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A 46 años del golpe cívico-militar, hijas e hijos siguen reclamando justicia

Por Gabriela Calotti

Ana María Mobili y José Roberto Bonetto militaban en la JUP y en la organización Montoneros. Ella era psicóloga y él, arquitecto. Vivían en 64 e/ 23 y 24, La Plata, donde fueron secuestrados durante un operativo del I Cuerpo de Ejército el 1º de febrero de 1977.

Sus dos hijos quedaron al cuidado de unos vecinos, un matrimonio de edad. En cuanto pudo salir a comprar leche, el señor llamó a Alejandra Mobili, hermana de Ana María, que esa misma tarde fue a buscar a los pequeños sin imaginar que cuando estaba tocando el timbre del departamento en planta baja le caerían encima los represores. La tuvieron detenida veinticuatro horas junto a su marido y un médico amigo en la Brigada de Investigaciones de La Plata, en 55 e/ 13 y 14.

Así lo contó Alejandra Mobili el martes en la audiencia número 59, en modo virtual, del Juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de Investigaciones de Banfield, Quilmes y Lanús que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata.

En la misma semana en que se cumplieron 46 años del golpe cívico-militar, volvieron a escucharse testimonios de familiares y víctimas del genocidio, como los de Martín y Ana Julia, que fueron criados por sus tías en dos ciudades distintas, La Plata y Olavarría.

El relato de Alejandra

«Cuando me tuvieron encerrada en el departamento me preguntaban si yo sabía cómo estaban involucrados», sostuvo Alejandra Mobili, antes de indicar que «mi hermana era psicóloga. Lo único que sabía era que ella atendía gratis a chicos en los barrios carenciados».

Como Ana María había nacido en Nápoles el 2 de febrero de 1943, su madre decidió pedir ayuda en la Embajada de Italia en la Argentina, pero desde la legación diplomática le respondieron que debía dirigirse al ministro del Interior, Albano Harguindeguy. «Nunca tuvimos ninguna información […] Nunca más tuvimos noticias de mi hermana ni de Roberto», aseguró la testigo.

Entrada la década del ochenta, Alejandra contó que en radio o televisión escuchó que alguien, un sobreviviente, había estado con Ana María Mobili. Fue entonces cuando conoció a Adriana Calvo de Laborde. «Me contó que había estado con Ana y que también lo había visto a Roberto. Que habían estado en Arana, en la Comisaria 5ª, y de ahí al Pozo de Banfield, donde la vio por ultima vez», y «me contó este detalle: estaban los dos y en un momento determinado hicieron que Roberto entrara al calabozo donde estaba Ana. Salió, se lo llevaron a él y ella no supo nunca más nada de mi hermana», contó al tribunal.

Alejandra se hizo cargo de la crianza de Martín. «Fue difícil el primer año. Yo tenía mis dos chicos, uno de siete y otro de ocho, que fueron generosísimos. Nunca pusieron un pero porque yo estaba más tiempo con Martín; lo sobreprotegí bastante», confesó esta mujer por momentos con la voz temblorosa por la emoción al hablar de su hermana y de Martín, «mi hijo del alma».

El relato de Martín

«Mi nombre es Martín Bonetto, nací el 9 de julio, mi papá y mi mamá son desaparecidos, vivo con mis tíos, que son como mis padres, tengo dos hermanos que son mis primos, y una hermana biológica que vive en Olavarría y nos vemos para los cumpleaños». Esa era la presentación que Martín repetía de chico cuando conocía a alguien y que repitió el martes ante el tribunal que preside el juez Ricardo Basílico.

«Imaginate si quedé tocado por la desaparición de mi papá y de mi mamá», agregó, dirigiéndose al abogado querellante que introdujo su testimonio.

«Vengo a contarles cómo me crié, porque cuando desaparecieron yo tenía un año y medio. No recuerdo nada. Sé lo que me fueron contando mis parientes», sostuvo, antes de explicar que la tarea más difícil es recomponer «ese lazo de hermanos» con Ana Julia, «porque nos criamos como primos. Ella estaba en Olavarría y yo en La Plata».

