Por Florencia Abelleira
Desde 2007 y cada dos años se realiza en distintos países del continente el Congreso Latinoamericano de Agroecología para interpelar a la sociedad sobre la necesidad que tienen nuestros suelos de suplantar el sistema agrario actual –basado en el monocultivo y abuso de agroquímicos– por uno ecológico regulado por el funcionamiento natural de los agroecosistemas.
Este año, la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de La Plata es la sede de la quinta edición, que tiene como bandera que la ciencia y el trabajo de la tierra no se encuentren disociados, sino que avancen mancomunadamente.
En la primera jornada de ayer de un evento que durará hasta el viernes, participó Clara Nicholls, presidenta de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA), quien dijo que este modelo de producción “no podría ser lo que es hoy sin el aporte de los conocimientos campesinos”.
“Hay un matrimonio del conocimiento entre las comunidades campesinas que han hecho cultura por siglos y que tienen un saber ancestral, una etnociencia con la que tratamos construir una nueva disciplina que no responda sólo a problemas técnicos, sino también sociopolíticos”, agregó. Es bajo esta línea que se hicieron presentes y compartieron sus experiencias integrantes de distintas organizaciones de productores familiares y agroecológicos.
Susana Rosales es de Córdoba y pertenece al Movimiento Nacional Campesino Indígena, y, a la par de Nicholls, opinó: “Siempre al campesinado se lo ve como algo atrasado. El sistema capitalista se empeña en opacarlo. Para seguir desarrollando la agroecología tiene que haber políticas públicas y el apoyo del Estado y de otras organizaciones, porque solos no podemos transformar el actual modelo”.
“Siempre al campesinado se lo ve como algo atrasado. el sistema capitalista se empeña en opacarlo.»
En el caso de la Argentina, hace ya varios años que se está destinando presupuesto público en políticas que fortalecen el sector de los pequeños y medianos productores. La creación en 2014 de la Secretaría de Agricultura Familiar dentro del Ministerio de Agricultura de la Nación, el trabajo en territorio que llevan adelante los CIPAF (Centro de Investigación para la Agricultura Familiar) en las diferentes regiones del país, las capacitaciones que lleva adelante el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en las quintas del cordón hortícola, y la reciente Ley de Agricultura Familiar, son claros ejemplos de la intención por parte del Estado de revalorizar el sector agrario.
Otro de los disertantes fue Martín Zamora, investigador del INTA e integrante de la Chacra Experimental Integrada de Barro –un convenio entre el INTA y el Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires–, que contó que en la región pampeana hay productores con amplias extensiones de tierra que tienen costos de producción alta y gran utilización de insumos.
“hace seis o siete años, empezamos a trabajar en cómo hacer para volcar los principios agroecológicos a ese tipo de productores que tienen grandes superficies.»
“Estos problemas empezaron a aparecer hace mucho tiempo, y no teníamos en la zona ni en la región un modelo alternativo de producción”, contó el investigador, y aclaró que “hace seis o siete años empezamos a trabajar en cómo hacer para volcar los principios agroecológicos a ese tipo de productores que tienen grandes superficies de un solo cultivo o dos. Desde la Chacra Experimental empezamos a desarrollar este modelo donde pusimos el foco en la biodiversidad: aumentar la cantidad de plantas y los microorganismos, tratando de potenciar las funciones del suelo para disminuir paulatinamente el uso de insumos”.
“Hemos logrado un sistema productivo que no usa herbicidas, que se mantiene productivo. Hoy estamos formando un grupo de productores que apuestan al cambio rural, para empezar a trabajar con ellos”, completó.
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Los desafíos de la agroecología
Una de las grandes preguntas que hace tiempo gira en torno a la agroecología es si un sistema agrario ecológico que utiliza menos de la mitad de agua que el industrial, que no necesita pesticidas, que no recae en los monocultivos y que no produce gases de efecto invernadero puede ser viable para alimentar a la población mundial.
Nicholls respondió que la solución al hambre “no pasa por producir más o menos alimentos”. Explicó que el mundo produce en la actualidad lo suficiente para alimentar 9 mil millones de personas, y somos 7 mil. “El problema del hambre pasa por el acceso y la distribución de la comida. El discurso de que hay que duplicar o triplicar la producción es un discurso que viene de la industria para crear miedo en los consumidores. Ya hace treinta años del Programa Revolución Verde, que proponía generar más alimentos porque decía que había poca producción y mucha población, y hoy hay más pobres que en ese entonces”.
Alicia Alem, otra agricultora familiar y agroecológica de Cañuelas que es miembro del MAELA (Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe), explicó que la agroecología es un sistema que terminaría con el hambre porque “es una forma de producir con entramado productivo donde vamos construyendo nuestra propia independencia. No es que cada productor puede producir todo, pero esa es la importancia de los colectivos y la articulación con otros productores y campesinos. Es otra forma de construir una sociedad nueva, que nos enamore, que nos guste vivir”.
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