Profesionales de la salud a favor y en contra del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo se dieron cita ayer en el plenario de comisiones de Legislación General, Legislación Penal, Familia y Salud, para la cuarta audiencia pública que esta vez intercaló a los oradores y tuvo como principal eje la salud pública.
A diferencia de reuniones informativas anteriores, el Anexo de la Cámara de Diputados se vio lleno de legisladores y legisladoras dispuestos a escuchar y preguntar a los oradores, que esta vez provenían en su mayoría del sector de la salud: cirujanos, psiquiatras, psicólogos, ginecólogos, sanitarias y obstetras fueron parte del cuarto plenario de comisiones, conducido por el titular de Legislación General, el macrista Daniel Lipovetzky.
Luis Durand, especialista en Cirugía General del Hospital de Clínicas, fue uno de los primeros oradores en contra de los proyectos y llamó a no permitir “hacer una ley que favorezca el negocio del aborto”. «En los últimos años, en Estados Unidos se ha avivado el debate por el hecho de que se están atracando los órganos de los bebes que se abortan. Todos queremos ayudar a la mujer, pero no queremos favorecer esto», argumentó el médico en su exposición.
La otra campana la planteó el ginecólogo rosarino Daniel Tepazz, coordinador del área de Salud Sexual de esta ciudad, quien sostuvo que «pensar la salud en clave de derechos exige mucho más que tratar bien a las mujeres que deciden abortar y concurren por un aborto incompleto a un hospital”. Para el especialista, es necesario “un sistema legal que minimice las asimetrías de poder que se dan en la relación profesional-mujer, donde las últimas siguen quedando a merced de las interpretaciones subjetivas de quienes las asisten. El aborto no sólo es un problema de salud: es un problema de justicia social».
«El aborto no solo es un problema de salud: es un problema de justicia social»
“Vengo por una convicción. Hablo en nombre de los que no pueden ni saben defenderse, de quienes no tienen culpa de haber sido engendrados”, comenzó diciendo Teresa Varela, de la Fundación Misión Esperanza. “Toda mujer llevamos adentro de nosotras el amor propio de una madre”, simplificó la monja, quien pidió que aquellas que quieran abortar se comuniquen con ella: “Llámeme que nosotros estamos para oírles, hablaremos y acompañaremos”.
La médica María Paula Botta, docente de la cátedra El aborto como problema de salud, de la Universidad Nacional de Rosario, destacó la disparidad entre las opiniones de aquellos que trabajan en hospitales públicos y aquellos que ejercen en los privados. Para la profesional, no es casual que quienes apoyan la legalización del aborto estén en la salud pública y casi la totalidad de quienes se oponen trabajen en el sector privado. “Así como cuesta entender que las mujeres abortamos, también cuesta entender que existimos profesionales que garantizamos esta práctica a conciencia… El debate que venimos a dar es si vamos a seguir condenando a las mujeres a un aborto clandestino”, manifestó.
«cuesta entender que existimos profesionales que garantizamos esta práctica a conciencia… El debate que venimos a dar es si vamos a seguir condenando a las mujeres a un aborto clandestino”
El psiquiatra Juan José Cuadro Moreno, profesor de Etica y Emociones en la Universidad Católica Argentina, también fue de los oradores en contra. “El aborto es un acto violento, de estrés y trauma. Las secuelas más frecuentes del aborto son pánico, ansiedad y depresión, estrés postraumático. El aborto ya está despenalizado en forma encubierta, lo que se quiere imponer ahora es una ley de aborto masivo. En el 60% de los casos, la mujer es presionada a abortar por su pareja, su familia, sus patrones. Explotación sexual y aborto van de la mano. Hay una negación del dolor de la mujer. Es una crueldad de psicópatas», diagnosticó en plena sesión Cuadro Moreno.
“Las mujeres (que abortan de manera segura) no quedan instaladas en un dolor. Es cierto que transitan un duelo, pero luego pueden tener una maternidad en otras condiciones”, contrapuso la medica tocoginecóloga Analóa Messina.
Uno de los oradores que generó más polémicas fue el obstetra Francisco Turri, uno de los referentes del Hospital Universitario Austral, la clínica del Opus Dei, con asistencia perfecta en cada reunión informativa. El médico recurrió a pasar un video con el procedimiento de aborto en un feto ya avanzado, algo que ya había hecho en la segunda audiencia el especialista en cirugía bariátrica y metabólica Pedro Martínez Duarte, también de la misma institución médica, algo que no estaba permitido en las reglas planteadas por el plenario de comisiones. “Miren esa pinza. Es una pinza afilada. Se usa para sujetar las partes del bebe (sic). Y lo extrae. Para sacar la cabeza, la aplasta y la saca a pedazos“, detalló Turri en su exposición, la cual generó la inmediata reacción de las legisladoras presentes, pero Lipovetsky dejó continuar al médico argumentando que cada expositor puede presentar el material que sea necesario.
