Por Ramiro García Morete
Pablo madrugó toda la vida. Sólo hace unos años halló un empleo administrativo, con cierta comodidad. Cierta apenas, porque extraña el trabajo físico y lo códigos con otros compañeros más cercanos a su barrio El Churrasco, como cuando se dedicó a la limpieza. Pero esencialmente siempre fue panadero. Durante esos años, el joven que ahora tiene 35 amasó más que harina. Edipo fue el punk suyo de cada día y su banda durante década y media. Pero también cultivaba la pasión por la cumbia villera, género que explotó en su cabeza de la mano de Pala Ancha en el emblemático y complejo año 99.
Siempre habían sonado los Wawancó o inclusive Sombras en su casa familiar. Pero, como bien dirá, “hasta entonces la cumbia era un entretenimiento.” La variante villera del género se convertiría en su vida. O parte, ya que no olvidó jamás aquellos tangos de radio que sonaban en el taller de chapa y pintura del padre, quien cantaba. Julio Sosa y Hernán Coronel ocupaban el mismo lugar de estima, al igual que las letras de La Mona Jiménez o Hermética. Toda esa mezcla haría ebullición el día que un badoneón llegó a sus manos.
«Yo escribo desde mi barrio para mi barrio. Siento que hoy, teniendo la posibilidad de haber aprendido ciertas cosas, sería tonto cantar lo que cantaba antes»
Dicen que el tango espera, y Pablo Lima lo encontró como quien lo había esperado toda la vida. El resto fue jugar en serio y sin prejuicio. Así nacería la primera banda que fusionó de lleno dos géneros que en sí están emparentados por esencia y que bien graficó el título de su primer disco: Del arrabal a la villa (2016). Pablo Lima es la voz y bandoneón de Agua Sucia y Los Mareados. Pero, curiosamente, su pensamiento es claro y más que centrado.
Lima evoca su pasado punk con naturalidad: “Están muy emparentados: las temáticas, las letras. Pasamos de cantar automáticamente el sos buchón de 2 Minutos al vos sos un botón de Flor de Piedra. Era la misma temática y ahora lo podías bailar. No encontrábamos mucha resistencia, porque son dos géneros de barrio. Muchas veces que vienen del mismo palo no se encuentra tanta resistencia”.
“Esto me gusta, esto va en serio”, dijo al escuchar cumbiar villera. Y retaba al padre: “Vos me decís de la cumbia villera, pero escuchá esa letra, cuando había algo muy arrabalero. Ahí empecé a escuchar”. Entonces Pablo Lima comenzó a componer algunos tangos y un amigo pianista lo invitó a ensayar. “Y descubrí que tenía un bandoneón. Y cuando lo conocí me explotó la cabeza. Estábamos ensayando y me daba cuenta de que había hinchado todo el ensayo con el bandoneón. ¿Vos nunca tocaste? me preguntaban los pibes. Me empezaron cebar. Sí sentí que ya lo tenía escuchado. Era encontrar dónde estaban las notas y ahí empezar a jugar con melodías que ya tenía. Y después empecé a sentarme todos los días.”
El proceso de descubrimiento generaría rápido efecto e impensadas experiencias. “Yo jugaba para hacer alguna canción de Pibes Chorros o Mala Fama. Un día la gente de Cultura Cumbia, hace cuatro años, me escuchó y me propuso si lo quería hacer en serio con los cantantes de cumbia villera. Y salió de hacerlo en Tecnópolis. Armamos una orquestita con amigos llamada Chapa y Chamuyo y tuvimos la posibilidad de hacer versiones tangueras con Hernán de Mala Fama y Traiko de Meta Guacha. Y ellos la flashearon. Para mí fue una emoción gigante. Yo lo primero que les decía es: ‘Yo tenía fotos tuyas en mi pieza’.”
Todo ello desembocó final y naturalmente en Agua Sucia y Los Mareados: “Ya había alguna canción de cumbia villera hecha tango, pero no que el tango se hubiera metido en la cumbia. Y tampoco fui tan consciente, sino que me salió natural. Fuimos los primeros. Hay otras bandas hoy en día en la misma, tratando de meter bandoneón en la cumbia”.
Pablo sabe que el género puede despertar ciertos prejuicios y explica: “Creo que se abrió muchísimo. Hemos tocado en lugares que nunca hubiese pensado. El Teatro, el Uniclub, lugares en donde no imaginé que podríamos tocar. Pero hay mucho prejuicio instalado en la cumbia en general. Te vas a cansar de escuchar gente que dice ‘yo escucho cumbia de la buena’. ¿Y cuál es la mala? La villera. Muchos prejuicios de que la cumbia es fácil. Mentira. ¿Qué hacés? ¿cumbia? La estás robando, ¿no? No, lo siento y me gusta hacer eso”.
«Estamos en un momento donde está bueno tomar postura. Porque el micrófono no es sólo para cantar. Es una herramienta de comunicación»
Con un disco nuevo inminente (ya giran varios cortes en las redes), el músico también reflexiona sobre la conciencia de género y las líricas en general: “Estoy en desacuerdo con que se diga que la cumbia o el tango son machista: la sociedad es machista. Los géneros no le escapan. Lo que hay es una careteada de la sociedad. Si Spinetta dice ‘Me gusta ese tajo’ es poesía. Pero si a ‘Laura se le ve la tanga’ es un horror. ‘Vino un gato y festejó a la nena que tu padre trajo’ es poesía, pero ‘le vamos a hacer la fiesta a tu hermana’… ¿cómo vas a decir eso? Hay una careteada importante de que la cumbia o el tango son misóginos: todos los géneros lo fueron”.
Y concluye: “Yo tuve la suerte de que me integraran en otros espacios. Peor si vos vas a mi barrio se sigue pensando de otra manera. De hecho, lo que siento es tratar de dejar lo que aprendí en mi barrio. Yo escribo desde mi barrio para mi barrio. Siento que hoy, teniendo la posibilidad de haber aprendido ciertas cosas, sería tonto cantar lo que cantaba antes. Estamos en un momento donde está bueno tomar postura. Porque el micrófono no es sólo para cantar. Es una herramienta de comunicación. Gente que te escucha y que repite lo que vos estás diciendo”.