Por Stella Calloni
Bien puede comenzarse esta nota con esa frase del himno venezolano “gloria al bravo pueblo” que este triunfo nos dio y al presidente Nicolás Maduro y su equipo que enfrentaron el “golpismo eterno” de Estados Unidos que mueve sus títeres en un escenario que nunca pudo entender, a pesar de todos los adelantos en las nuevas tecnologías, porque de la dignidad, la independencia y liberación definitiva se trata lo que sucede en Venezuela, corazón de la Patria Grande.
El triunfo arrasador del gobierno venezolano, el pueblo y las fuerzas armadas bolivarianas ganando 17 de las 22 gobernaciones del país, entre ellas la de Miranda, un importante estado bajo gobierno opositor desde hace ocho años, estaba previsto con lo sucedido por la votación mayoritaria del pueblo venezolano que lo desafió todo para votar en favor de la Asamblea Constituyente, (julio 2017) destinada a buscar caminos de paz y de diálogo, en medio de la cruel guerra contrainsurgente que libra Estados Unidos contra ese país.
Pocas veces, después de lo actuado por Estados Unidos y el autollamado ”mundo libre” contra Cuba durante más de medio siglo y contra lo que fuera la Unión Soviética, se había dado una campaña de una ferocidad tan asombrosa, como la sostenida contra Venezuela, al haber logrado el imperialismo manejar el 95 por ciento de los medios de comunicación masiva en el mundo. Y por supuesto contra los gobiernos “desafiantes” de América Latina en este siglo XXI.
El presidente Maduro, soporta una guerra contrainsurgente, con violencia paramilitar externa, psicológica, de cuarta generación, que dejó centenares de muertos, bajo la dirección del poder imperial y la complicidad de la ahora enorme colonia en que se transformó la Unión Europea, cuyos gobiernos son dependientes y asociados menores y obedientes del poder central.
Venezuela ha dado una respuesta popular de democracia auténticamente participativa de pueblo, gobierno, fuerzas armadas, que juntos son una fuerza incontenible, no a una oposición verdaderamente local, sino a Estados Unidos que pública y abiertamente ha decidido desde el año 2002 derrocar al gobierno primero del líder venezolano Hugo Chávez Frías, lo que no pudo lograr y luego de su muerte -su siembra en marzo de 2013, como decimos en Nuestra América- a su sucesor Nicolás Maduro y terminar con la Revolución Bolivariana y el pensamiento contra hegemónico del siglo XXI.
El mismo bolivarismo de la unidad latinoamericana que surgió del héroe de la primera independencia, Simón Bolívar, en el siglo XIX para enfrenar a la Doctrina Monroe de 1823, que disponía que este nuestro continente le pertenecía y que Estados Unidos no iba a permitir ninguna otra intromisión de potencia alguna en su territorio o patio trasero, como lo consideraron y lo siguen considerando.
Venezuela, el país que ha realizado más elecciones, generales, regionales, municipales, referendos en América Latina y el mundo desde 1998 -que son 22, de las que han ganado 20 los partidos que fue formando el chavismo en su desarrollo como el actual Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y sus aliados-, con supervisión de organismos y veedores internacionales, resulta que es una “dictadura” cruel y violadora de los derechos humanos.
Venezuela, el país que ha realizado más elecciones, generales, regionales, municipales, referendos en América Latina y el mundo desde 1998, con supervisión de organismos y veedores internacionales, resulta que es una “dictadura” cruel y violadora de los derechos humanos.
Gana Venezuela limpiamente ofreciendo auditorías de las que quieran hacerse. Y el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, no reconoce el triunfo, actuando en nombre del gobierno de Estados Unidos y sus secuaces. Y llama al golpismo o a la invasión, en el mismo momento en que en Brasil se conoce por declaración de un diputado y otras pruebas, que se pagaron millones de dólares para comprar los votos de los legisladores y destituir a la presidenta Dilma Rousseff, el 31 de agosto 2016, a la que nadie pudo probarle ningún acto de corrupción.
Fue un golpe de estado judicial-mediático-parlamentario lo sucedido en Brasil en 2016, ante lo cual el Secretario General de la OEA no tomó ninguna resolución, amparando el golpismo y las consecuencias que ha tenido la asunción ilegal del corrupto presidente de facto Michel Temer en la castigada sociedad brasileña, violando todos sus derechos, lo que se ha convertido en un escándalo mundial
El mismo Luis Almagro que no ve las violaciones a las normas internacionales del respeto a los derechos humanos y de los pueblos por parte del gobierno del presidente Mauricio Macri en Argentina, donde una prisionera política, la dirigente social Milagro Sala puede,ser detenida ilegalmente en Jujuy con amparo del gobierno nacional, maltratada, sometida a castigos y torturas , trasladada de un lugar a otro, secuestrada, a pesar de las resoluciones dictadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Almagro no ha realizado declaración alguna ante la desaparición forzada por parte de una fuerza de seguridad estatal, como es el caso de Santiago Maldonado, en la provincia sureña de Chubut sin que haya ninguna respuesta del Estado nacional, mientras ese mismo Estado persigue a la familia de la víctima y a las víctimas de represión, los pueblos originarios del Sur.
