Por Carlos Barragán
Hay periodistas que luchan por la prepotencia del capital y son los guerreros.
Hay periodistas que luchan por los derechos del pueblo y son los perseguidos.
Y hay periodistas que luchan por salir ilesos. Esos son unos vivos bárbaros.
Ya pasó. Ya nadie se acuerda de que hace apenas quince días algunas manos serviciales entraron a la casa de Cynthia García. En realidad, es su hogar, porque no es dueña de la propiedad a pesar del exorbitante enriquecimiento obtenido en estos años por todos nosotros. Allí le robaron sus herramientas de trabajo y le dejaron un mensaje escrito por la mano invisible del mercado. Un recorte de un publicidad aparecida en el diario Clarín que asegura con entusiasmo y mayúsculas “¡TODAS ESTAS PREGUNTAS TIENEN RESPUESTA!”.
Los mensajeros no se llevaron dinero que tenían ahí a la mano, será porque tienen financiamiento abundante y también querían dejar eso en claro, y sí se encargaron de romper la cuna del bebé de García y de dejarle la casa absolutamente revuelta, porque el manoseo de nuestras pertenencias más íntimas es un mensaje amenazante y también una vejación. En el lenguaje histórico que aprendimos de los represores, esto que acabo de describir se llama: reventar una casa. Hace muchos años que no le ocurría algo parecido a un periodista, quizá más de doce años, pero no quiero que me tilden de fanático kirchnerista. ¡TODAS ESTAS PREGUNTAS TIENEN RESPUESTA!
Sería risible exigir preocupación por estos hechos a los grandes periodistas de guerra que, como buenos combatientes, saben que cuando deciden que es el momento de dar el golpe final en una batalla no hay compasión posible. Pero por estos días pienso mucho en los periodistas que durante estos años se esforzaron por permanecer ilesos de todo compromiso, y que hoy –a pesar de vivir con tanto republicanismo a cuestas– no parecen impresionados por el hecho de que una colega –de paso, una ciudadana– sea atacada de esta manera. ¡TODAS ESTAS PREGUNTAS TIENEN RESPUESTA!
EN EL LENGUAJE HISTÓRICO QUE APRENDIMOS DE LOS REPRESORES, ESTO QUE ACABO DE DESCRIBIR SE LLAMA: REVENTAR UNA CASA. HACE MUCHOS AÑOS QUE NO LE OCURRÍA ALGO PARECIDO A UN PERIODISTA, QUIZÁ MÁS DE DOCE AÑOS, PERO NO QUIERO QUE ME TILDEN DE FANÁTICO KIRCHNERISTA.
Sería muy grave reventarle la casa a Luis Majul. Sería un escándalo reventarle la casa a Alfredo Leuco. Y sería carísimo reventarle el departamento de Miami a Jorge Lanata. Mucho más que cuando al rico periodista le tiraron cáscaras de revoque, que cuando al pequeño de rulos un ciclista le gritó estúpido, y que cuando al padre cordobés le afanaron la mochila en una plaza. Reventar las casas de estos periodistas de guerra ameritaría nuevas cartas a la SIP, al Papa, expediciones a Washington y muchas horas, jornadas enteras, de cobertura histérica en TN.
Hasta los periodistas ilesos se sentirían consternados por este hecho que pone las libertades democráticas en jaque. Sin embargo, reventarle la casa a Cynthia García mediáticamente fue gratis. Quizá porque bajo este nuevo régimen estamos aprendiendo que algunas personas no tenemos derecho a expresarnos, y millones no tienen derecho a informarse. Y que esta pérdida de derechos está siendo cada día respaldada y sostenida por los ataques de artillería de los periodistas guerreros y la logística silenciosa de los periodistas ilesos. ¡TODAS ESTAS PREGUNTAS TIENEN RESPUESTA!
Sabemos, quienes somos perseguidos por este Gobierno, que la cuestión mediática no es uno de los aspectos de un panorama mayor, sino que los medios son el combustible espiritual –como diría un teólogo macrista– que alimenta al capitalismo antipolítico. Hoy, sin medios efectivamente democráticos y representativos de los intereses de toda la sociedad, la democracia es un mal chiste, otro de esos tantos cinismos a los que nos resistimos a acostumbrarnos. Si la salud ideológica y ética de nuestro periodismo no fuese tan lamentable, estaríamos viviendo una permanente demanda de seguridad para ejercer la profesión, un cese inmediato de la criminalización que emprende el Gobierno y la exigencia irrenunciable a que todas las voces puedan expresarse sin miedo y sin extorsiones en los medios de comunicación.
Sin embargo, nada de eso ocurre, y quienes ayer vivían insultando al Gobierno por su supuesta intolerancia a las voces disidentes (intolerancia que en realidad era una discusión y crítica públicas), hoy se encuentran más que cómodos con esta realidad. ¿Sabrán que el dignísimo Lanata que estaba quebrado se compró un departamento en Miami y la corrupta de Cynthia alquila? ¿Sabrán que el ministro Lombardi mintió decenas de veces para quitarnos de la escena mediática como si fuésemos delincuentes? ¿Sabrán que mientras ellos duermen tranquilos, seguros de que ningún servicio va a entrar a sus casas, a nosotros nos cuesta un poco? ¿Sabrán que el Gobierno que nosotros defendimos jamás se dedicó a perseguirlos y a quitarles el trabajo? ¿Sabrán que ejerciendo esa indolencia confortable se convierten en cómplices de un Gobierno que viola derechos fundamentales?
¡TODAS ESTAS PREGUNTAS TIENEN RESPUESTA!
Hay periodistas que luchan por la prepotencia del capital y son los guerreros.
Hay periodistas que luchan por los derechos del pueblo y son los perseguidos.
Y hay periodistas que luchan por salir ilesos. Esos son unos vivos bárbaros.