras en varios países hermanos del continente. Cuba, Chile y Perú son dignos espejos en los que han de mirarse muchos otros latinoamericanos que luchan por la liberación. Ahora es preciso que, sin pérdida de tiempo se unan férreamente para conformar una integración que nos lleve, de una buena vez, a constituir la Patria Grande que la historia está demandando desde hace casi dos siglos y por la que debemos luchar todos los que anhelamos que nuestros actuales países dejen de ser factorías del imperialismo y tomen, de una vez, el camino de grandeza que nos corresponde por derecho propio», aseguraba el expresidente Juan Domingo Perón, en 1971 y desde el exilio forzado, durante la filmación del documental Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder.
«La evolución de la Humanidad siempre ha ido hacia integraciones mayores del hombre a la familia, a la tribu, al estado primitivo, al estado feudal, la nacionalidad, que hemos vivido los de mi generación, ahora ustedes vivirán la etapa que sigue: el continentalismo», agregaba el líder argentino.
Perón siempre entendió la importancia de la integración regional como herramienta para el desarrollo de los pueblos. Muchos años antes, en 1949, con el motivo del Tratado de Complementación Económica, que tenía por finalidad constituir una comunidad económica latinoamericana con fines de integración continental, había asegurado: «el año 2000 nos encontrará unidos o dominados».
Hoy la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuya presidencia pro tempore acaba de asumir Argentina, es el espacio de integración más importante que existe en región y el que puede –y debe– impulsar esa integración continental de la que hablaba Perón.
La unidad en la diversidad sobre la base de la complementariedad, la no injerencia en los asuntos internos de otros países y el respeto a la autodeterminación de los pueblos es la piedra fundamental de este organismo que contienen a 33 países de la región. Países que en conjunto tienen una potencialidad económica, humana y de recursos naturales que pueden poner a América Latina y el Caribe como un polo dentro de la formación de un mundo multipolar.
Argentina tiene el gran desafío de estar a la altura de lo que la historia le demanda. Conducir la CELAC y potenciar el gran trabajo que hizo México (durante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador al frente del organismo) serán clave para concretar una integración que vaya más allá de las declaraciones y las buenas intenciones.
Ya lo planteaba en 2014, durante la II Cumbre de la CELAC, desarrollada en La Habana (Cuba), la entonces presidenta –y actual vicepresidenta– de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner: «El siglo XXI se va a caracterizar por la conformación de bloques, y esto nosotros debemos advertirlo. Y nuestra región es una región particularmente favorecida. Varios jefes y jefas de Estado lo han mencionado: recursos naturales sin precedentes, agua potable, reservas de petróleo, reservas de gas, capacidad en producción de materia alimentaria que excede largamente las necesidades a cubrir por nuestra propia población. Y, sin embargo, junto a todo esto, subyace y está allí el problema de la desigualdad, de la injusticia que presupone la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen, y donde nuestro continente es el más injusto».
«El primer desafío que tiene esta CELAC es el de construir una agenda; pero construir una agenda, como decíamos hoy en la reunión reservada que tuvimos los jefes y jefas de Estado, que deje de lado la burocracia, que no nos convierta en un organismo multilateral de los que tanto hay, con declaraciones que nunca se cumplen. Y creo que la primera cuestión que debemos abordar para que esto pueda ser posible es considerar que todos los que estamos sentados aquí, más allá de las diferencias que podamos tener políticas, de volumen de economías, de PBI, de niveles de pobreza o de endeudamiento, somos todos iguales y estamos obligados a cumplir las mismas obligaciones y tenemos las mismas responsabilidades».
«Porque uno de los principales problemas que atraviesa el mundo y la tan mentada multilateralidad es que en realidad la multilateralidad en determinados organismos es una ficción. Es una multilateralidad porque hay muchos sentados, pero podemos estar muchos sentados y no ser un organismo multilateral, porque deciden uno o dos».
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«Yo creo que una de las claves en la lucha contra la desigualdad pasa por identificar también cuál va a ser nuestra relación como región con los otros bloques que se están constituyendo en el mundo».
«Esto también es clave y esto hay que hacerlo sin perjuicios, simplemente creer que algo es bueno o malo. Acá no hay buenos o malos, los intereses no son buenos o malos, los intereses son eso, intereses. Y cuando nos sentamos a decidir sobre los intereses de la región y de los países, debemos evaluar, sopesar, analizar qué es lo que nos conviene como región. Y lo que nos conviene como región es precisamente utilizar lo que muchos han mencionado, ese poder que tenemos como mercado de 600 millones de habitantes».
