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«Arbórea»: la savia de la ciudad

Por Ramiro García Morete

“El árbol que tú olvidaste siempre se acuerda de ti/ Y le pregunta a la noche si serás o no feliz”, cantaba Atahualpa. Casi como discretos custodios de las ciudades, los árboles saben cobijar memoria colectiva y personal. Tan discretos, que a veces pasamos por su lado sin casi reconocerlos. Algo de ello sintió la artista visual Andrea Suárez Córica, cuando una tarde cualquiera halló en su vereda una hoja particular. “Con su borde dentado, casi tallada”. Era la hoja de un olmo. ¿Cómo no lo sabía? Quizá como todos, transitaba la ciudad de modo automático. ¿Cómo lo supo? Fascinándose, comprando libros y adentrándose tanto que las maestras de su hijo Juan Manuel creyeron que esta mujer a la que restan apenas unas materias para completar Psicología era en verdad botánica. Fue cuando el pequeño sorprendió a la docente hablando de las Acacias de Constantinopla. Por esa “feliz confusión”, como dirá Suárez. Desde entonces comenzó a dar charlas en escuelas y a llevar consigo el “Bosque ambulante”, una colección de frutos y semillas.

Posteriormente, la autodidacta emprendió caminatas por la ciudad con un trazado arbóreo, deteniéndose en los rasgos y particularidades de cada especie. Con patrocinio de la Comisión de Patrimonio del Colegio de Arquitectos (Capba), este viernes a las 17 hs habrá una caminata de reconocimiento que se inicia en la sede de 10 Nº 689. Este tipo de recorridos suele implicar dos horas y una manzana donde por lo general se distinguen cuarenta tipos de árboles.

“Mi hijo me contaba sobre los planetas y sus particularidades. Y me preguntó cómo se puede conocer algo que no vemos, que no tocamos, que es lejano. Justo al llegar a la puerta de casa nos preguntamos ¿qué árbol es este?”, introduce Suárez. Ella notaba que “a la gente no le interesaban los nombres. Pero después nos enteramos de que sí le interesa el nombre del árbol, su perfume, sus impresiones”.

“Hay algo de esa búsqueda de lo singular en la mirada de los árboles. Por eso en las conversaciones en la caminata los insto a pasar de lo universal a lo singular. Aprender su nombre, y cuando tengo el nombre, poner esos detalles que lo hacen un árbol singular que nos va a permitir esa memoria: el tipo de hoja, si es ovalada…».

“Los naranjos de la calle 47, los fresnos y tulipaneros de 13, los tilos de 44, las sóforas de 66 y jacarandás y tipas en Diagonal 73. La Plata es una ciudad excepcional en cuanto a calidad y cantidad”

Según Suárez, los caminantes o expedicionarios urbanos reciben la experiencia con muchísimo placer y agrado. «Es como un retorno al asombro de los niños, cotidiano y pequeño. A veces no miramos, no despegamos la mirada de las pantallas que permanentemente nos acompañan. Se trata de un cambio de velocidad: me detengo y me dejo fascinar por esa poética. Hay que estar dispuesto a entregarse”, advierte. Y comenta como una recompensa: “Cuando me cruzo a alguna persona que participó, me dicen ‘no paro de mirar los árboles y de comparar’”.

No es menor el trazado urbano particular de La Plata, pensado de antemano también en su forestación. Así enumera algunas especies que predominan en distintas calles: “Los naranjos de la calle 47, los fresnos y tulipaneros de 13, los tilos de 44, las sóforas de 66 y jacarandás y tipas en Diagonal 73, por ejemplo. La Plata es una ciudad excepcional en cuanto a calidad y cantidad”. En estos diez años, la artista ha identificado setenta especies distintas en lo que considera un “trabajo infinito por lo cualitativo y cuantitativo”.

Más allá de que hay legislaciones para proteger la forestación ante el avance en nombre del progreso y la industria inmobiliaria, Suárez señala falencias en las podas o muchas veces los árboles retirados no son trasplantados “como indica la ley”.

Sobre el final, Suárez entiende que hay un cordón umbilical que liga a una persona con un árbol. «Esto aparece en las caminatas. Lo que propone es la conversación, además del conocimiento y la apreciación. El relato. Todos lo tienen, un recuerdo, una memoria. Siempre en el paisaje de su infancia o juventud aparece un árbol o varios. Me ha pasado de gente grande que se ha emocionado porque hay algo que lo fascina y transporta a una época”.