Dentro del recorrido artístico de Diego Billordo, la grabación nunca aparentó ser un proceso demasiado titánico y solemne. Desde sus días en Ned Flander hasta ahora, el cantante y guitarrista ha parido casetes y discos con una facilidad evidente: desde Eleven Palace Hotel -de 2010, grabado de gira en distintas ciudades del país-, hasta Revoltoso Antifolk -lanzado a principio de año y registrado tan solo con un celular prestado-, este militante del indie bonaerense siempre basó su peso en el do it yourself y en la irreverencia de su propia figura incorrecta siempre batallando desde los márgenes.
Por eso, esta autocelebración para con su propio cancionero -un repaso de reversiones que abarca desde Lovefidelity, su debut solista de 2001, hasta Aventura Felicidad, de 2014-, parece impregnado con la misma ironía que define el ánimo de sus canciones. Nunca tuve un hit folk transporta un puñado de canciones hacia su germen, como cuando fueron creadas, a primera toma, con guitarra criolla y la voz bien al frente. Es como un ejercicio de despojo que sirve para poner a prueba la gracia de estas composiciones revisitadas con diferentes ánimos: desde una versión más punky y vigorosa de «Worale guay bakan cool goso», hasta una lectura lenta y mansa de «Fútbol 5», donde el cantar aparatoso y expresivo de Billordo se ubica en el centro de la escena y alcanza alguna de sus interpretaciones más convincentes.
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