Por R.G.M.
«Hay días en que las cosas se rompen. / Hoy me tocó / que te lleves un pedazo de mí… / Un pedazo de mi corazón». El comienzo es abrupto y casi sorpresivo. Así suelen ocurrir algunas cosas. La voz de Seba Coronel está saturada y la banda se monta en un ritmo frenético que acentúa un desconcierto meticulosamente concertado. Como si conciliara las visceralidad rockera del primer disco y la sofisticación pop de sus últimos trabajos, La Teoría del Caos hace honor a su nombre demostrando pericia y sapiencia para retratar ese remolino que son las emociones.
Y en esa suerte de orfebrería de la ferocidad, erigen una pieza filosa, llena de ángulos y contrapuntos. Si gran parte de una generación solo se quedó con las guitarras hacia abajo y la ropa vintage de los Strokes, el primer adelanto de su nuevo disco los lleva a una de sus iniciales fuentes de inspiración. Pero, saludablemente, lo hace capturando la esencia disruptiva y experimental de los neoyorquinos por fuera del gesto tantas veces imitados por bandas de Pinterest y bares de Palermo.
«Aunque las flores y el agua podridas estén… Lara-lará-laralá», resuelve Coronel como quien sabe que en el amor las cosas no siempre cierran ni son redondas. A veces el amor es como esta letra, fragmentada y elíptica. Como cantaba Miguel, «cada estrella es otro sol / cada hombre un soldador / uniendo las partes rotas / del gran espejo interior…». Y en ese espejo a veces se refleja el sol, a veces nosotros, a veces sombras. Y puede que, abruptamente, haya alguien que ya pronto no sea siquiera una sombra.