El camino que la derecha antidemocrática ha decidido recorrer en Bolivia replica los pasos recientemente transitados en Honduras: golpe, proscripción y fraude.
Como si fuera una nueva versión de una vieja película, cambian los protagonistas, pero no el libreto. No es casualidad. El burdo texto no fue escrito ni en Honduras ni en Bolivia, sino en Washington. Una historia que tiene de trasfondo la Doctrina Monroe, la política neocolonial del imperio y la participación estelar de la Organización de Estados Americanos (OEA), encabezada por su secretario general, Luis Almagro. Todos, componentes de una parodia de democracia que no engaña ni a los sectores más reaccionarios que buscan con desespero una mentira que les permita justificar su odio a los procesos populares.
El pasado jueves 20 de febrero, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Bolivia anunció la inhabilitación de la candidatura a senadores del expresidente Evo Morales y del excanciller Diego Pary. El anuncio solo fue un nuevo paso más en la continuidad del golpe del 10 de noviembre de 2019.
El presidente del TSE, Salvador Romero, argumentó en el anuncio de la proscripción que se debía a que Morales no reside en el país, desconociendo de manera grotesca y burda que debió abandonar Bolivia tras el golpe en su contra porque estaba en riesgo su vida y, como bien señaló uno de sus abogados, Eugenio Raúl Zaffaroni, si hubiera permanecido en su país lo hubieran asesinado.
En referencia al anuncio hecho por Romero, Zaffaroni remarcó: «Ha comenzado el fraude electoral por una vía aviesa». Luego agregó: «Hay una cuestión de sentido común que no le puede pasar por alto a nadie: Evo Morales no está fuera de Bolivia por voluntad propia, sino porque se creó una situación de necesidad, se creó una situación de fuerza mayor, si se quedaba en Bolivia lo mataban».
Todo indica que la «depuración del Padrón Electoral» que realiza el TSE es otro de los elementos del burdo fraude.
Cuando se supo de la designación de Salvador Romero al frente del TSE, Contexto denunció que las nuevas autoridades, presentadas por la prensa de derecha como garantía de transparencia, no eran otra cosa que la garantía del fraude articulado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana.
Salvador Romero, designado por el gobierno de la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez, aparece en varios cables revelados por WikiLeaks en los que queda expuesto su estrecho vínculo con el Departamento de Estado norteamericano y con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (conocida por sus siglas en inglés como USAID).
Es conocido el rol de la USAID (al igual que el de la Fundación Nacional para la Democracia – NED) como un organismo a través del cual los servicios de inteligencia norteamericanos (especialmente la CIA) canalizan fondos o ejecutan operaciones para desestabilizar los procesos populares o apoyar a sus títeres en el extranjero.
Los cables expuestos por WikiLeaks muestran cómo –al menos desde 2008– Salvador Romero tenía un estrecho vínculo con funcionarios de la Embajada norteamericana, cómo era promocionado en charlas contra el gobierno de Evo Morales auspiciadas por la USAID, y cómo había iniciado una campaña contra el Movimiento al Socialismo (MAS) para tratar de influir en los siguientes referendums y en las elecciones presidenciales.
Romero fue caracterizado como un ferviente militante contra la nueva Constitución de Bolivia que impulsó Morales y fue el propio presidente boliviano quien por aquella época señaló que la entonces Corte Nacional Electoral (CNE) era un órgano subordinado a la Embajada de Estados Unidos –Romero había sido nombrado al frente de ese organismo en 2003 por el entonces presidente Carlos Mesa, otra de las figuras responsables del golpe del 10 de noviembre de 2019–.
Bolivia comenzó a recorrer el camino de Honduras, que en 2009 sufrió el golpe de Estado contra Manuel Zelaya, la imposición del gobierno de facto de Roberto Micheletti, la proscripción de Zelaya y los sucesivos fraudes (2014 y 2018) respaldados por la OEA que pusieron al frente del gobierno a un títere de la Casa Blanca: Juan Orlando Hernández.
El 3 de mayo se realizarán las elecciones presidenciales en Bolivia. Todo indica que el país andino se encamina hacia un nuevo acto de parodia. Un nuevo paso para darle una mascarada democrática a lo que claramente es un gobierno golpista, servil a los intereses de Estados Unidos, claramente racista y profundamente popular.