«Pero además transformarnos, logrando que nuestras materias primas, que han sido la principal fuente de ingresos, tengan valor agregado, porque si no vamos a estar construyendo una segunda dependencia, que ya no será geográfica, como la que vivimos en los siglos XVIII y XIX, sino que será mucho más profunda, mucho más estructural, tal vez menos perceptible, pero tal vez más definitiva, como es la tecnológica y la de que el valor agregado más importante, más cualificado, se haga en otras latitudes y no en la nuestra, con la ventaja que tenemos sobre esto, que son imprescindibles muchas de las riquezas que están en nuestro país para otros bloques. Estoy hablando de minerales, estoy hablando de agua potable, estoy hablando de reservas de gas, estoy hablando de petróleo, estoy hablando de potencial alimentario».
«Necesitamos que nuestro potencial alimentario ya no salga únicamente en cajones, los plátanos, como le dicen en el Caribe, o que nuestros granos salgan únicamente como granos en inmensos barcos; necesitamos agregarle valor».
«Nosotros tenemos una frase que hemos acuñado –aquí me acompaña el presidente de la Cámara de Diputados que supo ser ministro de Agricultura y Ganadería de mi país–; acuñamos una frase que se llama ‘industrializar la ruralidad’ y que significa precisamente eso: lograr que los productos primarios tengan valor agregado. Esto es clave, y para ello hay que invertir en investigación y desarrollo, para ello hay que invertir en educación».
«Para ello, nadie debe sentirse superior en esta América Latina y en este Caribe. Todos debemos reconocernos como iguales y debemos, fundamentalmente, tener clara conciencia de que es necesario que ese proceso de integración se dé no solo a nivel político, se dé también a nivel comercial, se dé también a nivel tecnológico, se dé también a nivel educativo y se dé también a nivel inmigratorio».
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«Volviendo fundamentalmente al tema de la integración como un instrumento en la lucha contra la desigualdad, quiero decirles que es posible hacerlo, que para eso es necesario lograr transformar las economías de producción primaria en economías, y discúlpenme que insista mucho con esto, pero no hay otro camino que lograr valor agregado para producir trabajo. Y si no hay trabajo, es imposible reducir la brecha de desigualdad».
«¿Cómo debieran ser esos procesos de integración y de lograr industrialización? Sería también un acuerdo que deberíamos hacer, una discusión donde esos distintos procesos de integración se pudieran dar también en la región para que pudieran aprovechar las oportunidades todos los países en la medida de todas sus capacidades y así poder generar más y mejor trabajo calificado».
«Por eso creo que dar discursos únicamente una vez por año o cada seis meses puede por allí resultar un buen ejercicio dialéctico, o tal vez ocupar algunos minutos de televisión, algunos centímetros de diarios, pero no más de eso».
«Creo que debemos construir una agenda muy clara, muy concreta. Porque si uno ha podido llegar a esto en diez años, con todas las dificultades, con todos los obstáculos, con todas las divisiones que se quisieron crear entre nosotros, con las presuntas divisiones entre los buenos y los malos, entre el bien y el mal, acá diviso a muchos que fueron calificados como ejemplares del mal sentados aquí y sin embargo ayudaron tantísimo a tantos países de la América del Sur, como fue el presidente Hugo Chávez y hoy lo sigue Nicolás Maduro. Creo que podemos realmente hacerlo».
«Finalmente, presidente Castro, quiero decirle que estar aquí para una argentina tal vez sea un poco distinto que para el resto de los que están sentados aquí».
«Cuando uno visita la Plaza de la Revolución, cuando me tocó hacerlo en visita oficial de Estado, y ve ese inmenso edificio donde está la imagen del Che Guevara, que ya no es ni siquiera argentino ni cubano, es un icono universal, pero cuando ayer caminando por uno de los pasillos del tradicional Hotel Nacional, donde estoy alojada, pude observar en una pequeña habitación donde los empleados del hotel tenían sus cosas para atender a los huéspedes, sobre un almanaque una foto en blanco y negro, muy ajada, muy vieja del Che Guevara, yo venía caminando rápido como siempre lo hago por el pasillo y de repente estaba la puerta abierta y veo la imagen ahí que esa ciudadana cubana tenía de quien fue mi compatriota, sentí que realmente en nombre y en honor y en recuerdo de tantos como el Che Guevara y como tantísimos otros latinoamericanos que han luchado para que el hombre sea libre, y el hombre solamente será libre cuando tenga educación, cuando tenga casa, cuando tenga comida y cuando pueda elegir su vida, me parece que la integración, no solamente debe ser un tema de agenda, sino una política de Estado en cada uno de nuestros países».
Desde las luchas de independencia encabezadas por José de San Martín y Simón Bolívar, pasando por los procesos populares encabezados por Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Evo Morales, Rafael Correa, Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva, José Pepe Mujica, entre muchos otros, los líderes populares de la región han comprendido la necesidad de estar unidos para potenciar el desarrollo y consolidar el bienestar de sus pueblos. El horizonte es claro. El camino está colmado de escollos y los enemigos de la integración son poderosos e incansables. Los pueblos del continente lo saben y jamás han bajado los brazos porque están convencidos de que el sueño de la Patria Grande implica un mejor presente y un mejor futuro para ellos, para sus hijos y los hijos de sus hijos.