Por Gabriela Calotti
«Mi padre, Jorge Antonio Catanese, desapareció el 15 de septiembre de 1977 de su domicilio en la localidad de Tres de Febrero», afirmó el martes Marta Catanese, testigo en el juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, esta última con asiento en Avellaneda.
Al iniciarse la audiencia número 69 de este debate oral y público que se realizó de manera presencial para los testigos y sobrevivientes, contó que en aquel momento ella tenía quince años. Sus padres estaban separados y ella vivía con su madre.
Catanese, que trabajaba como chófer en la entonces Municipalidad de Buenos Aires y en el popular programa de televisión Titanes en el Ring, tenía otra pareja y un hijito de un año. Pese a su corta edad, Marta hizo varias gestiones junto a su tía en la búsqueda de su padre en el Ministerio del Interior y comisarías, mientras que la esposa de su papá presentaba numerosos habeas corpus.
Hubo quienes le aconsejaron «que no lo busque porque podía haber consecuencias para mi mamá», explicó Marta muy afligida, antes de precisar que «la esposa de mi papá se enfermó muchísimo y mi hermano falleció a los veintiséis años del corazón».
Fue recién en democracia cuando, escuchando un programa de radio, «me enteré que mi papá estuvo en el Pozo de Banfield, según sobrevivientes» que identificó por sus apellidos: Nieves y los hermanos Moreno.
Marta declaró ante el tribunal que está «muy agradecida a mi tía y a la esposa de mi papá, Rina, que hicieron todo por encontrarlo», pero Jorge Antonio Catanese permanece desaparecido.
Uno de los personajes buenos de Titanes en el Ring se llamaba Yolanka, pues promovía el consumo de yogur entre las infancias. Catanese trabajaba en ese grupo de lucha libre como «segundo, que son los que acompañan a los luchadores, que los protegen», explicó Marta en la audiencia. Aunque en algunas ocasiones su padre «luchaba como Yolanka», respondió interrogada por la auxiliar fiscal Ana Oberlin.
Tal es así que en vida, su hermano, «queriendo conocer al padre, buscaba verlo en los videos de Titanes en el Ring«, contó la testigo, sin poder ocultar su pesar.
Dos veces secuestrado
Alberto Derman fue secuestrado dos veces. La primera, a mediados de octubre de 1977 en Quilmes, cuando, buscando una guardería para su hijo de un año y algo más, pasó por la vereda de la Brigada de Investigaciones en la calle Allison Bell.
«Como a las dos o tres cuadras, aparece un Peugeot 504 azul, me detienen, me ponen contra un árbol, me palpan de armas, me ponen una campera en la cabeza, dan dos o tres vueltas y yo me doy cuenta de que entran en la Brigada», explicó al Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata.
«Me sometieron a torturas, haciéndome imputaciones que no tenían absolutamente nada que ver conmigo», precisó, antes de indicar que al cabo de «dos o tres días de haberme dejado en un cuartito para que me repusiera de algunas heridas provocadas por los apremios ilegales, me dejan en una calle de Solano».
A los 45 días fue nuevamente secuestrado, exactamente el 6 de diciembre de 1977, pero esta vez a media cuadra de su casa en Ranelagh. «Yo venía con mi hijo en brazos. Me ponen una pistola en la cabeza ¨[…] Me llevan a mi casa, me golpean y me preguntan por quien era mi compañera, que trabajaba como docente en el servicio social de Segba [compañía eléctrica estatal bonaerense]. Como a las nueve de la noche llegó. A ella también la golpearon y nos llevan a los dos a la Brigada» de Quilmes.
Su compañera de entonces era María Cristina Gioglio, una de las sobrevivientes del genocidio fallecida en enero de 2020. Su testimonio fue uno de los más valiosos en la búsqueda de memoria, verdad y justicia.
De su cautiverio en el llamado Pozo de Quilmes, además de su compañera, Derman recordó haber estado «con los hermanos Herrera; con Raúl Bonafini, uno de los hijos de Hebe; y con Alcides Chiesa, con quien compartió celda. También mencionó a Zulema Leiras; Elda Viviani; los colectiveros Roberto Acuña y Ceolín; Víctor Yodo; Roberto Villanueva o Villarreal; a otro le decían el Turco; Roberto Yantorno; José María de la Flora, al que le decíamos «el Colorado»; Mirta Camps; Santos Boria, que era delegado de Peugeot; Jorge Allega; Juan José, de Rigolleau y su esposa Norma; Alcides Chiesa y su esposa Norma, que estaba en el tercer piso; un tiempito estuvo Antonio Chiesa, el padre de Alcides, que fue liberado».
«Estaban también Roberto Laporta, estaba Maidana, le decíamos ‘el Abuelo’ […] estaba allí porque le había alquilado un cuarto a alguien que aparentemente era de Montoneros. Era dueño de una pensión. Hugo Arana y su esposa, que estaba embarazada; Alberto Torres y su esposa, Silvia Spreger, otro compañero de Peugeot que se llamaba Fernando y su esposa».
