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Argentina y Brasil, historia del tiempo presente

Por Nadia Quantran

Karl Schurster tiene más de veinte libros publicados, es licenciado en Historia Comparada y magister en Historia Social de la Cultura Regional de la Universidad Federal Rural de Pernambuco (UFPE), con un doctorado en Historia Comparada de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ). Por este último realizó una estadía de investigación en la Freie Universität Berlín y un posdoctorado en la UFPE con una estadía en la Universidad Nacional de la Plata como investigador del grupo de Estudios Socioculturales de América Latina, donde coordina la línea histórica de Tiempo Presente dentro del Área de Relaciones Internacionales.

Schurster explica que el contexto que está viviendo Brasil en la actualidad tiene ciertas similitudes con lo que está ocurriendo a nivel sudamericano, pero con sus marcas particulares. Destaca que el llamado golpe de Estado que está viviendo el país vecino no responde estrictamente a este concepto, sino que es un golpe institucional, ya que se enmarca dentro de un proceso constitucional legal.

El caso es que la ex presidenta solicitó préstamos al banco violando la ley de responsabilidad fiscal entre los años 2012 y 2014, atrasándose en el pago a los bancos públicos tales como el Banco de Brasil, la Caja Económica Federal y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), cubriendo gastos sociales correspondientes al Gobierno federal, como el programa Bolsa Familia y el seguro de desempleo.

Asimismo, afirma que no es un caso aislado en la historia política del Brasil, sino que ha sido un recurso utilizado por otros políticos y mandatarios, y que de acuerdo con el significado de impeachment –como «crímenes graves cometidos durante un mandato»–, no corresponde a esta situación particular. En la misma línea, el secretario adjunto del Tesoro Nacional, Otavio Ladeira, afirmó que el Gobierno de Rousseff «se esforzó en cubrir los rojos que tenía con los bancos públicos para cumplir con la ley». Acciones que evidencian una clara intención de finalizar con este modelo de país propuesto por Lula y Dilma.

-¿Cómo ves el contexto político a nivel regional?

-Creo que todos vivimos una época de ola roja en estos últimos quince años con gobiernos sociales demócratas con objetivos de conquistas sociales, derechos; sólo que ellos transformaron esas conquistas sociales en cuestiones de Gobierno de partidos políticos y no en beneficios sociales constitucionales y legales, no todos, pero sí la mayoría.

Lo que más me preocupa en Latinoamérica es que las personas están volviendo a tener rabia y odio de la política, y la política es la única forma de resolver las cuestiones sociales, para responder a las demandas de la población y resolver necesidades.

Ahora, para esto es necesario marcar la diferencia de que la política se hace con personas y acciones, no sólo con retórica. El problema es que votamos promesas y no políticas, tenemos una frágil fe religiosa que nos hace querer creer en lo que sea y las personas son capaces de vender cualquier cosa dependiendo del discurso de quien vende. No hay más espacio –por el tamaño y la economía de los países– para la retórica. La política debe hacerse desde la acción y por una fuerte presión popular, o continuaremos siendo dirigidos por los políticos y no dirigiendo a la política.

No creo que sea América del Sur la única que vive esta crisis de instituciones políticas. En el mundo contemporáneo está ocurriendo: en Grecia, Francia, Hungría, Holanda, España, Portugal, Italia; hoy en día es casi universal, desde el punto de vista occidental. Aquí la crisis de representación política es muy grande, porque la política democrática que se universalizó después de la Guerra fría decía que sería capaz de lidiar con todas las diferencias, y hoy se muestra incapaz de esto.

Los problemas regionales que tenemos van a continuar ocurriendo en función de todo lo que está ocurriendo en el mundo, entonces ¿el problema de refugiados es un problema sólo porque sucedió en Francia y en Italia?

-Actualmente, en Argentina hay un vaciamiento de políticas públicas y desfinanciamiento en muchos sectores, como las subvenciones a los servicios públicos como luz, agua, gas y transporte, que las personas no tomaban en cuenta hasta que las perdieron.