Nada ha hecho ante la evidente utilización de la justicia por el gobierno de Macri para la persecución política judicial, mediática y parlamentaria de sus opositores. El gobierno actual convalida la existencia de un monopolio mediático que produce noticias falsas y divulga mentiras, utilizadas para crear causas, violando todos los derechos de las personas injustamente acusadas.
El gobierno controla el 98% de los medios de comunicación en Argentina, logrando impunidad para todos sus actos, convirtiendo a la información en un arma de lesa humanidad.
No hay ninguna protección para millones de despedidos injustamente, para periodistas perseguidos y amenazados, en estas democracias de Seguridad Nacional, donde todas las injusticias son válidas y los pueblos están desprotegidos. Pero también donde la injerencia externa es de tal magnitud que incluso, como lo señalan algunos medios de Estados Unidos, nuestros países están bajo el mandato encubierto de Washington.
Gobernar mediante decretos y vetos, como una dictadura común, no preocupa a Almagro.
Para este señor en México, donde hay casi 25 nuevos periodistas asesinados en lo que va de este año, no sucede nada, no se viola ninguna norma, no se investigan los más de 150 mil muertos y los más de 40 mil desaparecidos desde el año 2006, cuando se firmó con Estados Unidos el maldito Plan Mérida que llevó a la guerra supuestamente contra el narcotráfico en que Estados Unidos dirige a las fuerzas armadas de ese país.
Ha convertido al ejército, la marina, la aeronáutica en fuerzas de ocupación de su propio pueblo, convertido en víctima en su conjunto.
¿Y qué hizo ante los crímenes cometidos en Honduras, uno de cuyos símbolos trágico es el asesinato de la ambientalista Berta Cáceres, donde la dictadura que derrocó al presidente Manuel Zelaya en junio de 2009 perdura hasta estos días bajo el disfraz de “democracia de seguridad”, es decir dictadura encubierta que es sinónimo de lo que Washington considera democracias para la región?
Lo mismo sucede en Paraguay, cuyo pueblo es víctima de la continuidad dictatorial desde el golpe mediático, congresional y judicial contra el presidente electo democráticamente, Fernando Lugo, en junio de 2012.
Y podemos seguir el largo historial de una América Latina, golpeada, violentada bajo una guerra contrainsurgente planeada y documentada, como bien sabe Almagro por el Pentágono, el Departamento de Estado y los servicios de inteligencia estadounidenses en un proyecto de recolonización de nuestro continente en pleno siglo XXI.
Almagro no ignora nada de esto, pero verlo hoy mismo convalidando la infamia de no reconocer las elecciones venezolanas, que significan un paso hacia la pacificación, en la que participaron varios partidos opositores que ganaron gobernaciones y a los que el Secretario de la OEA tampoco les reconoce su triunfo es más que indignante.
Esto significa dar libre acción a los asesinos y violentos que usaron para sembrar la muerte en Venezuela, para quemar vivos a inocentes, durante los últimos tres años, para destruir todo lo que se ha construido en favor de un pueblo que vivió en la exclusión y la pobreza estos dos siglos, rescatado por los gobiernos de Hugo Chávez Frías y Maduro lo que fue reconocido por los propios organismos internacionales con los que convive Almagro en Estados Unidos.
Estados Unidos intenta derrocar a un presidente democráticamente electo, en un país como Venezuela al que acosa, persigue, bloquea, desabastece, acusa sin causa alguna sólo porque es un ejemplo para los pueblos de América Latina, a los que se propone sojuzgar en este siglo.
Asimismo acosa a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, mientras ampara dictaduras encubiertas y gobiernos que aplastan a sus pueblos y cometen crímenes de lesa humanidad abiertamente, masacres como en Guatemala y Colombia, donde no ayudan precisamente a la paz que tanto ha costado acordar.
La red de medios del poder hegemónico que ya dejaron ser de información, para ser operativos en las nuevas guerras contra nuestros países, es decir partes de las aplicaciones de todas las ilegalidades que significan los planes contrainsurgentes, y las acciones terroristas que se aplican, tienen la orden de instalar el no reconocimiento del triunfo en Venezuela.
Los generales mediáticos, sus soldados de línea y sus agentes de siniestras operaciones, que aún se llaman a sí mismo periodistas, y que han dejado de serlo, ya comenzaron su acción depredadora en la noche misma del domingo 15 de octubre cuando un pueblo alegre, que por sobre sus falencias, fruto de esta misma guerra que se les aplica, han tenido el valor de enfrentar al imperio, festeja el triunfo como una verdadera hazaña histórica.
Por todo esto debemos demandar ante el mundo entero el apoyo irrestricto a Venezuela heroica, un país latinoamericano que ejerce su derecho a la autodeterminación, rodeado de asaltantes externos y de planes geoestratégicos, que de aplicarse, significarán un nuevo genocidio en Nuestra América.en pleno siglo XXI. Tenemos derecho a la independencia, la soberanía y la libertad y lo vamos a ejercer.