A casi una semana del atentado que casi termina con la vida de Cristina Fernández de Kirchner, fue unánime y rotundo el pedido de freno a los discursos mediáticos y políticos que propiciaron un contexto de extrema beligerancia contra la vicepresidenta. Si bien el llamado de atención por parte de la sociedad movilizada por la conmoción fue contundente, los grandes medios corporativos no parecen estar dispuestos a dar marcha atrás para proteger sus intereses.
Así lo demostró el editorial de este miércoles de Joaquín Morales Solá en el diario La Nación, donde expuso un encendido rechazo al llamado de concientización sobre las expresiones y relatos estigmatizantes por parte de cierta parte de la prensa nacional en las últimas semanas. Lejos de asumir la responsabilidad de los grandes medios en la instigación de un notable clima de hostilidad social, decidió revertir la ecuación y responsabilizar de la reciente violencia vivida estrictamente al propio Gobierno.
«Periodismo o genuflexión» fue el título elegido para el artículo, un nuevo intento de la vieja «tribuna de doctrina» por realizar el conocido contrapunto entre «la independencia periodística» y los señalamientos morales de la política y la sociedad: esa presunta libertad que los gigantes de la comunicación se adjudican a sí mismos para violentar y desestabilizar democracias, con la autoridad moral de saberse libres e independientes. Libertad e independencia que, al parecer, reclaman de manera selectiva.
«Sería bueno preguntarse si Morales Solá tenía la misma preocupación por la genuflexión del periodismo cuando encubría la dictadura desde La Gaceta de Tucumán y Clarín. O cuando era agasajado por Bussi junto a periodistas que ‘colaboraron en la lucha contra la subversión’», fue el comentario de la ex decana de Periodismo, Florencia Saintout, hoy presidenta del Instituto Cultural bonaerense, en referencia a la crítica de Morales Solá.
«Tampoco lo escuchamos decir nada cuando el macrismo redujo personal en los medios públicos, despidió a 354 periodistas de la agencia Télam, instruyó que no se hablara de dictadura ‘cívico-militar’, sino de golpe de Estado en Radio Nacional, y acalló voces disidentes al gobierno», agregó la funcionaria bonaerense.
Los señalamientos de Saintout fueron en sintonía con la reacción de buena parte de la política, que hizo un llamado a pacificar el clima político, con especial hincapié en la tarea de los medios de comunicación y de los sectores de la política más radicalizados, que en los últimos meses hicieron de la agresión una bandera de campaña. El mentado «Nosotros o ellos», proferido por el diputado macrista Ricardo López Murphy el mes pasado es quizás uno de los ejemplos más claros.
En tanto, desde La Nación, Morales Solá no parece acusar recibo por el pedido de responsabilidad ante una situación de gravedad institucional sin precedentes, y, en lugar de apaciguar las aguas, apela a la «libertad de expresión».
«Hoy Morales Solá pretende acusar al kirchnerismo de coartar la libertad de expresión cuando fueron esos gobiernos los que eliminaron las figuras de calumnias e injurias y promovieron el debate de una comunicación libre y para todxs», agregó Saintout.
Mientras la cacería política del kirchnerismo (hoy encarnada en la persecución judicial y la violencia mediática) ya cruzó un límite ante el intento de asesinato de la vicepresidenta, La Nación parece estar más preocupada por «la estigmatización y la persecución del periodismo independiente», en palabras de su columnista estrella. Sería interesante saber qué hubiera pensado al respecto Rodolfo Walsh, quien alguna vez se jugó el pellejo denunciando abiertamente los crímenes que la dictadura genocida estaba cometiendo contra el pueblo argentino. Por desgracia, hoy no está presente para responderles a quienes se atreven a hablar de «periodismo independiente» para justificar su propio odio.