-Es que los individuos sólo piensan en el momento y se sienten alterados cuando la política es capaz de alterar su cotidiano. Entonces, cuando están ganando un beneficio social, no están pensando propiamente en quién recibe y quién generó el beneficio. Sólo se puede tener una visión más clara del mundo si todo deja de ser visto desde una linealidad, sino con todas sus complejidades, y esto sólo se da en los momentos de crisis. Es necesario entender la razón política como transformadora y no sólo la acción de votar a un candidato.

También creo que el problema es que dejamos de tener una sociedad que se construye en movimiento y pasamos a tener una sociedad comandada por causas, y cada persona se vuelca sólo a su propia causa y se olvida que para estar en un movimiento la causa tiene que ser unificada. Como es el caso de las movilizaciones como las que surgieron por violencia de género en ambos países: si los individuos se unen por esa causa, pueden unirse por muchas más.

-Michel Temer está desfinanciando muchos proyectos de políticas sociales, porque los considera un gasto. Sin embargo, nuestro ex ministro de Economíam Axel Kicillof, explicaba muy claramente que estos “gastos” para un modelo populista son una inversión para reactivar la economía a partir de los consumos de los beneficiarios. Pero muchos sectores sociales decían que eran planes alimenta-vagos, etcétera. ¿Cómo se ven estas políticas en Brasil?

-Claro, en Brasil, con los Gobiernos de Lula y Dilma, tuvimos políticas como Fome zero –con auxilio de gas, bolsa escola y cartao de alimentaçao–, Minha casa, mina vida, Bolsa Familia, Jovem Aprendiz, Luz para Todos, Pro-Uni, Ciencia sin fronteras, programa de Universidad para todos, cupos raciales universitarios, entre otros, destinados todos a grupos de Clase D, como se denomina en Brasil a los grupos que menos recursos tienen.

Y claro que los comentarios eran los mismos, que las jóvenes se embarazaban para cobrar el estipendio –que no eran más que setenta reales; no era que alcanzaba para mucho, pero era una ayuda para no estar por debajo de lo mínimo–. El estado de urgencia en el que se encuentran ciertos sectores sociales lleva a tener que generar una política de asistencia inmediata, mientras se crean fuentes de trabajo, no se puede “mientras tanto” no tomar acciones sobre esta situación.

El problema fue que muchos de estos programas no tenían un control estricto, entonces pasó que eran millones los beneficiarios, entre los que se encontraban personas de clase A, B y C, que justamente no son los que realmente lo necesitaban.

-¿Por qué José Serra, actual canciller de Temer, decide poner a la Argentina “de Macri” cómo la principal socia sudamericana?

-No podría haber alguien peor que él para ser escogido como ministro. Hasta cualquier animal del zoológico podría ser mejor. Es una persona con un bajísimo conocimiento del mundo, que tiene una capacidad de leer el Brasil de una forma bastante equivocada.

Mira, ¿cómo es que él quiere hacer un acuerdo y una reaproximación de Brasil con Argentina, en el momento en que Macri vuelve a hacer un acuerdo con Estados Unidos para bases militares? Eso es una cuestión de disuasión en política internacional, no puede negociar con alguien que está colocando bases externas de un país extremamente hard power como es Estados Unidos y decir que Brasil va a ver esto con buenos ojos. Es completamente absurdo.

Si se quiere hacer una aproximación con Argentina como su mayor socio, entonces se negocia sobre atender los intereses de ambos y no los intereses de uno solo, y eso incluye que Macri no debería haber hecho un acuerdo con Estados Unidos.

También creo que él va a dar muy poco espacio para el MERCOSUR, así como tampoco lo es la Organización Mundial de Comercio y otros acuerdos multilaterales. Lo que él hace es un retorno a una política automatista y a la política externa brasilera con grandes centros de poder, que en algún momento quizás favorecerán a la economía del país, pero por momentos puede ser muy peligrosa y arriesgada.