Sin embargo fue muy enfático al asegurar que «si es algo que no lograron [los represores] fue que nos criaran sin amor y sin contarnos lo que eran nuestros padres». Martín Bonetto llevaba puesto un poncho que era de su papá y que rescató cuando estaban enterrando los restos de Roberto, identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en 2010.

«Cuando lo fuimos a enterrar, mi primo Gabriel, de Olavarría, estaba poniendo este poncho arriba de la pequeña urnita con los huesos, y ahí me di cuenta que me quería quedar con el poncho de mi papá. Para mí es un manto protector», aseguró en su primer testimonio ante un tribunal.

Durante su testimonio recordó su paso por la Escuela Anexa, donde había otros compañeros y compañeras que habían sufrido la represión y cuyos padres estaban desaparecidos. De más grande participó en la asociación HIJOS.

«Siento que tuve la suerte de haberme criado en un lugar donde pude saber todo lo que pasó. No tengo más que agradecimiento a todo lo que me rodeó después del secuestro y la desaparición», dijo al tribunal. No obstante, fue categórico en su respuesta al juez Esteban Rodríguez Eggers, quien le preguntó «cómo debería ser la reparación desde el Estado». «Creo que primero el Estado tendría que haberse apurado un poco. Son 45 años. Y después me parece que el Estado tiene que encarcelar a todos los que estén todavía vivos y que no pase nunca más. El Estado no sé qué me ofrece. Todo me lo dio mi familia. Lo único del Estado, lo mejor que recibí, fue la chica del equipo psicológico [de acompañamiento de víctimas y familiares]. Pero no espero mucho del Estado», concluyó Martín Bonetto.

«Nadie iba a escribir su historia por mí»

El primer agradecimiento de Ana Julia Bonetto fue también para el equipo de psicólogos que la acompañaron para poder llegar hasta el momento de su testimonio en el marco de este juicio.

Después de una infancia y una adolescencia difíciles, repletas de historias inventadas sobre sus padres para poder enfrentar la vida en sociedad, Ana Julia fue a estudiar a La Plata. «En La Plata nací de nuevo. Fue como llegar a un país donde yo no era una bicho raro, ni una pobrecita, ni una huerfanita […] había muchos chicos como yo. Eran los Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio [H.I.J.O.S.]», explicó. «Ellos sabían más de la historia que yo […] Me angustiaba mucho», confesó. Entonces se volvió a Olavarría, donde la habían criado su tía paterna, Kela, y su abuela.

El tiempo maduró el resto. «Al día de hoy me di cuenta de que si las fotos de ellos no estaban en una marcha era yo quien debía llevarles. Nadie iba a escribir su historia por mí», sostuvo antes de leer un texto que escribió en 2004 para leer en el Concejo Deliberante de Olavarría.

«Esta historia empieza pidiendo justicia», afirmó, antes de relatar los momentos que marcaron su vida y mostrar fotos en blanco y negro de ella y su hermano pequeños, de sus padres, de su tía-mamá y de su abuela, ambas fallecidas.

Ana Julia contó cómo los caminos de la vida la fueron llevando por lugares y personas que conocían a sus padres. Así, siendo docente, trabajó en la cárcel de Sierra Chica y poco después se enteró de que su mamá había trabajado allí como psicóloga.

Ana María y Roberto se habían conocido en un colectivo cuando iban rumbo a una marcha. Se casaron pronto y tuvieron a sus hijos. Ana María tenía 33 años cuando la secuestraron. «La vieron por última vez con vida en el Pozo de Banfield», aseguró su hija, que clamó por «tener un lugar donde llevar una flor». Roberto tenía 34 años.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús es resultado de tres causas unificadas en la Causa 737/2013, con solo diecisiete imputados y apenas dos en la cárcel, Miguel Osvaldo Etchecolatz y Jorge Di Pasquale.

Este debate oral y público comenzó el 27 de octubre de 2020 de forma virtual debido a la pandemia. Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El tribunal lo integran también los jueces Walter Venditti y Fernando Canero.

Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.

La próxima audiencia se realizará el martes 29 de marzo a las 9 hs de manera virtual.


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