Por Ramiro García Morete
(Foto: Julia Tagliero).
Justo en esa esquina de La Loma hay una parada de autobuses. Pero aquella noche, particularmente, notó un silencio cuya placidez contrastaba poderosamente con el estridente rumor de un mundo desplomándose. Y es que en esos meses y esas noches de 2020, todos estábamos encerrados tan temerosos como desconcertados. Pero él, en cierto modo, ya estaba encerrado desde mucho antes. No ajeno al dolor, pero –a decir verdad– casi sin notar grandes diferencias. Apenas había cambiado su rutina poder realizar a la distancia su trabajo, lo cual le sumaba horas a uno de sus pasatiempos favoritos: estar en casa. Y frente a la computadora, quizá escribiendo en el FL Studio líneas de teclado, a pesar de contar con el Arturia o haber estudiado piano desde pequeño. “Soy un mouse hero”, se reirá. O simplemente haciendo compras on line, encargando delivery o chateando entre golosinas y cafeína.
Pasan cosas grandes en espacios pequeños. La vida, nada menos. ¿O quién dijo que eso no es vida? Este inquieto y a la vez paciente creador de universos sonoros retomaría un repertorio sobre canciones domésticas que había iniciado a la par de su último larga duración (“Noir”, 2016). Pero ahora resignificaría aquellos textos, apoyado en un discurso lleno de interrogantes: “¿la tecnología realmente nos deshumaniza?, la versión virtual de nuestros sentimientos, ¿es menos válida que la versión presencial? La vieja crítica de que el celular nos incomunica y nos aísla, ¿no terminó de quedar obsoleta luego de la cuarentena? Un mensaje de Whatsapp, un videojuego, un meme… ¿No pueden mejorarnos el día? Y si eso nos ayuda a seguir adelante ¿es realmente menos válido que un abrazo físico?”.
Ávido buscador de nuevos sonidos, revelaría una especie de deuda personal: un disco electrónico. Aunque en rigor, hasta sus experiencias folks habían sido atravesadas por la dinámica electrónica. “Los Valientes (2016) es un disco de rock y las baterías están programadas”, añadirá. Ya fuere con la Tascam o con la Audient iD4, placa que compró ante las insistencia del Cana San Martín, siempre se las encargó para resolver piezas detalladas combinando calidad e intuición. “Soy un músico de computadora -volverá a definirse-. Nunca grabé en un estudio”.
La carpeta que fue cambiando de nombres (“Domestic blues” o “Domestic Spleen”, a partir de un concepto de melancolía de Baudelaire) cambiaría parcialmente el enfoque. Esas canciones narrarían –como nunca antes– su vida privada. Pero inclinándose más hacia lo mágico que lo nostálgico, o al menos desdramatizando la soledad o la melancolía misma. Y es que la habitación se poblaría de criaturas imaginarias y –atravesado por el imaginario japonés y las tecnologías, como la realidad aumentada– construiría un mundo doméstico pero no por ello coloquial. Del mismo modo que apelaría al pop y la electrónica como lenguajes, pero indagando en subgénero y corrientes emergentes como el Big Room, el Tropical House, el Future Bass, el Kawaii pop y el Future House. Todo ello sin perder la impronta intimista, potenciada en ese contraste de una voz súper orgánica y casi confesional pero con suma conciencia rítmica sobrevolando pistas adhesivas, generando nuevamente la dinámica de lo pequeño y lo grande, lo doméstico y lo majestuoso. “Domestic Majestic” es el nuevo álbum de Adrián Juárez, un músico que crea pequeños universos para sus infinitas inquietudes.
“Tiene dos vías –introduce Juárez–. Por un lado lo conceptual, por el otro lo musical. Siempre me pasa eso y los termino juntando. Generalmente voy amasando con tiempo. Por ejemplo, ahora tengo dos o tres cosas que podrían ser discos. Voy amasando con tiempo. Y yo venía con ganas de hacer un disco con mi manera de vivir. Soy muy casero, de estar en internet, muy de no salir. Hace unos años que venía pensando sobre la idea de escribir sobre estar en casa. De golpe se desató una pandemia y todo el mundo pasó a vivir así. A la fuerza, claro”.
Con más tiempo para cerrar esas canciones, encontraría el título para englobar su concepto: “Domestic Majestic sintetizaba bastante bien las otras canciones. Es como una especie de entidad que está en la casa. Y que simboliza una ausencia de alguien. El llenar una ausencia con compras online, comida chatarra, Internet, cosas que son consideradas superficiales. Pero en la cotidianeidad no lo son y forman parte de las conexiones”. Y profundiza: “Me cansé de canciones que hablan en contra de la tecnología. Me parece hipócrita desentenderte de eso. Y también lo generamos. La otra vez veía la portada de una banda que me gusta, que respeto… y había personas como zombies mirando celulares, una visión bastante corta. Me cansé de que haya tanta crítica y poca lectura. ¿Qué les pasa a esas personas? No son zombies…” .
“El disco está lleno de referencias a cosas que consumo. Hay mucha cultura de masas. Todo el tiempo busco a ver qué pasa en el pop. Hay semilleros en todos lados y si los encontrás vas a saber cómo van a sonar las cosas. Si revolvés un poco vas a encontrarte con alguien que hace algo muy raro y dentro de dos años lo hace Coldplay. Este sonido que yo traté de hacer tiene muchos músicos de Japón que no son tan conocidos ahora. ¡Tampoco es re de avanzada, eh! También hay otras referencias como Daft Punk… pero pretende mirar un poquito para adelante”.Otra indagación se da en las letras, donde el universo tecnológico planteado se traslada a la forma y la enunciación repite cierto fraseo encadenando y mecánico. “Es verdad. Hay una cosa mecánica. Por ejemplo si digo mágico después me sale majéstico. Una cosa del sonido. Y enseguida pienso en los dadaístas. Estoy escuchando trap en español y notas se les ocurren cosas porque las conectan así”. Y retoma el tono: “Se habla de que hay mucha letra banal en el trap y el rap… también me cansa. Es algo que estuvo siempre y si vos hacés otra lectura, hay cosas interesantes para aprender.
Eso de que no se puedan tocar temas banales. En ´Piano banana´ hablo de la masturbación y compras on line”.
Y cierra: “Suena a frase cliché, pero es mi disco más personal. Tengo un disco que habla de la selva. Pero acá estoy hablando de cómo vivo yo. Y hay veces que hasta menciono a personas que existen y espero que no lo escuchen”.