A cuatro días de asumir su mandatado, el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, recibió la vista oficial del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. El encuentro entre el líder ultraderechista brasilero y el sionista israelí se cerró con la promesa de acuerdos en tecnología, defensa y seguridad. Al igual que sucedió en el encuentro que Netanyahu tuvo con el presidente argentino, Mauricio Macri, en 2017, el negocio de la represión encontró dos aliados estratégicos: Netanyahu, un lobista de las empresas de armas y de tecnologías para el espionaje israelí, ansioso por vender sus productos para la represión, y Bolsonaro, un líder autoritario, ansioso por reprimir.
Una de las promesas de campaña de Bolsonaro fue reconocer Jerusalén como la capital de Israel, y, para ello, trasladar allí la Embajada brasilera que funciona en Tel Aviv. La decisión viola las normativas internacionales y las resoluciones de Naciones Unidas. Pero eso parece poco importarle. El verdadero inconveniente para cumplir su promesa de campaña es que el traslado a Jerusalén sería desaprobado por los países árabes, que son quienes compran el 40% de la carne que exporta Brasil y podrían sancionar al gigante suramericano si toma esa medida, lo que sería un duro golpe para su economía y complicaría el apoyo del empresariado al nuevo presidente.
Araya Masry: «la resolución 2.334 de diciembre de 2016, que fue aprobada en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la abstención de los Estados Unidos, dice claramente que ‘ningún acto en los hechos va a modificar legalmente el estatus de la ciudad de Jerusalén’. Es decir, aunque la invadan, aunque expulsen al último de nuestros hermanos, Jerusalén seguirá siendo un territorio palestino».
En diálogo con Contexto, Rafael Araya Masry, presidente de la Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe (COPLAC), explicó: “Lo primero que hay que entender es que Bolsonaro es un evangelista fanático. Pertenece a los sectores de la ultraderecha brasilera que está muy alineada con todo el criterio evangélico fundamentalista que ha servido a los intereses del Estado de Israel en su afán de apropiarse de los territorios sagrados del Estado palestino”.
“Bolsonaro tuvo una especie de bautismo evangélico en aguas del río Jordán y en ese espíritu ha jurado lealtad al Estado de Israel y a sus políticas. Eso lo coloca en una ruta de colisión con lo que ha sido la actitud histórica de la política exterior de Brasil, que hasta ahora ha mantenido un total apego al derecho internacional. Brasil avaló las disposiciones de la ONU respecto de Palestina y en 2010 reconoció a Palestina como un Estado independiente y soberano”, sostuvo.
Araya Masry: «Bolsonaro es un evangelista fanático. Pertenece a los sectores de la ultraderecha brasilera que está muy alineada con todo el criterio evangélico fundamentalista que ha servido a los intereses del Estado de Israel en su afán de apropiarse de los territorios sagrados del Estado palestino».
Araya Masry aseguró que “este experimento de la extrema derecha que comienza ahora en Brasil (Bolsonaro) puede plantear el total alineamiento con el Estado de Israel, pero hay ciertos puntos que le será muy difícil llevar a la práctica. Las declaraciones durante la campaña en las que anunció el traslado de la Embajada de Brasil de Tel Aviv a Jerusalén no le será tan fácil de cumplir, ya que la Liga de los Estados Árabes anunció que enviará a su responsable de relaciones exteriores para pedirle que revea esta posición. Recordemos que Brasil exporta carne al mundo árabe por un equivalente de 9 mil millones de dólares anuales. Toda la corriente de apoyo que recibió Bolsonaro del mundo empresario le dejará de ser incondicional si ven que les hace perder negocios como ese. Creo que hay una gran distancia entre lo que Bolsonaro puede querer y lo que realmente podrá concretar”.
“Los hijos de Bolsonaro se disfrazan con remeras de la inteligencia israelí, con ropa con logos del Mossad. Tanto ellos como su padre muestran un apego a todo el militarismo israelí. Pero en la práctica, cuando empiecen a afectarse los intereses de las grandes empresas brasileras, vamos a ver hasta dónde llega con esta actitud verdaderamente demagógica”, afirmó.
Araya Masry: «Brasil exporta carne al mundo árabe por un equivalente de 9 mil millones de dólares anuales. Toda la corriente de apoyo que recibió Bolsonaro del mundo empresario le dejará de ser incondicional si ven que les hace perder negocios como ese».
Por último, Araya Masry remarcó que “la Resolución 2.334 de diciembre de 2016, que fue aprobada en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la abstención de los Estados Unidos, dice claramente que ‘ningún acto en los hechos va a modificar legalmente el estatus de la ciudad de Jerusalén’. Es decir, aunque la invadan, aunque expulsen al último de nuestros hermanos, Jerusalén seguirá siendo un territorio palestino”.