“Hay que gritar como romper el silencio, hay que mirar si todos están ciegos”. Inés siempre tuvo la necesidad de hablar, de moverse, de hallar sentidos. Será por ello que –criada en un edificio de pleno centro platense– pasó por varios deportes (kung fu, natación, atletismo, esgrima) y a los quince ya estaba tocando en el escenario de Pura Vida. Sola con su guitarra. Igual que Juana Molina aquella vez que fue a un megafestival con su padre fotógrafo y fan del rock británico a ver Air. “Con su guitarrita y su loopera. Le temblaban las manos… eso me flashó”, evocará y volverá a usar a la cantautora como referencia para graficar a McLuhan y aquello de que “el medio es el mensaje”. Lo cierto que es que el verano pasado, en la casa de Tolosa que comparte con cuatro gatos y su compañera Justina, estaba(n) reformulando ideas. Reformular es una palabra recurrente. Precisamente Justina había revitalizado todo cuando se animó a tocar la batería Acuarian que había estado guardada en el altillo de la madre de Inés. Eso había dado rodaje y fluidez a la banda. La Mac Book Pro comprada en el 2012 había servido para maquetear pero jamás había tenido demasiada incidencia visible en ninguno de los proyectos. Ni como solista, ni como Les Atomiques, cuando con Felipe Ennis (guitarra) y Renzo Cardozo (bajo) dieron forma colectiva a las canciones de Inés. Pero un concierto en la terraza de Radio Provincia había evidenciado la comodidad de formatos sintéticos y compactos. Y que se adecuaban mejor a las formas de composición que van más allá de la sala, inclusive cuando fuera tan bonita como aquella de 14 entre 60 y 61, atestada de sintetizadores y algún barril de cerveza artesanal hecha por Felipe. Todes comenzaron a reformular su identidad como banda, en pos de un lenguaje sonoro que combinara la formación de Bellas Artes, el post rock y el progresivo con una conciencia más sensorial y tímbrica. Como resultado surgirían composiciones llenas de atmósfera, introspección, raptos de potencia y suavidad que bajo la producción de Martín Casado quedarían condensadas a principio de año. Y en que a través de dos singles y un “doble” (uno de ellos con Carmen Sánchez Viamonte como invitada) se presentarían con nuevo nombre y nuevas aguas en movimiento: Barcä.
“El año pasado arrancamos a laburar con las compus y demás”, introduce Inés Muri Ungaro. “Y hay mucho de eso: el proceso que cada une tuvo con las herramientas”. Así la banda comenzó a trabar más en pos de “generar ambientes, texturas, trabajar desde el tímbrico y lo que generan los sonidos que de pensar que si bien está en función, las cadencias, las armonías, los intervalos, lo que se busca es generar climas”. Mauri Ungaro define el proceso compositivo atravesado por las tecnologías como “didáctico” y condicionante: “McLuhan habla del medio como extensión del ser humano. El medio se termina volviendo condicionante, siendo el mensaje en muchos casos. En este caso el medio terminó condicionando y haciendo que la sonoridad vaya para otro lado”.
Si bien desde “la parte más tradicional”, la cantante suele trabajar las melodías a partir de una cadencia y luego la letra, vuelven a intervenir las herramientas: “Algo que viene pasando de reformular. El medio condiciona. Por ejemplo, si tiro las pistas hay ciertas cosas que quedan libres ¿Qué pasa con la baterista? Justina (Fornaroli) toca todos los instrumentos. Entonces toca la guitarra. Hay algo que desorganiza o mejor dicho corre de lugar ciertas estructuras. Te obliga a reformular ciertos procedimientos para la composición como el vivo”.
Si bien la mayoría de las letras recaen en ella, el resto interviene y entre manos, tiempo y otro al que se lo interpela se construye una suerte de lenguaje común: “Debe tener que ver con ser amigos y la cosmovisión del mundo. Y al mismo tiempo si ves las letras no son alegres. La banda tiene cinco años y evidentemente a todes nos atraviesan las mismas cosas. No sé si la necesidad de cantarle al otro, pero sí la interpelación e introspección nuestra”. Y se explaya: “No sé si vamos a hacer un cambio en el mundo por decir lo que decimos. Yo por lo menos lo siento como una necesidad. Hablar sobre lo que nos da impotencia. Hay un grado de descontento”. Y remata. “Hay que pensar que la banda surgió en medio del macrismo”.
Esa cosmovisión incluye cuestiones personales que, como se proclama, también son políticas. “Cuando sacamos ‘Manos’ pude escribir a una piba. Es empezar a tomar un posicionamiento en relación a las letras. Es muy loco porque nos pasa a todas y todes. La presión y represión del sistema. Vengo tocando desde los 15 y nunca le había cantado a un ella. Es loco porque es muy liberador”.
Barcä hace hincapié en la propuesta escénica: “Fue fluctuando. Siempre laburamos con vjs, como Lisandro Peralta. Hay una idea de la puesta, de cómo reformulamos, una decisión en relación a como nos posicionamos”. La música evoca las “Sesiones Indiscipinarias” y unas tarimas individuales donde el público se movía entre los músicos.
El 23 de noviembre a las 21, Barcä se estará presentando junto a Fran Formica en Estación Provincial (17 y 71). Y luego el “plan es pasar el verano produciendo. Encerrarnos en Tolosa y producir. Y meterle el cuerpo. Darle tiempo y que el año nos encuentre ya con un planeamiento desde lo musical”.