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Ciudades de la Patagonia: cómo se juega el modelo

Por Flavio Rapisardi (desde Río Negro)

Sabemos que las ciudades cobran cada vez más importancia. La concentración de la propiedad agraria, el monocultivo, un desarrollo armónico que no combine agro, industria y servicios en procesos subregionales de integración participativa y democrática, podría resolverse en modelos verticales de desindustrialización, primarización y empobrecimiento como el que hoy comanda la Alemania de Merkel.

Cada ciudad es un territorio, es un conjunto de relaciones espaciotemporales de procesos y conflictos en torno a la apropiación de la renta. Como sostienen David Harvey en Inglaterra u Omar Tobío en nuestro país, los territorios urbanos son ámbitos de subjetividades en disputa por la producción y la distribución.

La Patagonia es rica: petróleo, agro y acceso al mar como principales actividades “primarias”; y los “servicios” de turismo y transporte como actividades relacionadas.

En este marco de “capital fijo” y la “circulación” que se aceleró en los últimos años por el impulso de un modelo productivo, de consumo interno e integración subregional, las gobernaciones se juegan su gobernanza en las disputas territoriales ancladas en ciudades como Roca, Viedma, Bariloche, Cipoletti y Cinco Saltos.

Este domingo se eligen intendentes. La gobernación será más adelante, y Miguel Ángel Pichetto es el preferido en las encuestas, pero las disputas “cara a cara” que se dan en las intendencias son “puntos de perspectiva” donde la cruda realidad de lo que está en juego se pelea puerta a puerta, en las plazas o en caravanas por barrios.

Cipolletti es una ciudad modelo: asentada en el denominado “alto valle”, una de las principales zonas productivas no sólo agropecuaria, sino vitivinícola y de carne de cerdo. La ciudad es gobernada hace cuatro años por el intendente Abel Baratti, quien forma parte del Frente Grande y que rompió relaciones con el gobernador Alberto Wereltinek, quien se sumó con poco pulso político a las alicaídas y ajadas tropas del tigrense Sergio Massa. En estos cuatro años la ciudad creció y distribuyó asfalto, zonas verdes, casa de la juventud, políticas de género, integración de adult*s mayores. Nada mágico. El programa nacional de crecimiento con integración.

En muchas de las ciudades patagónicas ocurre lo mismo. Una gestión de cuatro años se vio interrumpida por el salto de un gobernador a las filas de otro modelo, lo que a nivel provincial y nacional es casi cartesianamente “claro y sencillo”: l*s figurones ya ocupan las cabeceras de playa y cada cual endereza su balsa.

Pero al “elevarnos” a las ciudades, a esos territorios de la gobernanza “cara a cara”, esto se complejiza. Con poblaciones que van de los 30 mil a los 100 mil habitantes, esta articulación superestructural, en una provincia como Río Negro, comienza a reproducirse de maneras que van de la comedieta al espanto.

En la ciudad de Cipolletti, como en Cinco Saltos, l*s actuales intendentes, el docente Abel Baratti y la abogada Liliana Alvarado decidieron acatar la intervención al Frente Grande y convocar a las fuerzas progresistas y nacionales y populares para relanzar el Frente para la Victoria con programas de crecimiento, distribución y participación. L*s opositor*s, desarmados por haber formado parte de la gestión y que por un cálculo cobarde y adelantado saltaron a otras fuerzas, se vieron en problemas y allí comienza una serie de entuertos que, si no estuvieran en juego conquistas e intenciones de seguir avanzando por el desarrollo y la distribución, sólo nos llamaría a risa.

En Cipoletti, la articulación política oficial alineada con las políticas nacionales sufrió las típicas bajas oportunistas: tres concejalas saltaron por la salida de emergencia, pero, al no sacarse los tacos como recomiendan las azafatas, se prevé un aterrizaje difícil. Ante un modelo político que hizo de la distribución una exigencia, los sectores económicamente concentrados se movieron y comenzaron a solventar personajes empresarios. En este caso es el camionero Aníbal Tortoriello: empresario de transporte que se presenta con el sello ARI. ¿Lo recuerdan? “Argentina por una República de Iguales”. La pregunta es quiénes eran l*s iguales para esta fuerza que hoy es la base territorial de los buitres y el macrismo. Este empresario “de la igualdad” tiene una flota de camiones que trabaja en Cipolletti, pero que está radicada en Neuquén porque allí el costo de patente es más barato: toda una muestra de igualdad. Pero aquí no termina todo: imitando a sus amigos de la ruralidad que defiende el Momo Venegas, hay datos que señalan que el 47% de l*s emplead*s de Tortoriello no están registrad*s. Y un dato que se repite, un fenómeno de conciencia en términos de Gramsci, me apasiona: la flota de camiones de Tortoriello fue adquirida con los créditos blandos de organismos nacionales: el escritor francés La Fontaine debería agregar, si estuviera vivo, a esta figura, el escorpión, a sus educadoras fábulas.

Y a esta agrupación no le falta una pata espiritual: se sabe el secreto a voces de que el Opus Dei, ese sector católico que persigue y acusa al Papa Francisco, santifica, vaya a saber uno con qué tipo de hostias, esta alianza que hoy se llama ARI y que en sus filas suma a Macri en una foto donde el photoshop no pudo ser disimulado: no creo que Maurizio se tome un micro de 16 horas frente al peligro de las cenizas que cierra aeropuertos.

Este domingo se vota en Río Negro. El candidato oficial en el futuro próximo es Miguel Angel Pichetto, pero la gobernanza se afirma en los territorios que tiene nombres, esfuerzos y militancia que hoy ha decidido hacer un alto en un día más que simbólico con un locro compartido (Baratti, Alvarado, Pichetto hijo, Soria, Martini, Rigioni, entre otr*s candidat*s municipales) mientras ellos se concentran en sus chacras esperando que la mala semilla dé su fruto.


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