Por Emilia Martinuzzi
Sobre los inicios de la semana nos hemos encontrado nuevamente con las expresiones de poder que articula el sistema mediático hegemónico en Argentina. Con Clarín a la cabeza, aunque sabemos muy bien, gracias al debate promovido por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que forman una red poderosísima de tecnologías de visualización que sólo quieren hacer visible el mundo a través de sí e imponer obstáculos a otros modos de comprender “lo que nos sucede” cotidianamente.
Junto a Contexto nos proponemos en esta oportunidad retomar los comentarios elaborados por Osvaldo Pepe para explicar, complejizar e intervenir, del mismo modo que lo ha hecho Clarín, es decir, en términos ideológicos, las opiniones respecto del estilo de gobierno y conducción de la Presidenta, caracterizado como “de macho”. Discursos que al circular, sabemos bien, colaboran en la construcción de una mirada sesgada, discriminatoria, profundamente machista, que sólo fortalece una cultura antidemocrática en nuestro país.
Sobre aquel comentario, entonces, nos detenemos para revisar al menos tres aspectos que consideramos claves para explicar por qué a Osvaldo Pepe, arias Clarín, le incomoda tanto el estilo de conducción de la Presidenta.
la diferencia sexogenérica “varón o mujer” responde a una condición articulada resultado de prácticas político-discursivas que, al repetirse por cientos de años, hicieron posible que hoy Osvaldo Pepe se convierta en un simplón al decir que la Presidenta antes sonreía y, por lo tanto, gobernaba como una mujer.
1) En la nota publicada con el título “La Presidenta Maleva” se dijo que “Cuando asumió su primer mandato, en 2007, sonreía más a menudo. Aquellos eran días felices para los Kirchner. Imaginaban quedarse veinte o más años en el poder. Ya entonces Cristina dijo que todo le resultaría más trabajoso por su condición de mujer. Quizá por eso, en particular luego de la muerte de Kirchner, tomó la decisión de gobernar como un hombre”. En relación a este párrafo nos haremos una pregunta que de tan básica y sencilla nos hace dudar, justamente porque encierra una complejidad de luchas que durante siglos convino reducir o callar. Y el interrogante que nos hará pensar es ¿qué sería ser “varón” o “mujer”?
“Varones” o “mujeres”, ya lo hemos dicho en otras oportunidades, no se definen por rasgos observables, es decir, “si sonríe a menudo es una presidenta mujer”, pero “si sonríe poco y se enoja es una presidenta varón”, sino, y la clave está en lo que dijo la propia Presidenta, muy bien descrito por Clarín, la diferencia sexogenérica “varón» o «mujer” responde a una condición articulada resultado de prácticas político-discursivas que, al repetirse por cientos de años, hicieron posible que hoy Osvaldo Pepe se convierta en un simplón al decir que la Presidenta antes sonreía y, por lo tanto, gobernaba como una mujer, y ahora enojada gobierna como un varón.
Pero aquí no le vamos a tirar todo el fardo al pobre Pepe, porque también comprendemos que él es, aunque de manera preocupante, un mero reproductor acrítico de una ideología que reconoce positivamente a las mujeres cuando son sumisas, sonríen a menudo, desean la maternidad por sobre cualquier otro proyecto de vida posible, pero no cuando se enojan y luchan por la equidad de género, la soberanía económica, la redistribución de los privilegios y la ampliación de derechos, que nuestra Presidenta tuvo el coraje de exigir ante la Asamblea General de la ONU en los últimos días (https://www.youtube.com/watch?v=QSC7vopEw08).
2) Por eso, hacer el esfuerzo de comprender que cuando hablamos de “mujeres” o “varones” no estamos refiriéndonos a una mera diferencia sexual, sino fundamentalmente a aquellas articulaciones político-discursivas que hicieron posibles condiciones desiguales de acceso a la práctica política, a la toma de la palabra pública, a las oportunidades y derechos que histórica y arbitrariamente se garantizaron a los “varones” por sobre las “mujeres”. Comprendemos así aquello que podríamos pensar en términos de ilusión de poder, lo que hace la ficción.
En esta ocasión, entonces, más que describir si la Presidenta tiene un temperamento de “barra brava” o “un lenguaje más cercano a las prepotencias barriobajeras”, o si se ve más enojada que en la cadena nacional N° 39, vamos a hacer el esfuerzo de pensar por qué. Y, de ese modo, si es hombre o mujer se vuelve irrelevante, porque lo que importa es la lucha que con ella encabeza la Argentina. La lucha contra el capital financiero internacional, el sistema de medios hegemónicos, la precarización laboral, las inequidades de género, la concentración de las riquezas, y la política como transformación de las condiciones reales de existencia desigual de los pueblos del mundo.
si se ve más enojada que en la cadena nacional N° 39, vamos a hacer el esfuerzo de pensar por qué. Y, de ese modo, si es hombre o mujer se vuelve irrelevante, porque lo que importa es la lucha que con ella encabeza la Argentina.
3) Para terminar, haciendo el esfuerzo por no reiterar pero sí responder a los “argumentos” de “la crítica” de “los periodistas” de Clarín, nos detenemos sobre aquella afirmación que sostuvo que “En la semana que pasó, (la Presidenta) nos ha informado que en la cosmogonía kirchnerista hay dos tipos de mujeres. Las K y las no K”. Por un lado, “La Presidenta criticó a un periodista de una agencia internacional porque forcejeó e hizo caer a Lorena Gómez, funcionaria de prensa de Kicillof, para sacarle de sus manos una copia del proyecto de Presupuesto 2016”. Pero, según explica Pepe, no se enunció “cuando Kicillof ejerció violencia verbal sobre la diputada Victoria Donda, quien incomodó al ex “vení chiquito, vení”, según el voluble humor presidencial, por haberle pedido explicaciones sobre la falta de datos de la pobreza. El ministro quiso degradar a Donda: “Si quiere salir en los diarios que se ponga plumas, se vista de algo, grite.” Entonces Clarín se pregunta, al mismo tiempo que denuncia, por qué en un caso la Presidenta bramó y en otro calló.
Muy simple. La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta en el año 2011 con el 54% del apoyo popular. Eso quiere decir que goza de un nivel de representatividad por el cual en Argentina todas las mujeres gozamos del derecho a denunciar cuando somos violentadas por nuestra condición de género. Por lo tanto, la aparente sensibilidad sobre las problemáticas de género con la que denuncia nuestro ya querido Pepe nos hace pensar en lo incómodo e impotente que debe ser tener que exigirle a una Presidenta que se enuncie sobre algo que reconoció y amparó en términos de derechos y protecciones mucho antes de que Clarín se haga cargo de que existe algo llamado “violencia de género”.
Por la tanto, si la Presidenta se enunció sobre uno u otro caso, Pepe, no te preocupes, las mujeres de este país, y más Victoria Donda, tienen todas las herramientas jurídicas, políticas y culturales para exigirle a la Justicia que resuelva si aquello fue un agravio de género o simplemente una crítica directa no tanto a Donda por su condición de género, sino al sistema de medios que espera el show como noticia antes que la política como herramienta para el debate, la construcción democrática y la ampliación de los horizontes de emancipación económica y cultural en toda Latinoamérica.