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Murió Etchecolatz, símbolo de la represión en la provincia de Buenos Aires

Por Gabriela Calotti

El excomisario Miguel Osvaldo Etchecolatz encarnó el símbolo de la represión más feroz de la que se tenga memoria en nuestra ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Murió a los 93 años en una clínica de Merlo a la que había sido derivado de la Unidad Penitenciaria Nº 34 de Campo de Mayo.

«Murió condenado por genocida y en cárcel común», sostuvo el sábado Guadalupe Godoy, una de las abogadas querellantes en los numerosos juicios en los que Etchecolatz estuvo imputado y fue condenado, y en los tres juicios que se estaban llevando adelante en La Plata. «Etchecolatz muere condenado por genocida y eso es un logro de todo un pueblo que reclamó verdad y justicia y que peleó por eso tantos años», agregó en diálogo con Contexto.

Como otros genocidas, falleció sin decir una palabra sobre el destino de los desaparecidos. «En los juicios siempre sobrevuela la esperanza de saber dónde están las y los desaparecidos y las y los pibes apropiados. En la ciudad de La Plata eso lo explicitaba Chicha Mariani. Nuestra pregunta es dónde está Jorge Julio López y qué pasó con él. Y la muerte tiene esa cosa de mostrar a genocidas que se van sin romper el pacto de silencio, sin arrepentirse , sin decir dónde están», precisó la letrada.

Etchecolatz era uno de los imputados en el juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de la Bonaerense en Banfield, Quilmes y El Infierno de Lanús.

A poco de iniciarse ese juicio, en noviembre de 2020, Etchecolatz volvió a reivindicar con soberbia su posición. «No debo, no puedo por razones éticas y morales responder a esas preguntas. No es el canal. Nunca lo vamos a esclarecer», afirmaba, antes de considerar que el único objetivo de los juicios es «el deseo de venganza».

Según él, «ahí ocurrió una guerra y allí […] la única voz es el fusil», antes de mencionar a «jóvenes idealistas equivocados o mal orientados». Imposible no pensar en los cientos de jóvenes adolescentes secuestrados, torturados y asesinados en la ciudad de La Plata y en la provincia de Buenos Aires. Imposible no pensar en la llamada Noche de los Lápices y en los militantes estudiantiles que permanecen desaparecidos: Claudia Falcone, María Claudia Ciocchini, Horacio Ungaro, Francisco López Muntaner, Daniel Racero, Víctor Treviño y Claudio de Acha.

«Los sobrevivientes, los que vivimos el horror desde adentro, ya dijimos mucho, ya contamos mucho. Simplemente le pido a la Justicia que haga lo suyo, porque los tiempos no nos juegan a favor para construir una Argentina sin impunidad, y así permitirnos a nosotros olvidar un poco», aseguraba en junio de 2021 Emilce Moler, al declarar como sobreviviente, poniéndole palabras a la inevitable impunidad biológica. Etchecolatz ya no será condenado en el juicio «Brigadas».

Etchecolatz estaba imputado también en el juicio «Hogar Casa de Belén y operativos represivos» que lleva adelante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata. En mayo había sido condenado a su novena reclusión perpetua en el marco del juicio «Garachico», por el nombre del ex jefe de calle de la Unidad Regional La Plata, el policía Julio César Garachico.

«Con la muerte de Miguel Etchecolatz se cierra un ciclo, el suyo, el personal, el de su vida, pero continua abierto el de la justicia y que tiene que ver con lo que el hombre hizo durante su vida, y por los hechos que cometió que fue juzgado y condenado y finalizó sus días como correspondía, a mi entender, que es pagando los crímenes que cometió», afirmó a Contexto el exmagistrado Carlos Rozanski, que presidió el tribunal en el histórico juicio contra el represor, que tuvo lugar en 2006 en La Plata, y en el marco del cual desapareció por segunda vez Jorge Julio López, exactamente el 18 de septiembre.

El todopoderoso director de Investigaciones de la Bonaerense en tiempos de la dictadura cívico-militar fue la mano derecha de Ramón Camps, el general jefe de la Policía bonaerense por quien se denomina Circuito Camps a los 29 centros clandestinos de secuestro, tortura y exterminio ubicados en el conurbano bonaerense por donde circulaban los «detenidos», la mayoría de los cuales siguen desaparecidos. En la provincia de Buenos Aires funcionaron en total 230 centros clandestinos de detención.

Etchecolatz es el tercero de los dieciocho imputados iniciales del juicio por las Brigadas de Banfield, Quilmes y El Infierno de Lanús, y falleció en el transcurso de un proceso demasiado largo que, como si fuera poco, comenzó 45 años después de los hechos. El debate comenzó el 27 de octubre de 2020 y tiene al menos un año, a razón de una audiencia semanal.

Semanas atrás, la Cámara de Casación Penal había autorizado otorgarle el beneficio de la prisión domiciliaria pero por una sola causa, y por ese motivo no se hizo efectiva la medida. Lo mismo había ocurrido en 2020. En cambio, entre diciembre y febrero de 2017 el represor obtuvo ese beneficio y volvió a su casa del Bosque Peralta Ramos, en las afueras de Mar del Plata. «Ahora estoy seguro de que no lo voy a tener más de vecino», resumió este sábado con cierto alivio mi hermano, Atilio Gustavo Calotti, secuestrado a los diecisiete años en La Plata y sobreviviente de los Pozos de Arana y Quilmes.


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