Mencionó a José Roberto Figuedero, a Nicolás Arcángel y Oscar; a otro compañero, Ruben Schel, «el Polaco», a Carlos Robles y Martina Concepción Espinoza. «Estuvimos con Ramona Avalos, una mujer de edad avanzada; con Juan José Rua y su esposa; con Alberto Mali; Agüero y su esposa; Juan Carlos Guarino y Alberto Cruz Lucero», enumeró.
Derman estuvo en Quilmes hasta el 28 de marzo de 1978. Mientras estuvo allí, «los gritos de los torturados eran permanentes, las veinticuatro horas. No paraban». Además, «periódicamente venían a buscar y hacían traslados que nosotros suponíamos que era llevarlos para eliminarlos», precisó. Durante su periodo de cautiverio «hubo no menos de dos traslados», sostuvo.
En el momento de su segundo secuestro, Derman trabajaba en una cartuchería en el cruce de Florencio Varela. Desde los quince años había trabajado en frigoríficos, en la petroquímica Sudamericana de Olmos y en 1973 había entrado en Astillero Río Santiago. Su militancia era sindical, precisó.
Del Pozo de Quilmes lo llevaron a la Comisaría 8ª de La Plata, ubicada en 7 y 74. Estando ahí fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y legalizado en la Unidad 9. De allí lo llevaron a Rawson, donde estuvo encarcelado tres años y medio, y vuelta a La Plata. Recuperó la libertad en diciembre de 1982, pero hasta septiembre de 1983 estuvo con libertad vigilada.
Tras salir en libertad de la cárcel de Devoto, Cristina pudo recuperar a su hijo Marcos, que para entonces tenía cinco años. Mientras tanto, el primer hijo de Derman, Federico, pudo ser rescatado por su abuelo paterno de un orfanato.
«Digamos que dentro de todo la saqué bastante barata, porque muchos de los compañeros que mencioné y otros no están ni siquiera vivos hoy en día», consideró Derman, quien en el tramo final de su declaración cuestionó severamente la situación del Poder Judicial en la Argentina.
«Si alguno de los aquí presentes piensa que esto es un acto de justicia, creo que debieran revisar la doctrina que lo sustenta, porque pasaron 45 años y la justicia que viene a los 45 años no se puede llamar justicia. Es verdaderamente penoso y lamentable el estado de nuestro Poder Judicial, y esto no es sino una expresión de esa situación deplorable», sostuvo.
Derman reclamó por los civiles y en particular los ejecutivos de empresas que fueron cómplices de los secuestros y desapariciones de trabajadores, como los de la automotriz Peugeot. «Que yo sepa no han sido juzgados», afirmó.
Una caja de madera que espera los restos de su papá
Natalia Hodl se sentó frente al tribunal con una foto de gran tamaño en blanco y negro de su papá, Carlos Enrique Hodl, sonriente.
«Carli» fue secuestrado y desaparecido el 3 de febrero de 1977, contó Natalia, que desde sus primeras palabras trajo a la audiencia los nombres de su abuela, Aliné Ethel Moreno de Hodl, y su abuelo, Ladislao Hodl, de su tía Cristina y sus hijos.
Su papá era técnico químico egresado de un secundario de Quilmes. Sus viajes por Latinoamérica en 1970 y 1971 lo impulsaron a abrazar la militancia. Primero en la Juventud Comunista y luego en el PRT-ERP hacia 1974, precisó la muchacha.
Sus padres, Carlos Enrique Hodl y Laura Donato, se casaron en 1973 y se instalaron en un barrio del Sindicato de Petroleros en Quilmes. Natalia nació en 1976.
Cuando se produjo el secuestro de su padre, este trabajaba de noche en una papelera de Quilmes. Su madre recordaría luego al tribunal aquella noche de pesadilla que sembró en ella un terror infinito.
«Mucho tiempo después supe que mi papá estuvo secuestrado en El Infierno a través de un compañero que fue liberado y que compartió calabozo con mi papa».
Carlos Enrique tenía veinticinco años. Su mamá, ama de casa, salió como cientos de mujeres, a buscar a su hijo: hizo denuncias permanentes, presentaciones en comisarias de Quilmes, juzgados, escribió cartas a Videla, al ministro del Interior, ante la CIDH, a la Iglesia, ante la ONU, APDH y Madres de Plaza de Mayo hasta los años ochenta.
«En este juicio tenemos menos de veinte genocidas imputados y no creo que hayan sido 6 o 7. En la Brigada de Lanús sabemos que había mucho personal. Me tomé el trabajo de buscar y encontré que hay muchos oficiales que trabajaron allí y no creo que no sepan nada. Lo que uno espera es que al menos la Justicia los cite», reclamó.
