Por Flor Cremona (*)
Visité el Cinema Paradiso de La Plata en el marco del Segundo Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires y me sorprendió con una historia indispensable: la de Anna y Dante.
La ópera prima de Carlos Mares González me atrapó por su belleza, sus actuaciones y el compromiso de mostrar, casi en tiempo real, cómo transcurre un aborto con pastillas en la ciudad mexicana de Durango, donde está prohibido y penalizado con cárcel.
La película es muy buena y a la vez funciona como un recordatorio en clave de ficción de cómo era vivir con aborto clandestino y qué podría pasar en la Argentina si volviéramos a la clandestinidad.
El director, un gran fotógrafo, narra con imágenes impecables una ciudad seca, abierta, desértica, en la que nos convida casi el aroma del atardecer y el escalofrío de la muerte que acechan en los barrios marginales de la noche del romance. Anna pone el cuerpo y la ternura, Dante el deseo de vivir más allá de la experiencia áspera de la soledad y del enojo masculino.
Anna y Dante se desarrolla llena de suspenso y afectividad, silencios y palabras no dichas. Es una de esas historias mínimas en las que se bifurcan y marcan a fuego las vidas de sus protagonistas. Esos relatos que son parte de la banda sonora de la vida cotidiana, sin embargo, de eso no se habla. Porque del aborto se habla poco y se filma mucho menos. Por eso me parece valiente y muy necesario que un grupo de personas se hayan puesto a contar, en modo de película, lo que sucede mientras las cosas suceden.
De hecho, no recuerdo haber visto una película tan buena sobre el aborto. Porque justamente este film no lo enfoca como un suceso aislado y obscuro, sino como un acontecimiento más en la trama de las emociones que ocurren en el juego de la vida. Entonces en mí, como espectadora, aparecieron la pena, el enojo, la ternura, el recuerdo, la indignación, el miedo a que vuelva a ser legalmente prohibido (porque moralmente todavía tiene pena).
Carlos nos contó que decidió adaptar una historia personal compartida por su amiga Mayte Romo en un guion cinematográfico. Los actores Catherine Ávila (Anna), Juan Carlos Valdivia (Dante), Esmeralda Vega (Maggie) y Francisco Devero (Milton) fueron seleccionados para los roles principales. La producción inicial de dos semanas se extendió debido a la pandemia, problemas de financiamiento y cambios en el guion, lo que obligó a pausar el proyecto temporalmente. Finalmente, el film se estrenó en septiembre de 2024 en La Plata, Argentina. Con una acogida muy significativa del público, se llevó un premio como mejor actriz para Catherine Ávila.
Como comunicadora siento que el film encuentra un espacio discursivo indispensable. Nos brinda elementos para reflexionar también sobre el carácter de las relaciones humanas en una época en la que la mayoría de los vínculos son funcionales al tener: cuánto tienes, cuánto vales, que me das, que te doy. Y así…
Carlos Mares Gonzales expresó: «Imagínate una situación en un estado a 12 horas por tierra de México (D.F). Tener que viajar para una clínica era imposible para hacer un aborto legal, porque en México el aborto está permitido en algunos estados. En Durango, como dijimos, está prohibido. En Durango todavía el aborto es un tema complejo, hay muchísima moral religiosa al respecto y los jóvenes tienen miedo. Es un estado muy religioso».
Carlos vino acompañado de uno de sus productores, y fueron ellos quienes, junto con otras redes y apoyos solidarios, entre los que se encontró el propio municipio de Durango, financiaron la película. Ahora viajan acompañando este film para que alcance el mayor numero de vistas en festivales.
Anna y Dante es una película de bajo presupuesto y de altísima calidad que merecemos ver urgente en plataformas de cine y en el circuito de distribución internacional. Lo merece.
(*) Profesora e Investigadora en Comunicación, Educación y Género