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Euge De los Santos: canción para una futura generación

Por Ramiro García Morete

«Desde lo inhóspito / tengo un plan, yo tengo un plan / miralos de cerca / alumbran mi espalda / mis rugidos se oirán / desde tu casa». Un chico le habló de Klauzen Rollers y le pasó un link. Con el tiempo se había convencido de que sería «re floja». «Siempre tuve una tendencia a desestimar lo que yo hacía», confesará. Y es que allí, en esa enérgica fusión de hardcore, rap y alternativo tan marcada por la atmósfera de los ´noventa y los conciertos en plena siesta de la calle cuatro estaba ella. Aunque por momentos piense sobre aquella personita de trece años con un bajo: «No soy yo, es la Euge nena».

Y es que en algún momento todo le parecería extrañamente ajeno. O pasado. Aunque la idea del tiempo sea bastante relativa en esta mujer de aspecto jovial y voz cándida. «A veces, cuando hablo, parezco más grande, porque empecé de chica. Entonces conozco muchas generaciones. Tengo amigas diez años más chicas, amigas más grandes que son señoras. Jodo con que soy atemporal». Lo cierto es que el tiempo (ese ineludible) le había jugado una extraña trampa.

O sencillamente era su cabeza: le costaba tocar sus canciones. Desde aquella banda habían pasado unas cuantas, integrando Soudblazter o siendo una frontgirl en Campeón Mundial. O tocando sola como Euge Petit y encabezando Zombies Bastardos, «demasiado punks para el indie y demasiado indie para el punk». Ya fuera cantando, tocando el bajo o el teclado, siempre había estado en el escenario. Inclusive durante los primeros siete meses del embarazo de Uma, cuando la panza la obligaba a poner la guitarra de costado acompañando a Reimon Starship y Los Venusinos.

Pero ahora algo la bloqueaba. Quizá estuviera agotada de tener que demostrar, prueba a la que cualquier espíritu libre es sometido y mucho más si es mujer. Quizá fuera cierto que todo aquello era parte del pasado, aunque no pudiera evitar aconsejar a sus amigxs músicxs o imaginar coros cada vez que asistía a un recital. 

La experiencia en «Cabaret de Medianoche», variopinto y gran espectáculo que incluía a Pilu Pontano en la guitarra, le devolvería las ganas de cantar y el sentido lúdico. «Ser corista me ayudó. Necesitaba apartarme del centro». Pero en el centro de sí misma, algunas cosas comenzarían a acomodarse. En el departamento de 1 y 63, con la Ibáñez que le prestó un primo, con la Rotman acústica y los teclados Casio, empezaría a recordar viejas canciones a pesar de ser «medio despelotada» para resguardarlas. Canciones con ímpetu noventero pero aún vigentes, conservando la frescura pero añadiendo la trayectoria. Guitarreras, aparentemente simples y muy melódicas, como aprendería de los Ramones pero mucho más de B-52. «Dale, cantá», le habían insistido sus amigxs tanto tiempo y ahora sí, estaba lista. Habían vuelto las ganas, había hallado la salida. «La rompía tocando», dirá sobre la Euge nena de Kauzen Rollers. Había sido ella como lo habían sido todas las demás que -bien o mal- la hacen ser quien es: Euge De los Santos. O Euge Supersalida, según su blog. Reconocerse fue el poder y la salida para volver al lugar del que nunca se había ido.

«Tocaba solista pero no la pasaba bien -cuenta la cantautora-. Me sentía mucho más expuesta. Tenía un tema. Pienso que me curó ‘Cabaret’. Porque empecé a entender que es un juego. En un sentido re piola. En un espacio para disfrutarlo. Si no lo disfruto, ¿qué me pasa? En cierto modo bloqueé mi musicalidad. Pero veía una banda y me moría por tocar. Hacía coros en mi cabeza…». Sin embargo, se reconocía «maternal» y aconsejando a otrxs colegas en distintas situaciones hasta reconocer: «Tengo algo pendiente propio que no me estoy haciendo cargo».

Al repasar su camino haría, en cierto modo, las paces: «Yo me empecé a ver en diferentes etapas. Tiene que ver con un proceso medio espiritual y con empezar a reconocerme y amigarme. Ver que todos fuimos niños, algo desprotegidos. Me empecé a ver con más compasión de lo que siempre me vi. Y obviamente reflotó en lo musical. Empecé a prestar atención a colegas que admiro. Esto es algo que tengo ganado: un espacio mío». Y añade: «Fue un camino bastante difícil en mi persona. Particularmente tiene que ver con el machismo, que está en todos lados. Me cansa decirlo, pero la verdad que sí. Siempre me sentí muy juzgada. Y a la vez reacciones. Quería hacer algo por mi deseo y no por estar enojada ni demostrar. Nunca quise demostrar, pero siempre estuve forzada a tomar esa posición».

Con material inédito o canciones solo grabadas por bandas anteriores, Eugenia trata de definirse: «No me considero ni cantante ni guitarrista. O sí, pero ahí. Pero bueno, tengo algo que tengo yo. Todos somos únicos». Y yendo a algo más estrictamente estilístico, «estoy obviamente enmarcada por los noventa, aunque me desarrolle más en los 2000. Yo jodo con que para el indie era demasiado punk rocker. Demasiado punk ´para los indies y demasiado indie para los punks [risas]». Y aunque dice que cuando compone ya imagina los temas con los cortes y la instrumentación, sostiene «que las canciones son canciones. Una canción que esté buena va a funcionar en cada estilo».

A aquel desparpajo alternativo que fue simiente de parte de lo que luego llamaron indie, Eugenia de los Santos prefiere sumarle lo aprendido en el camino: «Yo ya no tengo ganas de sonar para el orto. Ya tomé conciencia. Quiero que este re bueno y si tengo una banda, que esté re buena. Tengo un proyecto de banda, estamos ahí. Hay un par de amigos punks que están a full. Están las ganas. Por eso la banda se va a llamar así: Euge y Las Ganas».

Y cierra: «Después de la fecha del viernes en D78, tengo otra fecha en mayo, en Pura Vida, con Augusto Giannoni. Mi deseo es llegar con Las Ganas. Lo más importante es empezar a moverme de nuevo. Y una vez que empieza la rueda».

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