Y aunque no precisó dónde obtuvo la información, identificó con nombre, apellido, cargo y la fecha hasta la que tuvieron pertenencia en la Brigada de Lanús a diecinueve policías: Rubén Darío Cabo cumplió funciones hasta 3/5/77, era oficial subinspector; Julio Ricardo Cejas, 77, agente; Rubén Carlos Chávez, hasta 10/03/77, oficial inspector; Tomás Constante hasta 28/3/77, oficial principal; Noberto Cosani, agente hasta 17/7/77; Teodoro Falece, cabo, hasta 11/03/77; Norberto Ezequiel Gómez, cabo hasta el 11/03/77; Héctor Juan González, hasta el 10/03/77; José Alberto Jofre, hasta el 10/05/77; Julio Oscar Loaham, sargento primero, hasta 11/3/77; Rodolfo López, agente, 77; Domingo Lugos, oficial inspector hasta el 10/03/77; Adolfo Olano, oficial inspector hasta 10/3/77; Aldo Germán Pastorini, 77; Miguel Ángel Pérez, cabo primero hasta el 11/03/77; César Roberto Rosas, oficial inspector hasta el 3/5/77; Stroposki, Fernando, oficial inspector hasta el 10/3/77; Cimbori Juan Carlos, oficial inspector hasta el 10/3/77; y Troncoso Armando Eduardo, cabo hasta el 5/8/77.
«Todas estas personas estuvieron en la Brigada de Lanús y espero que en algún momento se los cite para saber si sabían algo de mi papá que estuvo ahí», sostuvo Natalia Lodl, que pidió «cárcel común, perpetua y efectiva para todos los responsables».
Antes de retirarse dejó una caja sobre la mesita donde los testigos apoyan su ayudamemoria, que está ubicada frente al tribunal. «Espero que algún día esta Justicia me cite y me diga que me devuelve los restos de mi papá para enterrarlo como merece», dijo señalando la caja.
Laura Donato, la compañera de Carlos
«Fue mi marido y compañero durante unos cuantos años», afirmó la mamá de Natalia, Laura Donato, al iniciar su declaración, que quiso arrancar con un video que su nieto mayor logró montar con grabaciones caseras de Carlos Enrique Hodl en su fiesta de casamiento, en vacaciones, de viaje con amigos, en reuniones familiares, siempre con una sonrisa en los labios.
«Yo quería que lo vieran con vida porque así se lo llevaron», sostuvo antes de comenzar con el relato de su vida a partir del secuestro, de su militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y de los amigos entrañables que comenzaron a caer ya en 1974.
La noche del 2 de febrero de 1977 Carli empezaba el turno noche. El día anterior habían llegado de las vacaciones en Puerto Madryn, que habían concluido en Pinamar y Villa Gesell. Esa noche él se fue antes a la fábrica, después de cenar y de jugar un rato con su hija, Natalia, que por entonces empezaba a caminar.
«Me quedo dormida con ella […] Siento de golpe unos golpes fuertes en la puerta. ‘¡Abran, policía!’. Abro la puerta y digo ‘cuidado, que tengo un bebé’. Me empujan contra el rincón. Entran. Siento entrar mucha gente a casa», empezó a relatar con mucha angustia.
La patota esperó toda la noche en el interior de la vivienda. Revolvieron todo, robaron. A eso de las 6 de la mañana apagaron las luces. «Carli golpea y le abren la puerta y lo meten adentro, y él pregunta ‘donde están mi mujer y mi hija’… fue la última vez que escuché su voz. Hoy no me la puedo acordar su voz», contó Laura con la voz entrecortada.
«‘Un consejo, desaparecete'», le dijo uno de los tipos que la vigiló toda la noche, y el que dirigía el operativo fue más lejos aún: ‘En un acto de humanidad, vamos a dejar a la mujer y a la beba'», contó Laura, que recordó esas horas con lujo de detalles.
Su primera reacción fue trabar la puerta con un sillón. Luego dirigirse a la casa de su mamá con la nena. «Yo tenía veintidós años. Me sentía desprotegida y sola».
Ese día también secuestraron a sus amigos íntimos Enrique Pochetti y Elena Rinaldi, quienes permanecen desaparecidos.
A partir de ese momento comenzó a peregrinar por diversas partes del país. Mendoza, Pinamar, Buenos Aires y luego Brasil. «Yo no me quería ir», aseguró, pero «estaba aterrada. Vivía con mucho miedo. Me mudé 32 veces en toda mi vida», explicó. «Recién ahora, hace veinte años, que vivo en el mismo lugar», confesó.
En 1982 supo por un sobreviviente, Adolfo Paz, que su marido había estado secuestrado en El Infierno de Lanús. También lo confirmarían Juan Velázques Rosano y Norma Sandoval. Carlos Enrique Hodl permanece desaparecido.
El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la Policía bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, conocida como El Infierno, con asiento en Avellaneda, es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013.
Este debate oral y público comenzó el 27 de octubre de 2020 de forma virtual debido a la pandemia. Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El tribunal está integrado por los jueces Ricardo Basílico, que ejerce la presidencia, Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero.
Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.
La próxima audiencia se realizará el martes 14 de junio a las 8:30 hs de manera virtual en el Tribunal Federal de La Plata.