En todo caso fortalecer, el MERCOSUR sería una política mucho más viable desde este punto de vista. Brasil tiene que entender de una vez por todas que no hay ninguna obligación de hacer comercio con América Latina, sino que debe ser una vocación del país. Nosotros no estamos aislados de la región, somos América del Sur, tenemos la mayor economía a nivel regional, entonces tenemos que abocarnos a nuestro propio desarrollo regional. Sino ¿qué significa dar una ayuda si es sólo una retórica de papel? En los últimos cinco años fue sólo papel, una institución más creada para atender políticos y no hacer cuentas de forma práctica.

Creo que es necesaria la alianza entre Brasil y Argentina, porque son Gobiernos que en este momento tienen intereses muy parecidos y próximos. Creo también que hay una diferencia por muchos que dicen «Argentina va a volver al gobierno de Menem», y creo que somos nosotros los que estamos más cerca de esto con las privatizaciones. Ustedes ya tuvieron un proceso de privatización que no va a volver a ocurrir; nosotros sí lo estamos haciendo con el resto que nos quedó.

-En torno a las relaciones internacionales, expresás la importancia de las embajadas y los cancilleres, porque son la imagen del país. ¿Cómo podemos analizar que nuestro actual canciller en Panamá sea un ex humorista –Miguel del Sel–, en relación con los Panamá Papers en los que se vió involucrado nuestro actual presidente Mauricio Macri?

-La elección tiene que tener ciertos principios y criterios, no puede ser apenas una indicación política. El problema de este caso de Miguel del Sel es que, si tiene algún problema con algún país y la relación diplomática es frágil, no va a haber respuestas en el caso de necesitarlas.

En las relaciones internacionales, las personas tienen que ser muy rápidas, no pueden demorar y esperar que las cosas pasen; las respuestas tienen que ser inmediatas. Entonces, si un canciller no reúne condiciones intelectuales para este servicio, es la imagen de un país que sufre las consecuencias y que queda estigmatizada hacia afuera. Y buena parte del comercio internacional no es realizado por el hecho de lo que un país es, sino por lo que muestra en el mundo; entonces, es una lástima que sea alguien tan poco preparado que ocupe ese lugar.

Y esto para quien lo ve de afuera es como una burla, algo a lo que no se le otorga importancia y el puesto es ocupado por cualquiera. De caso contrario, colocaría a una persona calificada. Y eso también es una falta de respeto no sólo para el país que representa, sino para el país en donde ese canciller está.

-¿Cómo ves la situación en Argentina en este momento?

-Creo que el gran problema de Macri es que gasta una energía enorme con Cristina. Él podría utilizarla haciendo alguna cosa en lugar de estar hablando todo el tiempo mal de ella, porque ella es un pasado para Argentina y él es el presente.

Eso sería fundamental. La política no se hace con pasado, sino con presente, pero ahora para él era muy importante que la imagen de ella continuase siendo castigada todo el tiempo, porque tapaba el problema económico que él tiene que resolver y con el poco tiempo para hacerlo. Entonces, creo que no va a ser tan rápido como cree, va a demorarse un poco más. El político de por sí no tiene paciencia y las personas menos: por ejemplo, acá conversás con un taxista y te dice que está comiendo mucho más pollo que carne porque el precio es absurdo, no puede en Argentina el precio de la carne ser un absurdo, siendo un productor tan importante de este producto.

Creo que ya no hay cómo volver atrás, no hay más Lulas, Cristinas, Mujicas, no tenemos las mismas coyunturas, los mismos políticos de la socialdemocracia de los últimos diez años. Es un ciclo de la política que se cierra. Ahora es un círculo que la población entiende y precisa ir a las calles para mantener aquí lo que fue conquistado, porque no fueron regalos, fueron conquistas.

La sociedad corre un gran riesgo de perder todo lo que consiguió, y es real, porque estamos hablando de técnicos y empresarios que están tomando cuenta del Gobierno hoy y ya no de personas políticas solamente. Entonces, tenemos que tener un poco más de participación popular para presionar a los Gobiernos, porque hay cosas que no son negociables ni privatizables, como la educación, la salud, el transporte: tienen que funcionar y de la mano del Estado necesariamente.


 

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