La contracara la tuvo Gabriela Luchetti, ginecóloga y docente que brindó detalles y números concretos en su provincia. «Algunos se han permitido dudar de impecables estimaciones realizadas con respecto a la cantidad de mujeres que abortan. En un período de cinco años, se internaron 550 mujeres en Neuquén con diagnóstico de complicaciones de aborto. De estas mujeres, seis murieron, dieciséis se fueron de alta vivas pero sin su útero y otras dieciséis estuvieron en terapia intensiva, con asistencia respiratoria mecánica. Estos números respaldan lo que digo. Yo no necesito mostrar videos o fotos de úteros perforados y mujeres muertas. Ya hemos visto imágenes morbosas y poco creíbles», argumentó la especialista por la tarde.
“Quienes trabajamos en los sectores de salud observamos una realidad concreta: las mujeres abortan. Y persiste en el tiempo una misma escena: aquellas que pueden pagarlo, acceden a una experiencia de aborto clandestino dentro del sistema privado que, si bien cumple con algunas condiciones sanitarias, no brinda una atención integral sino que sólo persigue un fin lucrativo. Por otro lado, se criminaliza a las mujeres con menores recursos económicos que acceden a prácticas inseguras en las que pueden perder la salud e incluso morir”, fueron las palabras de Pablo Dalmasso, enfermero profesional e investigador del CONICET.
«Esto es una ley que nunca debería haberse debatido, porque la vida no se debate”, dijo el musicoterapeuta Diego Abriola, quien se mostró “dolido” con Mauricio Macri “por habilitar” el debate. El especialista finalmente arremetió con argumentos casi apocalípticos, utilizado por muchos de los autoproclamados «provida» en las diferentes audiencias: «El aborto no es ningún derecho humano: hoy en día mueren 50 millones de niños. ¿Conoce la humanidad un mayor holocausto?».
«La maternidad es una elección sólo para algunas. El aborto puede ser inseguro, la maternidad puede ser una cruz pesada y la libertad para soñar la vida no es la misma cuando una mujer lleva un embarazo deseado y uno forzado», sostuvo la socióloga Silvina Ramos, casi en respuesta a la intervención de la Hermana Varela. “Ninguna mujer aborta de la noche a la mañana. Ninguna aborta porque le resulta más fácil. Ninguna aborta creyendo que acaba con la vida de un niño pequeño. Esas son especulaciones de quienes no saben ni quieren saber por qué las mujeres abortamos», manifestó Ramos.
«Ninguna aborta porque le resulta más fácil, ni creyendo que acaba con la vida de un niño pequeño. Esas son especulaciones de quienes no saben ni quieren saber por qué las mujeres abortamos»
El viceministro de Salud Mario Rovere hizo hincapié en la objeción de conciencia y en el negociado detrás del aborto. “Los objetores de conciencia lo son en el ámbito público y no en el privado. La objeción de conciencia resulta un gran negocio para quienes cobran por abortos clandestinos”, consideró el médico sanitarista, quien citó el ejemplo de Italia: “Hace cuarenta años que tiene aborto legal. Hubo que generar un control sobre los objetores de conciencia, ya que un gran porcentaje era objetor en el sistema público y no lo era en sus consultorios privados”.
La psiquiatra infantojuvenil Cristina Mitidiero manifestó que “puede sonar duro y hasta morboso” contar lo que sucede durante un aborto. “En este caso, uno de mis pacientes, el niño por nacer, está siendo representado por ustedes: y se sabrá si nace o no nace”, sostuvo llamando a los legisladores a votar en contra. “Los médicos no fuimos formados para matar”, dijo.
La médica generalista Andrea López narró que en su trabajo asiste diariamente gran cantidad de mujeres “que viven en una extrema condición laboral y económica. Adolescentes sin acceso a educación, anticonceptivos y salud sexual para poder decidir de manera autónoma sobre sus vidas y sus cuerpos. Mujeres angustiadas, desesperadas, que consultan porque no pueden ni desean continuar con su embarazo». «El aborto es un problema de salud pública, pero también de clase. La casi totalidad de las muertes son evitables. Lo que mata es la clandestinidad», resumió la doctora López.
Inés Atencio, trabajadora social y parte de las Consejerías de Quilmes, fue una de las últimas exponentes, y argumentó en sintonía con la postura planteada López. “Despenalizar y legalizar la interrupción voluntaria significará sacar de la clandestinidad a estas mujeres y otorgarles dignidad para poder decidir libremente sobre su propio cuerpo, sobre su propia vida. Es una cuestión de salud pública y de justicia social», concluyó.